Preguntas

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Craig Tucker chasqueo la lengua, para luego fruncir su ceño.

-Mierda...

Susurro, viendo que la última obra que había realizado, había sido una porquería ante sus ojos.

Se levantó de su silla, para luego patear su cama. Aquello le provocó dolor, y volvió a insultar, esta vez, llamando la atención de su madre.

-¿Qué tal va la pintura? -preguntó desde la puerta, con una sonrisa.

Se encontraba temerosa por la respuesta que su hijo le dé, el temperamento del chico había empeorado en los últimos días. Por lo tanto, con un mínimo comentario, sacaba sus garras y arremetia contra cualquiera que esté en su camino.

-¡Es una mierda! ¡Es como si un cobayo, tuviera sexo con un humano, y el humano vomitara un ornitorrinco -cerró sus puños, enojado, paseando por toda su habitación.

La mujer casi ríe con el ejemplo tan extraño, pero si lo hacía, firmaba su sentencia de muerte.

A veces se preguntaba si era buena idea que su hijo descubra su lado creativo. Es decir, era algo que lo hacía feliz, y le daba dinero como para mantenerse solo -aunque seguía viviendo en la casa de sus padres-, pero cuando su inspiración desaparecía, era una fiera. Pasaba días sin dormir, se frustraba, y creaba mil obras, para luego volver a pintar de blanco, y empezar de nuevo.

-¿Por qué no sales un rato? Necesitas despejarte -le ofreció-. Quizás afuera encuentres algo que te inspiré, quien sabe.

El azabache iba a negarse, para gritarle a su madre y expulsar palabras sin sentido. Pero sabía que ella no merecía eso, y no le iba a compartir su furia. Así que llamó a Clyde, para encontrarse en algún lado. El muchacho acepto, casi al instante, comentando que iría a su casa en cuanto antes.

Y así fue. Pasados unos cuantos minutos, su hermana le avisó que el chico, ya estaba en la sala.

-¿Qué hay, máquina de crear? -saludo con una sonrisa.

Aquel comentario, provocó que Craig tuviera tics en su ojo derecho, junto a una extraña sonrisa.

-¿D-dije algo malo? Parece que me vas a matar -se alejó, un poco nervioso.

-No, solo me diste una idea -puso sus manos en su cintura-. ¿Qué te parece si hago una pintura con sangre humana? Tu serias un buen donante -su amigo trago en seco, a punto de salir corriendo. El artista sólo río un poco-. Es una broma, no pintaría con tu sangre. Debe estar sucia.

-¿Qué clase de broma psicópata es esa, Craig? -chilló. Luego dio un suspiro, acariciando su cabello-. Ignorare lo de la sangre sucia, mejor nos vamos de una vez.

Ambos chicos se fueron, en silencio. Hasta que Clyde volvió a hablar.

-¿Y que tal tus obras? -preguntó, sin saber lo que el otro estaba pasando.

-Tengo un bloqueo. No puedo producir nada hace días, es una porquería -explicó.

-Lamento oír eso -dijo con tristeza. Se quedó pensando aquello, para luego sonreir-. Amigo, tengo una idea genial -agitó su brazo.

-Si es tuya, dudo que sea genial -río.

-Escucha, ¿Has probado encontrar tu musa?

-¿De qué carajo hablas? -levantó una ceja.

Clyde prosiguió a explicarle a que se refería. Una musa era algo proveniente de la mitología griega, que representaba la inspiración para un artista. Mientras le contaba su idea, los chicos iban caminando, paseando por su ciudad, hasta llegar al café de Tweek.

-No se como encontrar eso, idea rechazada -negó.

-Oh, vamos, no seas tan negativo.

-¿Qué propones entonces?

El castaño miró a su alrededor, flores, edificios, locales, vestimenta, personas...¡Tweek! Abrió sus ojos sorprendido, en cuanto vio al rubio.

-Craig, encontré tu musa -sonrió con picardia.

 ᴹᶦ ᴹᵘˢᵃ [ᶜʳᵉᵉᵏ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora