Ahomo

◇II. ɢᴀʟʟɪɴᴀ ʙʟᴀɴᴄᴀ

Mansión Taylor, reliquia de más de seiscientos años, con cinco recámaras, cuatro baños, un jardín de fantasía, el típico en el cual creerías que viven las hadas y duendes, una cocina completa y opulente, un salón de esos casuales en las películas o historias donde la princesa danza acompasadamente con su príncipe azul, pinturas de cada descendiente de la familia, azulejos blancos y reverberantes, alfombras dignas de realeza, dos escaleras curvas que dirigían al primer y único piso, y etcétera; todo lo anterior mencionado, absolutamente todo, otorgado a su última heredera de mismo modo que su fortuna: Kelly Taylor. ¿Y cómo esta prestigiosa familia de grandes dotes científicos llegó a tal estatuto? Primeramente, por eso mismo, por sus cualidades biológicas y químicas, luego, por su apellido; ¿qué lo hacía tan enfático, al igual que el mío? ¿Acaso fueron grandes emprendedores? ¿Compartían alguna consanguidad con alguna familia real? No, todavía más que un monótomo empresario o simple genética. Tanto mis antepasados, como los de la berrinchuda de mi amiga, hicieron y propusieron algo grande, algo que... no sabría si de estar agradecido o desagradecido, aún tengo esa incertidumbre. En fin, eso fue el Orfeo, la colosal bestia titánica de metal. Por ende, los herederos y dueños de esta nave que ha mantenido almacenado en su interior a la raza humana, resguardándola de cada posible peligro inminente, ya sea del espacio exterior o de Destiny, son mis padres y Kelly; desafortunadamente, a quien le dices no te cree, y te toman más de idiota de lo que ya eres por comentarlo. El porqué es el más simple y el que más ha acotado a grandes genios invisibles; supongo que alguno habrá escuchado esa frase de: «Cuando das la mano te toman el brazo entero", esto se aplica en este acontecimiento, puesto que tanto políticos como el presidente mismo, e inclusive las fuerzas militares, se quedaron con el mayor crédito; por ende, fuera de una pequeña porción de la cúspide de Wyatt, nadie nos recuerda, siquiera nuestros apellidos se mencionan, ni en un párrafo u oración en los libros. Pero sobre toda esta mini historia, actualmente, somos nada para todos, exceptuando a nuestros conocidos. Sólo somos otra familia adinerada en otro sitio del triángulo.

Pero bueno. Abatido en parte por el peso de los... cuatro o cinco libros de mi mochila, dejé a esta caer, emitiendo un quejido entre leves masajes.

-¡Hey! Recoje eso que no vinimos aquí a jugar -aclaró Kelly a pos de mi accionar.

-... Haslo tú si tanto te molesta -me revelé.

-Permítame... -pidió Chester, sonriendo y marcando los surcos alrededor de sus ojos y rostro; en cuanto menos lo atisbé, él ya había sujetado la asa de la mochila, tirando de ella.

-¡Ah! No, no es necesario. Ya has hecho mucho por hoy, mejor descansa...

-No se preocupe joven Wilson. Mi edad es vieja, pero mis energías no.

-¡Alto ahí! -irrumpió la dueña de la casa-. Deja que haga algo por sí mismo, aparte de buscar problemas.

El anciano permaneció en silencio por unos segundos, luego dirigió su atención a la niña, con expresión seria y leve autoridad.

-Señorita Kelly, son tiempos complicados para el joven Wilson; tenga un poco más de respeto o consideración.

Los ojos de ella empezaron a descender a ruborizarse y el profundo azul índigo de sus ojos a relumbrar con suavidad, bajando la cabeza avergonzada.

-... Perdón -murmuró y dio la vuelta, caminando hacia la puerta bajo ambas escalinatas.

Con una leve inclinación, agradecí cordialmente ese gesto tan amable, sonriendo tenue. En cuanto Chester avanzó hasta los escalones, noté, tarde, como Kelly se alejaba en dirección a la "puerta secreta" de la mansión.