Pequeños amigos

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Los días pasaban muy rápido en la hermosa ciudad de Buenos Aires, el aire fresco y el frío ya se presenciaban, los días de otoño habían acabado para dar inicio al querido invierno, amado por la mayoría de la población Argentina.

— Mamá, ya está, no quiero abrigarme más — murmuró un pequeño de unos 8 años mientras trataba de separar a su mamá de él.

— No irás así al Roller, acabas de venir del colegio y estás congelado — le ajustó un poco más la bufanda y le prendió la campera.

— Mamá, ya está, ya está — murmuró molesto el pequeño ojiverde.

— Bueno está bien, vamos — suspira mientras le da fuerte la mano y salen de la casa — Hoy volveré algo tarde del trabajo — lo mira con compasión — La cena está en la heladera, dejé helado para que no te sientas solo —

— Gracias mamá — el niño le da un beso en la mejilla y la abraza fuerte.

— En serio, perdóname por dejarte solo, si te pasa algo llama a la abuela o vé con ella — lo abraza más fuerte y lágrimas escapan de sus ojos.

Trabajar toda la noche, ver a tu hijo pocas horas, y dejarlo solo porque no te queda otra opción, debido a que tu esposo estaba de viaje seguido, no era algo lindo para una madre. Siempre que lo veía era en la mañana dónde trataban de compartir todo juntos, pero luego ella se iba, sentía que como padres, fallaban y no le daban la atención que su niño realmente merecía.

Pedro, a pesar de todo, era muy agradecido y maduro, sabía que su mamá y su papá hacían eso por su bien. Había aprendido el camino de memoria a la casa de su abuela, estaba acostumbrado, desde hace un par de años, a andar solo por las calles de su barrio. Era bastante audaz y pícaro para su tan corta edad.

— No te preocupes, sos la mejor siempre — le dijo mientras acariciaba su cabello.

— Nos vemos angelito — le besa la cabeza tiernamente y se aleja de a poco, él espera a que ella tome el colectivo y emprende su camino hacía el Roller.

El Roller era un lugar con una pista gigante de patinaje y un escenario. Pedro en una de las idas a la casa de su abuela, se perdió y vió este local gigante, asustado entró para pedir ayuda pero al ver lo magnífico que era todo allí dentro olvidó lo que debía hacer. Habían muchos adolescentes pero en otro sector una ronda de niños y niñas que llamaron su atención, eran de distintas edades y eso lo sorprendía bastante. Por supuesto a diferencia de él, los padres de alguno de estos niños estaban en otras mesas.

*Flasback*

— Ho, hola — suspiró acercándose a la barra buscando un adulto.

— Hola pequeñín — sonrió una de las chicas que atendía el lugar, no era tan adulta, parecía más bien una simple adolescente.

— ¿Me ayudas con algo? — pregunta mientras se pone en puntas para poder llegar a la barra, a lo que la chica sonríe tiernamente.

— ¿Que necesitas? — murmura sonriéndole.

— Me perdí y no encuentro estas calles — responde afligido y le da un papel.

La muchacha mira sorprendida, de que tan pequeño, él vaya solo a un lugar y tenga la dirección guardada en un cuaderno dentro su mochila.

— Te perdiste bastante, no puedo salir a guiarte ahora porque estoy trabajando pero si quieres puedes esperarme y te llevo — lo mira sonriendo.

Pedro sabía que no debía confiar en extraños, pero tampoco quería seguir su camino solo, la chica parecía confiable y tal vez podía ayudarlo.

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⏰ Última actualización: Feb 12 ⏰

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