Capítulo 31 [Maratón 3/3]

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Mi cuerpo se sentía débil. Las piernas me temblaban. Mi cabeza cayó sobre el hombro de el rizado mientras intentaba recuperar el control de mi cuerpo.

—Mmm... —tarareó en aprobación. —, algún día te probaré correctamente.

Me estremecí con el tono de su voz y sentí el rubor en mis mejillas.

—Tan hermoso... —murmuró mientras depositaba pequeños besos en mi hombro. Ladeé mi cabeza al sentir sus besos, no eran fieros como los anteriores, eran tiernos, cariñosos, dulces...

Con las manos temblorosas, limpie el desastre que habíamos hecho y acomode mis bermudas mientras Emilio depositaba suaves besos sobre mi espalda.

Me estremecí por completo al sentir sus cálidas caricias y me levanté de sus piernas sintiéndome débil.

—¿Te encuentras bien? —preguntó con voz ronca. —, estás muy callado.

Sin decir una palabra, enredé mis brazos en su cintura y presioné mi mejilla contra su pecho firme. Él ahuecó una mano en mi cabello mientras me abrazaba con la otra. El contacto cálido, tierno, dulce me sobrecogió. No podía creer como todo había cambiado de ser tan intenso, a algo tan dulce como un abrazo protector.

—Te quiero tanto, amor... —susurré contra su pecho.

—Te quiero aún más, príncipe—murmuró antes de besar la parte más alta de mi cabeza.

La puerta del baño se abrió.

—¡Mierda!, ¡Lo siento! —la voz de un chico me hizo levantar la vista.

Una pareja acababa de entrar al pequeño baño, seguramente pensando hacer lo que nosotros y me ruboricé escondiendo la cara en el pecho de Emilio.

Él comenzó a reír suavemente y sentí su pecho vibrar con la risa y le solté un pequeño golpe en un costado.

—Nosotros ya nos íbamos —dijo él reprimiendo una risita tonta.

Yo no pude evitar reír también.

Sin levantar la vista, Emilio y yo salimos del baño. Él reía como jamás lo había visto reír y mi corazón latió rápidamente contra mi pecho. El sonido fuerte, ronco, estridente y divertido de su risa se incrustó con fuerza contra mi pecho y comencé a reír también, prometiéndome a mi mismo que iba a hacerlo reír de aquella forma más seguido.

—No encuentro ésto para nada gracioso —me quejé en tono de broma.

Él me rodeó con un brazo mientras caminábamos y rió —Es lo más gracioso que me ha pasado en mucho tiempo, corazón.

Alcé las cejas sorprendido y sacudí la cabeza diciendo —Bobo.

—No soy cualquier bobo —canturreó, como si fuera un pequeño niño.

—¿Ah, no? —dije burlon.

—No. Soy TÚ bobo —presionó sus labios contra mi mejilla y reí.

—¡MIO!, ¡Sólo mío! —dije en tono posesivo.

—¡Tuyo y de nadie más! —dijo él con una enorme y hermosa sonrisa en el rostro.

El resto del día fue increíble; comimos delicioso, jugamos en la piscina, bailamos, cantamos, tomamos el sol, reímos, nos besamos como jamás lo habíamos hecho..., Emilio me hacía tan feliz, me sentía vivo con sólo estar a su lado.

Cuando la noche comenzó a caer y recogimos todo el desastre que habíamos hecho antes de partir a casa.

Diego condujo despacio por todo el camino mientras yo ponía música. Azul dormía en el asiento delantero y Emilio jugueteaba con mis dedos besando mis mejillas.

—¿Te quedarás donde Azul? —preguntó el rizado cuando entramos a la ciudad.

Lo miré y besé su frente antes de decir —Si, quizás mañana podríamos hacer algo juntos.

Emilio pareció pensar algo y murmuró —¿Y si te quedas en mi casa?

—¿Q-Qué? —tartamudeé.

Las imágenes de nosotros dos haciendo lo que estábamos haciendo en el baño del parque acuático volvieron a mi y sentí el calor recorrerme. Una cosa había sido permitirle llegar a donde llegó y otra muy diferente era dar aquel paso que tanto miedo me daba.

—Mi mamá no está. Tuvo una conferencia en Liverpool y no vuelve hasta el lunes. Romina irá con sus amigas a un bar y volverá tarde. —susurró.

Me tensé ante la idea de pasar la noche juntos él y yo. —No sé si sea la mejor idea —susurré temeroso.

Una sonrisa tímida se deslizó por sus labios y dijo —Prometo que no voy a tocarte. Quiero hacerte de cenar, escuchar una película, charlar, y abrazarte al dormir.

Mordí mi labio inferior ante la tentación de sus promesas. Confiaba en Emilio más que en cualquier persona en éste mundo y sabía que él no me tocaría si lo prometía.

—E-Está bien —tartamudeé.

Una sonrisa triunfal surcó sus labios mientras yo comenzaba a ruborizarme. Diego nos dejó en casa de Emilio y le pedí a mi mejor amiga que me llamara en cuanto llegara para hacer llamada en conferencia con mi madre y que no sospechara nada.

Entramos a la casa a oscuras y Emilio cerró la puerta detrás de mi encendiendo la luz de la sala. Pasó a mi lado balanceando su bastón blanco y encendió la luz de la cocina. Yo caminé tras él.

—¿Enciendes las luces para mi?, éso es muy dulce —dije con una sonrisa en el rostro.

Emilio rió lentamente mientras en abría el refrigerador y olisqueaba una cazuela con costillas adobadas. La quité de sus manos y la puse sobre la estufa.

—¡No te atrevas a encender ésa estufa, Joaquín Bondoni! —dijo alzando una mano dramáticamente. —, ¡Yo cocinaré para ti!

Solté una risita boba mientras decía —Quizás lo haga, Marcos. No podrás evitar que yo caliente mi propia comida.

—¡Sobre mi cadáver!, ¿Me oyes?, ¡Sobre mi jodido cadáver!, ¡Éste hombre está dispuesto a evitar que muevas un solo dedo en su presencia!

Cerré la distancia que nos separaba y murmuré —Y yo estoy dispuesto a hacerte feliz siempre.

Su sonrisa se volvió tierna, cálida, cariñosa, dulce. —Te adoro —susurró.

Su aliento rozaba mis labios y sonreí. —Bésame —pedí.

Sus labios atraparon a los míos en un beso tierno, cariñoso, lento. Cuando sus labios se separaron de los míos se volvió bruscamente al refrigerador y olisqueó otra cazuela que contenía pasta.

La quité de sus manos y me quejé —Esto no es hacerme de cenar. Sólo recalentarás todo.

Una sonrisa socarrona surcó su rostro y dijo encogiéndose de hombros —Es lo mejor que puedo hacer.

—Bobo — murmuré.

—TÚ bobo —me corrigió.

Encendí la estufa y coloqué las costillas a calentar y la pasta. Emilio enredó sus brazos en mi cintura, abrazándome por la espalda, mientras besaba mi mejilla.

—Definitivamente puedo imaginarme así dentro de muchos años —murmuró contra mi oreja.

—¿Conmigo? —pregunté temeroso.

¡Dios!, ¡Quería que fuera conmigo!

—¿Con quién más podría? —bufó —, sólo contigo puedo verme de ésta forma en varios años.

Sonreí ante la idea. Estar con Emilio durante una vida sería maravilloso...

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Espero les esté gustando la historia :)
Lysm ♡︎

Aunque no pueda verte |#1| Emiliaco (adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora