[1.Un chico nuevo]

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Izuku se había quedado solo, tirado en el suelo de ese baño luego de que le dieran tal paliza, sabía que iba a llegar tarde a la primera hora pero no podía parar de llorar, y no iba a ir allí llorando para que Iida y Ochako se preocuparan, las cosas de su mochila estaban esparcidas por todo el suelo, y algunas libretas estaban en los inodoros. Para Izuku había pocas razones para seguir viviendo, solo pensaba en que después del instituto iría a la universidad ha estudiar fotografía junto con Ochako. Solo tenía que aguantar dos años más. A parte de que tenía amigos fuera de la escuela, no eran amistades sanas, pero tampoco le importaba, de alguna forma debía distraerse.

[*]

En clase, Ochako se estaba empezando a preocupar, no dejaba de mirar a la puerta con nerviosismo, se preguntaba donde estaba su amigo, no solía llegar tarde, Izuku siempre llegaba antes que ella.

-Calmate Uraraka, a lo mejor solo esta enfermo. -Ante este comentario de Iida, Ochako se giró a mirarlo frunciendo el ceño.

-Sabes que si fuera así me hubiera mandado un mensaje. -Uraraka y Midoriya eran mejores amigos, y que Tenya le dijera algo así la ofendía, aunque el de lentes pensaba que estaba de broma en realidad Ochako hablaba muy en serio. La castaña pasó rápidamente del más alto y volvió a girar su cabeza para ver si su pecoso amigo aparecía por la puerta con su radiante sonrisa y sus adorables hoyuelos. La sirena estaba a punto de sonar y la chica no podía estar más agobiada, zapateaba y no dejaba de saltar cual conejo cada vez que veía a alguien entrar por la puerta. "Agh" Pensó Ochako al ver como un rubio ceniza entraba por la puerta, lo odiaba, lo odiaba a él y a sus amigos, se acordaba de que al llegar a esa escuela y se hizo amiga de Izuku no paraban de molestarlo, a Uraraka no le podía dar más asco.

-¿Crees qué él ha hecho algo? -Preguntaba el peliazul mientras seguía disimuladamente a Katsuki con la mirada para después mirar a su amiga quien no se cortaba a la hora de mirarle mal.

-Como Izuku llegue con heridas voy al director.

Después de un rato llegaron los amigos de Katsuki, quien junto a él, se sentaron al final de la clase para que después de dos segundos se empezaran a oir sus risas por toda el aula. Volvió a sonar el timbre, e Izuku todavía no llegaba.

-Buenos días clase. -Hasta el profesor llegó antes que Midoriya, Uraraka ya estaba demasiado preocupada, dejó de prestarle atención al profesor. -Hoy ha llegado un nuevo alumno, puedes pasar. -Por la puerta entró un chico con el pelo bicolor, una mitad blanca y la otra roja, sus ojos también eran de colores diferentes, uno era color turquesa y el otro gris, sin duda era muy alto y atractivo, todas las chicas de la clase empezaron a murmurar. -Presentate.

-Me llamo Todoroki Shoto, espero que nos llevemos todos bien. -La mayoría de chicas en la clase de verdad esperaban llevarse bien con él, los murmullos no tardaron en hacer aparición en el aula, dejando a su ya de por si cansado profesor con más ganas de jubilarse.

-De acuerdo Todoroki, busca un sitio y siéntate.

Una vez dicho esto, Shoto empieza a deambular por la clase hasta que da con una silla libre.

-¿Aquí va alguien? -Pregunta antes de colocar sus cosas sobre la mesa.

-Claro que no. -Le respondía una chica de cabello negro recogido con una coleta.

-¡Claro que si! -Llevó la contraria la castaña de mejillas rosas. -Aquí ya se sienta alguien. -Lo decía muy decidida, casi que asusta un poco al heterocromático.

-¿Y esa? -Señaló el sitio que había justo al lado.

-Esa si esta libre. -Dijo para luego girarse en su lugar con la mirada de odio de cierta chica pechugona detrás de ella, no le dio importancia, no era la primera vez que esta chica, la cual se consideraba popular, la miraba en menos, o directamente con asco.

Shoto se sentó en aquella silla a lado de la otra que estaba vacía, preguntándose quien sería el que se sienta a su lado para que esa chica tan fiera defienda su sitio con uñas y dientes.

[*]

El muchacho se ojos verdes se encontraba recogiendo sus cosas del suelo, algunas estaban rotas, debía tirarlas. Casi no podía ver bien de lo empañados que estaban sus ojos, no podía dejar de llorar, hasta hace un momento estaba viendose en el espejo, los moratones en cara, pecho y estómago, que le dejaran marcas en piernas, brazos o tronco le daban igual, podía taparlas, pero las de la cara no había manera, esa tarde volvería a ir corriendo a su cuarto para que su madre no lo notara, aunque sabe que si se llega a dar cuenta tampoco le iba a importar mucho, estaba más ocupada pensando en los hombres con los que quería acostarse que su propio hijo.

Cada vez que recogía una libreta se limpiaba los ojos, no podía dejar de hipar, mucho menos de soltar algún sollozo intentado controlar el volumen de estos para que ningún profesor o conserje lo encontraran allí, lo último que quería era tener que volver al psicólogo de la escuela, al que poco me importaba los alumnos a los que, supuestamente, debía ayudar. Izuku terminó de guardar todo, todo lo que pudo guardar, como era obvio no se molestó en mirar las libretas que acabaron dentro de ese inodoro en el que casi vomita por culpa de aquel pelirrojo teñido. Los odiaba tanto, lo asqueaban cada vez que abrían la boca para reírse o para soltar una de sus grandes invenciones o insultos, pero no podía hacerles nada porque le daba miedo, hacia tanto tiempo que lo tenían aterrado que a penas podía levantar la cabeza al tenerlos en la misma habitación, aunque ellos ni supieran que él estaba allí.

Vio la hora en su teléfono, el cual tenía la pantalla totalmente destrozada, y decidió que lo mejor sería ir a la azotea, que era donde solía estar con sus amigos en el descanso para comer, para esperar a que acabara la primera mitad del horario de clases, caminó en silencio, cuidando en que ningún adulto lo viera por los pasillos. No tardo mucho en llegar a las escaleras para subir a la azotea, Izuku era un chico que se pasaba la mayor parte del día como hacer su miserable vida un poco menos miserable, llegaba temprano a clase para no cruzarse con ninguno de sus compañeros, a la hora de salir esperaba a que salieran todos antes que él, nunca se separaba de su gran mochila amarilla por si acaso decidían utilizarla de papelera, le habían hecho tantas cosas que llegó a pensar en muchos detalles para que le dieran solo una paliza diaria, había días donde le salía bien y otras veces no tenía tanta suerte. Una vez en la azotea se sentó en el banco en el que siempre estaban sus amigos y él, se abrazó a su mochila con a un ancla a tierra y esperó, intentando pensar en cualquier otra cosa que no sea su vida.

No, de ti noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora