◇VI. "ғᴇʟɪᴢ ᴄᴜᴍᴘʟᴇᴀɴ̃ᴏs"

45 0 0
                                    

—Es tres de noviembre del 2.749, hoy será un día soleado con cero precipitaciones, máxima 10 °C y mínima 3 °C —detalló con profundidad la pequeña maquina, de mi parte ya me había incorporado de la cama—. Sylvie le recomienda mantenerse herméticamente abrigado, evitando de esa forma infecciones respiratorias como la gripe, el resfrío y...

—Sí, sí, como digas... —mandé a callarla mientras abotonaba mi seis camisa de planchado impecable

—Además, Edward —continuó—, según el calendario familiar y las configuraciones de Rosemery Johnson, alias nana Rose, me indican que hoy es un día muy especial. ¡Sylvie le desea un gran feliz cumpleaños! —felicitó el aparato.

Milisegundos después, las anteriormente pequeñas animaciones del clima fueron transformándose en un tórbellino que al cerrarse terminan estallando en una nueva animación que sólo se ve cada año y en este día en particular; hablo de la imágen en movimiento de un par de globos felices y el tradicional modelo de pastel que vemos en cualquier dibujo para niños, con serpentinas y papel picado cayendo de fondo. Entregando una sonrisa ladina continué con mi vestimenta. La verdad era que no sabía qué me prepararía este "día tan especial", pero estaba ansioso, ansioso de que llegara el momento de ver a mis a padres y estar todos reunidos celebrando.

—Gracias Sylvie, yo igual espero que este día sea un feliz cumpleaños.

Al finalizar mi vestimenta la cual era mi uniforme escolar que consistía de una americana color azul Oxford con el logo del instituto en mi pecho, corbata roja, camisa blanca, pantalones de la misma tonalidad de azul y para finalizar, zapatos negros; luego de acabar de vestirme comencé a descender por las escaleras de cristal y hierro, las segundas que conectaban directamente a la cocina. Lo primero en captar fueron los mandados de nana hacia los distintos trabajadores, repitiendo que este día debía ser espectacular y la casa quedar de igual forma. Tal parece que ya había sido notificada por mis padres que estos vendrían de visita.

Cada trabajador iba de aquí y allá, siendo manejados como si de títeres se tratasen, bajo los mangoneos de la matriarca de la mansión, aunque de mi parte me encontraba ordenando mi desayuno en la barra para poder degustarlo. Un poco de cereal y un par de galletas, lo típico de cada mañana de Edward Wilson, y pude haber dado un bocado a mi alimento si tan solo cierta persona no hubiese aparecido de un sopetón, estrujando mi cuerpo contra su torso, creando de tal forma un asfixiante abrazo mañanero.

—¡Felíz cumpleaños pequeño y adorable señor Edward! —exageraba el chófer, haciendo uso de mis mejillas como si de bandas elásticas se tratasen, emitiendo de mis fauses alaridos de molestia.

Y eso no bastó, puesto que la anciana no tardó en percatarse y dirigirse hasta donde yacía atrapado por semejante Adonis para tomar con más sutiliza mi rostro, repletando cada espacio de mi piel blanca con incontables e innumerables.

—Nana... po... por favor d... detente... —pedía ante tales carantoñas, teniendo lo más que seguro marcas de su excesivo labial rojo.

—¡Hoy es un día muy especial como para detenerse! —decretó—, ¡Feliz cumpleaños mi pequeño y amado Edward!

—¡Bueno sí ya, es mi cumpleaños, qué más da! —traté de fingir la conmoción que me hacían sentir en el pecho, haciendo uso de mis frívolas frases ubicándome en uno de los cuatro bancos de la barra, volviendo a mi desayuno.

—¡Que frío eres! —replicó el alemán con un mohín, sentándose frente mío.

—Y esa es sólo la punta del iceberg  —arremetí, Abbing resopló resignado y prefirió no continuar.

AhomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora