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Cada semana que Tony cumplía, aumentaba los destrozados nervios de Peter. Cuando cumplió las veinte y siete semanas, Peter se hacía absolutamente cargo de todo, esposo incluido. Al ser un embarazo gemelar, el vientre de Tony era bastante grande, y había que sumarle el peso acumulado en otras zonas, como por ejemplo: caderas y muslos.

Peter sabía que Rhodey siempre llevaba más de algo en sus visitas, ya sea comida o ropa para Tony, así que le tomo algo desprevenido que su esposo le pidiera acompañarlo a comprar más ropa, pensaba que las bolsas que llegaban cada dos días eran suficientes, pero Tony le expresaba que no, que ya no le quedaba tan cómoda y que también quería un poco de aire, distraerse un rato y comprar los accesorios que definitivamente necesitarían en un par de semanas más.

Cuando llegan al enorme almacén dedicado por completo a los bebés, Peter se siente desorientado. Ha estado leyendo sobre partos, y también sobre bebés, pero al ver una pequeñísima prenda se cuestiono si está preparado para cargar en sus brazos a la criatura que le quedara esa ropa. Antes de que su mente se llene de nubarrones, la mano de Tony se cuela debajo de su brazo y ve como recuesta su cabeza sobre el mismo, deja un beso entre los castaños cabellos e inician su recorrido.

"Pon tu mejor pose cariño, que saldrás en televisión". Las palabras del genio lo distraen de su tarea, elegir que biberón era el mejor para la primer lactancia. "¿Lo dices por las fotos que nos han estado tomando desde que entramos?", finalmente elige y las agrega al carrito, dejándolas hasta arriba para evitar quebrarlas. "Creí que no te habías dado cuento. ¿Cuál está mejor, el traje de osito con su amigo el pato, o el panda con su amigo el gato?", frente a Peter bailan las dos combinaciones, pequeños trajecitos con su gorrito correspondiente. "Claro que los he visto, las dependientas están que se muere por venir a verte. Y obviamente el que incluye al pato". Apenas terminaba la frase cuando las mujeres se acercaron con un mal disimulo a la pareja, primero ofrecieron ayuda y luego pidieron una foto. Tony sonríe radiante y concede.

Cinco horas más tarde llegan al apartamento, Tony lleva en mano la bolsa de papel que contiene su cena, una combinación de carnes y quesos envueltas en pan. Peter lleva las bolsas que le es posible cargar, y no es ni la cuarta parte de su compra; por suerte (que incluye ser los dueños del edificio) los botones son muy amables y diligentes en subir detrás de ellos con lo restante. Les agradece mientras van saliendo de la habitación asignada para los bebés, a Peter le tomaría horas subir todas las cosas.

La habitación de los bebés está continua a la de ellos, y Peter no había querido ver como avanzaba la decoración, que era liderada por Tony, Pepper y María. Si había visto cuando los blancos muebles y las cunas habían sido subidas, también vio pasar a los pintores, todo desde su lugar en el balcón, afuera. Y no es que Peter no quiera ser parte de eso, sabe que Tony quiere que lo sea, pero el no puedo. Tampoco es que no quiera a los hijos que su esposo ahora lleva, pero teme encariñarse, tiene miedo que ese amor le vaya a dificultar la toma de decisiones más adelante, que le vaya hacer dudar en los momentos donde tendrá poco tiempo para pensar. Peter no es negativo, solo es realista, tiene claro todo lo que puede salir bien y todo lo que puede salir mal. Así que planea muy bien sus pasos a dar en cualquiera de las dos situaciones, y eso mismo lo ha llevado a la conclusión de tomar algo de distancia con todo lo que le distraiga de lo importante, de Tony.

Peter ve el reflejo de Tony en el enorme espejo, espejo que cubre una pared completa del baño. Ve como cambia de ángulo y el mal humor está presente en su rostro, no puede evitar reír, así que cubre su boca, sabe que Tony podría escucharle e incluso verle en el mismo espejo, pero está distraído en su propio reflejo. La semana número treinta y tres había llegado, aumentando aún más el vientre de Tony y con eso su peso, se veía radiante, eso nadie lo iba a negar; pero también se veía algo gracioso, Peter se había fijado en la curiosa forma en la que ahora caminaba, también había oído los murmullos que al mayor daba al no poder entrar bien en ninguna camisa, y eso que eran de maternidad. Tenían esa nueva rutina cada noche, que involucraba un Tony parado frente a su reflejo por casi veinte minutos, y un Peter viéndole desde la cama, fingiendo que leía algo para evitar ser visto husmeando en lo que su esposo hacía.

Tony finalmente sale y sube a la cama, dándole la espalda, Peter se cuestiona que podría haber pasado ahora. "Están más grandes, y están horribles". Ahora ya sabe que es lo que le molesta, estrías. Eran tres, pero eran largas, anchas y rojizas, se extendían desde el abajo del ombligo hasta arriba de la mitad del estómago. "No son horribles, son la seña de que los bebés están creciendo. Y tú estás haciendo un increíble trabajo", no alcanzo a ver el puchero que hace Tony porque se gira a buscar a su nuevo ayudante, un bote de aceite de coco. Besa el hombro del mayor y le indica que se gire, levanta despacio el sudadero, y la mirada avergonzada de Tony calienta su pecho. Deposita la cremosa sustancia en sus largos dedos y la va esparciendo por la primer cicatriz, el suspiro satisfecho del genio le indica que está haciendo un buen trabajo. Repite el movimiento en la segunda y en la tercera, lo hace despacio y concentrado; tan concentrado que puede sentir los movimientos debajo de la piel de Tony, sostiene la respiración por un momento y finge no haberlo hecho. Aún no sabe controlar las emociones cuando eso sucede, la mayoría de la veces quiere llorar, y ya siente demasiado patético. Su ritual es más frecuente cada día, el alivio que Tony siente cada vez que los largos dedos de Peter le brindan le hacen sentirse mejor, y por consiguiente, Peter se siente mejor.

Decisión. [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora