Veintiocho | Melocotón

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Melocotón o durazno. (?) Como lo conozcan.


"Tu sombra, sin embargo, ya no te sigue. En algún momento te ha abandonado silenciosamente. Tú haces como que no te das cuenta, pero sí te has dado cuenta. Tu jodida sombra ya no va contigo, pero bueno, eso puede explicarse de muchas formas...", 2666.


Izzy se había convencido de que se estaban acercando a aquel claro al que le habían asegurado que debían ir, pero por muy convencido que estuviese, el viaje le estaba agotando y el hambre de su estómago parecía robarle más atención de lo que su mente inquieta solía hacer. Para su desgracia, las quejas continuas de Mimi a su lado no ayudaban, por mucho que supiera que no podía recriminárselo; él también quería quejarse, aunque él sí había podido dormir. Además de que pensaba pedirle que, cuando llegaran al claro, se teletransportara para encontrar a todos sus amigos y los llevara hasta ese claro. De poco le servía hacerlo antes de llegar al claro si después tenían que decidir entre todos cuál era el mejor camino para llegar.

Se detuvo cuando dejó de ver a Mimi por el rabillo del ojo y se giró para mirarla: se había agachado de cuclillas una vez más y había dejado caer la cabeza entre sus rodillas.

–¿Qué pasa ahora? –Resopló él.

Ella levantó la cabeza con la mirada todavía clavada en la tierra, y señaló con un dedo algo que parecía imperceptible a ojos de Izzy.

–Alguien se ha comido una ciruela –le dijo.

–¿Qué? –El ceño del chico se arrugó y ella ladeó la cabeza.

–O un melocotón.

–¿De qué hablas? –Se acercó hasta ella y se agachó a su lado.

–Mira, es un hueso de alguna fruta.

El pelirrojo observó lo que le señalaba y, efectivamente, parecía el hueso de una ciruela o de un melocotón. Su apetito pareció aumentar.

–La China –miró a su alrededor en busca de algún árbol que tuviera más fruta, pero no lo encontró–. El melocotón es originario de China.

El estómago de Mimi rugió a su lado.

–¿Crees que se lo habrán comido los demás?

–Es difícil saberlo, pero supongo que puede ser –Izzy observó el hueso de la fruta con detenimiento, y luego prestó atención a la tierra, que parecía removida en zonas por las que ellos no habían pasado. Escrudiñó de nuevo a su alrededor–. Sea quien sea, tiene que haber pasado por aquí hace poco.

Los arbustos a su derecha se agitaron y ambos se levantaron sobresaltados. Allí, saliendo de entre los matojos, Jake los miraba con expresión cansada.

El grupo más grande se puso en marcha tras encontrarse con Yolei y Ken, que parecían haber presenciado todo el espectáculo mientras el chico, tímidamente, había ido recobrando el ánimo ante la adrenalina que le transmitían sus amigos y las tonterías que hacía Davis. Yung les había asegurado que debían continuar hasta un claro cercano en el que, según las palabras del Maestro, debían encontrarse todos tarde o temprano. No tardaron mucho más de diez minutos en llegar, así que aprovecharon para sentarse y descansar. A su alrededor, tan solo un círculo de árboles los rodeaba. La tierra por aquella zona parecía más seca de lo que la habían visto hasta el momento, y la luz del sol lograba pasar a la perfección hasta ellos ante la ausencia de árboles interfiriendo. En el centro apenas había algunas pocas rocas pequeñas y arbustos que no sobrepasaban, quizás, el cuarto de metro de altura. Ken se sentó al lado de la roca más grande, cercano al centro del claro, y los demás hicieron un círculo con él. A su lado, Yolei se llevó las uñas a la boca y empezó a mordérselas. Cody se había quedado de pie frente a él y había cruzado los brazos con gesto serio y pensativo.

Digimon Adventure: WhisimbellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora