Capítulo 15: Un secreto obvio

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Legolas y Delya empezaron a verse más a menudo. Aún no habían hablado de una relación, aunque ambos sabían ya los sentimientos del otro. Solían pasar más tiempo juntos y a todos les parecía raro. Si bien les habían preguntado, ellos siempre contestaban lo mismo. Eran amigos y querían ponerse al día. No era tan raro y a muchos les bastó para dejar de mostrar interés. Pero Gandalf tenía mucho interés en que pasarán más tiempo juntos.
Una noche Delya se levantó y salió para ir a la biblioteca pues no era capaz de dormir. Cogió un libro y se sentó en una de las mesas cercanas y se puso a leer. No pasó mucho tiempo hasta que Legolas, que aún no se había acostado. Cuando vio que había luz en la biblioteca se acercó a apagarla y se sorprendió al verla allí, leyendo. Se sentó a su lado y la observó leer, en silencio. Ella le miró de reojo y sonrió. Dejó el libro en su sitio y comenzaron a hablar. Fue entonces cuando Legolas le hizo la pregunta que Delya llevaba esperando. Fue algo que ella no se esperaba pero que le hizo muchísima ilusión cuando se lo preguntó.

-Delya... se que te lo tendría que haber preguntado antes pero ¿quieres salir conmigo?
-Pues claro...- sonrió ella y le abrazó.

Él también la abrazó y disfrutó de aquel momento. Le parecía que por fin había encontrado a la persona adecuada. Alguien a quien quería de verdad y a quien le podía dar todo el amor que tenía. Sí, era un guerrero, pero eso no quitaba que no pudiera sentir algo por alguien como cualquier otro. Se separó un instante de ella y por fin la besó. Era un beso suave, lento y lleno de amor y cariño. Ella cerró los ojos y simplemente se dejó llevar. Sonrió en sus labios y le miró a los ojos, sonrojada.

-Legolas... ¿esto está bien?- digo cogiendo su mano.
-¿Porqué no iba a estarlo?
-Por Tauriel. Apenas hace nada que lo habéis dejado. Y me siento muy culpable. Me parece una buena chica y se que si se entera le va a sentar muy mal.
-Si te sientes más cómoda podemos no decir nada hasta que quieras.

Ella se lo pensó un momento pero asintió poco después. Sabía que Aragorn se molestaría bastante si se enteraba. Legolas era su amigo pero su hermano era muy protector y podría decirle cuatro cosas de las que probablemente luego se arrepentiría. Y así pues se fueron a dormir sabiendo que de momento sería un secreto que no dirían hasta estar listos.
A la mañana siguiente todo parecía volver a la normalidad. La decoración festiva dio paso al mismo ambiente de siempre y las tareas, antes algo más ligeras debido a las fiestas, volvían a la normalidad. Delya bajó a desayunar como siempre. Se le había permitido volver a las batidas y esperaba volver a ganarse la confianza de todos. Sí, la apreciaban, pero aquella escapada suya dio mucho de que hablar durante días. Aragorn bajó con ella al encontrársela en el pasillo. Charlaban animadamente acerca de su cuenta a la rutina después de tanto tiempo sin poder unirse. Su hermano le dio varios consejos en los que le insistía en que no hiciera ninguna locura.

-Te prometo que no haré nada. Ya tuve bastante la última vez...- dijo ella mientras se sentaba en una de las sillas al llegar al comedor.
-Mas te vale... nos diste un buen susto aquel día.- le añadió Aragorn sentándose frente a ella.

Tauriel llegó poco después junto a Thranduil. Hablaban de todo lo que debían hacer aquel día que todo volvía a la normalidad. El rey elfo miró a Delya y sin decir una palabra, con la mirada le dijo todo. Ella asintió lentamente y suspiró. Legolas llegó con Gandalf. No hablaban de nada relevante pero al entrar hubo algo que hizo que ambos se mirasen. El elfo se sentó a su lado con una pequeña sonrisa. Gandalf se sentó al lado de Aragorn y empezaron a desayunar. Delya bajó la mano hasta su regazo. Legolas rozó su mano con la de la chica. Sonrieron y volvieron a poner las manos encima de la mesa. Hablaron, haciendo como que no pasaba nada. Y aunque ellos no lo supieran, Thranduil sí que lo había visto. No le había quitado el ojo de encima a su hijo desde que lo dejó con Tauriel y supo casi de inmediato que no tardaría en empezar algo con Delya. Era algo que me irritaba aunque no podía hacer nada. Hacia ya tiempo que había notado los sentimientos que su hijo tenía por la chica, incluso antes de que el mismo llegara a la conclusión de que la amaba. Y no era ella lo que le irritaba. Era el hecho de que si aquello salía bien y acababan casándose, su hijo perdería la inmortalidad, propia de los elfos. Y se empeñaba en pagarlo con Delya porque, a pesar de no poder controlar los sentimientos de su hijo, era a ella a quien Legolas amaba y se negaba a perder a su hijo después de haber perdido a su mujer. Saber que probablemente el tendría toda una eternidad sin su hijo lo mataba por dentro aunque no lo mostrase exteriormente. Quería hablar con ella. No para intentar persuadirla de dejar a Legolas, pero si para aclarar ciertas cosas. Quería dejarle claro que sabía de la existencia de su relación con su hijo y que a pesar de todo, le parecía bien. Y tras acabar el desayuno y antes de que ella pudiera irse, Thranduil la llamó y le insistió en quedarse. Ella, sorprendida, asintió y dejó que el resto se fueran a sus quehaceres mientras seguía al rey hasta la sala del trono. Una vez allí el la miró fijamente. Se movía de un lado a otro y a la vista de Delya, el parecía inquieto. Pero en un momento dado el paró y aún mirándola le sonrió. Saltó a la vista la sorpresa de la chica pues no esperaba esa reacción.

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