Capítulo 11

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Agradecí infinitamente que mi profesora de literatura el haberme dejado mucha tarea para el fin de semana. Así tendría todo mi tiempo ocupado. Lejos de mis tortuosos pensamientos sobre Emilio.  

Había llamado a Niurka para disculparme por no poder ir. En cierto modo, no mentía, mi tarea era una pila interminable de libros por leer y ensayos por terminar.  

Cuando llegó el lunes, ni siquiera tuve la decencia de mirarme al espejo. Me da vergüenza decirlo pero, ni siquiera pasé por la ducha aquella mañana. Simplemente me puse una sudadera azul pastel, unos jeans rasgados y mis converse blancos. Me lavé mis dientes y mi cara y me puse un poco de perfume.  

Al llegar a la escuela, me encaminé por el estacionamiento hasta la entrada del edificio principal. Mi clase de literatura comenzaría en escasos diez minutos. 

Una figura alta se encontraba de pie junto a la puerta de mi salón pero no le di importancia hasta que se interpuso entre la puerta y yo. 

Alcé la vista y pude ver a Diego Valdés parado frente a mí. 

—Hola —dijo nerviosamente. 

Yo miré a todos lados intentando encontrar una excusa para apartarme de él pero fue en vano. 

—¿Diego, cierto? —inquirí intentando poner mi mejor cara. 

Él sonrió tímidamente y asintió. Intenté devolverle la sonrisa pero estaba seguro que mi cara había sido más parecida a una mueca que a una sonrisa. 

—Sí. Oye, ¿Tienes un segundo?  

Suspiré pesadamente y dije —Claro. 

No tenía opción. Tendría que escuchar lo que tenía que decirme así que me crucé de brazos y caminé unos pasos por el pasillo para apartarnos de las miradas curiosas de mis compañeros de clase.  

—No sabía que estudiabas aquí —dijo intentando romper el hielo.  

—Es un campus muy grande —le corté tajante. Quería que fuera al grano. 

Se removió incómodo intercambiando el peso de su cuerpo en un pie y otro. Me miró a los ojos y preguntó —¿Desde cuándo conoces a Mailo? 

Fruncí el entrecejo. 

Me tomó un segundo comprender que 'Mailo' era en realidad, otra de las formas en las que le decían a Emilio.  

—No mucho —admití intentando no decir mucho. 

Diego se pasó una mano por el cabello.  

—Escucha, Emilio era mi mejor amigo, ¿sí? —Comenzó —, después del accidente, él no volvió a hablarme. Estoy preocupado por él, lo extraño, ¡Maldita sea!, ¡Era mi mejor amigo! 

Mi corazón se estrujó al verle tan afectado pero no quise demostrarlo.  

—¿Y a qué viene todo esto?, ¿Qué tiene que ver conmigo? —dije. 

Diego me miró unos segundos antes de decir —Esperaba que pudieras hacer que quisiera verme. Él parece escucharte..., por imposible que parezca, aquel idiota llamado Emilio Marcos te escucha. Lograste sacarlo de su casa, yo quiero a mi mejor amigo de vuelta. 

Alcé las cejas con incredulidad. No esperaba esto. Suspiré pesadamente antes de mirarlo y sincerarme con él. 

—Escucha... —comencé —, me encantaría poder hacer algo por ti, pero me temo que no estoy muy bien con él. Anoche tuvimos un pequeño... 

—Lo sé —me interrumpió —. Puedo notar cuánto le gustas, pero él es fuerte, puede aceptar un desamor. Si no le correspondes él lo entenderá; pero, por favor, ayúdame, yo sé que... 

—¡¿Q-Qué!? —lo interrumpí.  

Mi cabeza comenzó a dar vueltas a mil por hora con sus palabras. ¿Qué demonios había dicho?, ¿Que yo le gustaba a Emilio?, ¡No!, ¡No!, ¡No!, éso era imposible. Él me había dicho que no sentía nada, ni sentiría nada por mi... 

Diego frunció el ceño en confusión y un segundo más tarde alzó las cejas con entendimiento. —¡Mierda! —expresó —. ¡Hablé de más!  

Mi boca cayó con sorpresa pero antes de que pudiera preguntar que era realmente lo que había dicho, el timbre sonó.  

Maldije en voz baja mientras Diego suspiraba aliviado y decía —¡Me tengo que ir a clases!, ¡Luego hablamos! 

—¡Espera! —grité al verlo alejarse pero fue inútil. Me dejó con la palabra en la boca.  

Justo cuando iba a entrar al salón de clases, mi teléfono celular comenzó a sonar. 

—¿Diga? —respondí mirando nerviosamente hacia el pasillo para ver si el profesor no venía.  

—¡Joaco!, ¡Dios mío!, ¡No sabía a quién llamarle!, ¡Estoy desesperada! —la voz entrecortada terriblemente familiar llegó desde el otro lado del teléfono. 

—¿R-Romina? —dije incrédulo. 

—¡Emilio tuvo un accidente!, ¡Cayó de las escaleras!, ¡Está inconsciente! —su voz se cortó y los sollozos no dejaban de invadir el sonido del teléfono —, ¡Mi mamá no responde en el celular!, ¡Ya llamé a la ambulancia!, ¡¿Q-Qué hago!? 

Mi corazón comenzó a golpear con fuerza contra mis costillas. Estaba aterrado, las lágrimas me escocían los ojos, mi cuerpo temblaba de pies a cabeza y quise correr hasta la casa de Emilio para asegurarme que estuviera bien. 

—¡T-Tranquila!, ¡P-Por favor intenta llamar a tu mamá de nuevo!, ¡Voy para allá!, llámame en caso de que lo lleven al hospital y allá te alcanzo. —tartamudeé mientras me abría paso a empujones entre los alumnos para llegar a la salida de la Universidad. Tenía que verlo. Tenía que asegurarme que estaba bien...

Aunque no pueda verte |#1| Emiliaco (adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora