Capítulo 3: Pasan los años

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Ambas chicas habían congeniado bastante bien. Delya había descubierto que se sentía muy a gusto con aquella elfa que Arwen le había presentado. Y se vio de repente pensando en que si la llegaba a conocer algo más incluso podrían ser buenas amigas a pesar de toda la diferencia de edad que había entre ambas. Y así pues, cuando al día siguiente bajó a desayunar antes de entrenar vio que Rita había llegado un poco antes al comedor y había dispuesto un gran desayuno para ambas.

-Pensé que tendrías hambre y puesto que hoy el entrenamiento va a ser más duro que lo habitual, esto es lo que he preparado.-sonrío la joven elfa.
-La verdad es que jamas pensé ver tanta comida junta.- y Delya rió por primera vez desde hacía días.

Así que se sentaron juntas y comenzaron a desayunar mientras hablaban de ellas y de sus vidas. La joven humana se sentía realmente atraída hacia la vida de Rita puesto que ningún elfo le había dado nunca tantos detalles de su vida. Resultaba ser que su compañera de entreno venía de Lothlórien, donde había crecido contemplando la gran belleza de la dama Galadriel. Delya había oído hablar de la hermosura que habitaba allí y de la belleza de la dama pero oírlo de boca de alguien que había crecido viéndola todos los días era aún más increíble. La joven escuchó todo lo que Rita tenía que contarle sin interrumpirla ni una sola vez. Y cuando esta por fin termino sonrío entusiasmada.

-Entonces... todo lo que suponíamos que era leyenda... ¡Es real!- exclamó sin poder contenerse
-Se puede decir que si. Para mi no es tan impresionante como puede ser para los demás, pero ver a Galadriel siempre es sorprendente aún para quienes viven allí

Cuando terminaron de desayunar fueron a terminar de asearse y bajaron a continuar con su entrenamiento. Pues si bien Rita era evidentemente buena, a Delya todavía le quedaba un mundo entero para poder coger una táctica completamente perfecta. Ese día la chica quería entrenar más de lo habitual pues se sentía en la necesidad de mejorar de manera rápida. Elrond vio como la joven aprendiz había mejorado y como le insistía a su mentor en quedarse aunque fuera solo una más. Tuvo el mismo que intervenir para hablar con ella.

-Delya, se que quieres entrenar y realmente me parece admirable. Pero no está bien sobrepasar tus límites. Estás evidentemente cansada y por eso se te establecieron ciertos horarios para entrenar. Con el cansancio no tienes todos tus reflejos al cien por cien y probablemente fallarías... y se que eso te disgustaría mucho
-Lo sé pero Elrond... deseo realmente seguir con este entrenamiento un poco más... quiero aprender todo cuanto me sea posible...
-Por hoy no. Estás visiblemente cansa, ya lo he dicho antes. Quiero que vayas a descansar. Que le prepares para la cena y por hoy te olvides de más entrenamiento. Si casi ni te has dado cuenta de que el día se está acabando

Y era cierto. Había pasado todo el día tan ensimismada con el entrenarse que no había notado el paso de las horas ni el cansancio que ahora si empezaba a asomar. Suspiró y se encaminó hacia su habitación para poder asearse y cambiarse a algo más cómodo. Al entrar en el baño y mirarse en el espejo se vio algo más fuerte y un poco más morena. Le sonrió a su reflejo y se desnudó para darse un baño. Se relajó y dejó que sus pensamientos vagaran por su mente. Pensó en cuando era más pequeña, en lo bien que lo pasaba junto a su hermano. Pero pronto se quitó todo aquello de la cabeza y terminó de lavarse para salir del agua, secarse y vestirse para la cena. Salió de su habitación justo en el momento en el que Arwen lo hacía. Se acercó a ella y juntas caminaron hacia el comedor donde se encontraba Elrond junto a Rita y a varios elfos más. Todos hablaban en elfico y a la joven Delya no le molestaba pues a pesar de su edad ella también lo hablaba.

Pasaron sin casi verlo ni notarlo diez años. La joven adolescente que fue Delya pasó a ser una hermosa muchacha de veintidós años, fuerte, con una hermosa figura y ojos claros. Había para entonces aprendido ya a dominar la espada casi tan perfectamente como un elfo y si se la veía de lejos casi podía parecer uno más. Había crecido junto a Rita que en todo aquel tiempo se había convertido en casi una hermana para ella y en su mayor confidente. Ambas lo sabían todo la una de la otra y se apoyaban en todas sus travesuras y con la rebeldía que le vino a la joven en la adolescencia. Para los elfos, diez años habían pasado en un suspiro. Pero para Delya habían sido unos años muy provechosos no sólo porque había podido estudiar y aprender cosas de los elfos sino porque en el último año antes de cumplir los veintidós había descubierto que su hermano residía ahora en su ciudad natal, Gondor, y que Legolas se encontraba con él. Supo entonces que en algún momento ella tendría que partir para reunirse con el y quizás así empezar a viajar como lo habían hecho sus padres y su propio hermano. Si bien en todo aquel tiempo había visitado en numerosas ocasiones las tumbas de sus padres, había decidido no dejarse vencer por el dolor que esto le había causado y comenzó a abrirse más. Si bien su timidez le había sentirse incómoda había conseguido dejarla en ocasiones a un lado.
Una mañana, se levantó dispuesta a dar una de sus últimas lecciones en ese entrenamiento que llevaba, a pesar de que Elrond consideraba que ya estaba lista de sobra y no lo necesitaba. Rita, sabiendo que su amiga siempre tardaba mucho, fue hasta su habitación y sin llamar a la puerta, entró y le metió toda la prisa que pudo.

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