No podía moverme. No podía articular palabra. No podía dejar de mirarlo. Sus ojos destilaban fuerza a pesar de estar fijos en la nada. No era difícil adivinar que había sido increíblemente intimidante en su momento.
— ¡Respondan!, ¿Quién demonios está ahí? —espetó.
Cuando pude darme cuenta, Niurka se encontraba a mi lado, con la mirada fija en su hijo. Su nerviosismo era palpable. —Emilio... —murmuró.
— ¿Quién demonios viene contigo? —le interrumpió. Estaba recostado en su cama, cubierto hasta la cintura por las pesadas colchas. Pude notar como apretó la tela del edredón en un puño, hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Estaba furioso.
—Soy Joaquín—solté de pronto—. Joaquín Bondoni.
Niurka me miró aterrorizada y él dirigió su atención hacia mí. —No necesito un enfermero —siseó con desdén.
No pude evitar fruncir el entrecejo, confundido, y tartamudeé—: N-No soy un enfermero.
—Tampoco necesito un niñero. No soy un inválido —me soltó en voz alta.
El coraje comenzó a recorrer mi cuerpo con rapidez. ¿Cómo se atrevía a comportarse de aquella manera conmigo si yo no le había hecho nada?
—Emilio, Joaco no es un enfermero; es hijo de... —comenzó Niurka.
— ¡No me interesa si es hijo del presidente de Estados Unidos!, ¡Quiero que se largue! —gritó Emilio. De pronto, su pecho subía y bajaba con su respiración pesada. Las aletas de su nariz se abrían por el coraje y exploté:
— ¡No me voy a ir!
La mirada de Niurka era incredulidad pura. Emilio bajó el volumen, diciendo en tono amenazante—: Vete.
—Sácame —una sonrisa burlona se dibujó en mi rostro mientras me cruzaba de brazos. Sabía que no iba a levantarse de la cama.
Enmudeció.
— ¿Qué pasa?, ¿No puedes? —le reté.
Sabía que estaba siendo cruel, pero era la única forma de hacerle ver que me necesitaba. Que necesitaba dejar que lo ayudaran. Él bajó la cabeza mientras decía casi en un murmullo.
—No puedo ir al baño por mi cuenta, no puedo vestirme, no puedo caminar sin caerme. No puedo hacer nada... —su voz se quebró, pero cuando alzó la vista, sólo pude ver sus ojos, sin vida, vidriosos. —. Vete.
—Puedo ayudarte —murmuré. Una parte de mi se había conmovido terriblemente al verle de ésa forma. Por un segundo pareció tan vulnerable.
Para mi sorpresa, rió.Rió amargamente mientras decía—: ¿Si?, ¿cómo?, ¿llevándome al baño?, ¿vistiéndome?, ¿sacándome de mi habitación? —Su risa se apagó dejando solo el dolor de su voz —, es denigrante.
— ¿Qué pasaría si yo te dijera que puedes hacer eso y más tú solo? —murmuré con cuidado. Pude ver un atisbo de asombro y esperanza en su rostro.
— ¿Cómo? —un filo curioso teñía su voz.
—Puedo enseñarte a "ver" el mundo con tus manos. Tus manos serán tus ojos —dije con renovada esperanza. Él frunció el ceño.
— ¿Eres ciego? —preguntó de pronto.
Yo sonreí tristemente. —No. No lo soy. Pero mis papás sí. Ellos me enseñaron a ver el mundo con mis manos; si tú quieres, puedo enseñarte.
Vi la duda atravesar su rostro y me volví hacia Niurka. Lucía más tranquila y esperanzada. El corazón se me encogió; me veía como si yo fuera una salvación, y no lo era. Sólo era un chico que intentaba ser de ayuda.
Di un paso hacia la cama de Emilio y luego otro, mientras sentía que el corazón comenzaba a latirme con fuerza contra las costillas. Cuando llegué al pie de la cama, me detuve.
Pude notar que percibía mi presencia, porque olisqueó en mi dirección.
—Sal de la cama —dije con cautela.
—No. —dijo tajante.
Suspiré y me armé de valor. Mis manos se posicionaron sobre la colcha y tiré de ella descubriéndolo.
— ¡¿Qué demonios...!?
—Sal de la cama —dije intentando sonar firme.
Ni siquiera se movió. Rodeé la cama hasta quedar a su lado y enredé mis dedos sobre sus muñecas para tirar de él hacia arriba, pero fue más rápido y tiró de mí. Perdí el equilibrio y terminé apoyando una rodilla sobre la cama, con el cuerpo inclinado sobre el suyo, haciendo que nuestros rostros quedaran a escasos centímetros.
Mi corazón comenzó a latir desbocado por su cercanía. Su aroma me golpeó aturdiéndome. Olía a perfume caro, loción de afeitar y menta. Mi cuerpo comenzó a temblar involuntariamente y mis ojos se posaron en los suyos. En ése momento, podría jurar que podía verme.
—No vuelvas a hacer eso —siseó. Su aliento me rozó el rostro y un extraño escalofrío me recorrió de pies a cabeza.
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Aunque no pueda verte |#1| Emiliaco (adaptación)
FanficDespués de aquel accidente automovilístico, Emilio Marcos había pasado de ser un chico fuerte, altanero, arrogante y decidido, a ser un pobre diablo enfadado con el mundo. Un chico huraño y solitario que parecía que lo único que quería hacer era mor...