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El espejo reflejaba su imágen encantadora, a sus veintiocho años no envidiaba el cuerpo de ninguna mujer, tenía todo en su lugar buenas pompas, buenos pechos, su cintura para ella era perfecta y además sabía muy bien sacar provecho de su belleza.
Sus ojos grises, siempre habían logrado atraer las miradas de los hombres, su pelo ondulado y castaño se le miraba bien fuera suelto o recogido, prácticamente nunca tenía que esforzarse demasiado para lucir bien, era como un regalo divino el que se viera bien en buen atuendo o en una simple pijama.

Se estaba preparando para salir esa noche, iría al departamento de su prometido para darle una sorpresa, no festejaban nada pero era su costumbre sorprenderlo de vez en cuando para no caer en la aburrida rutina, un hermoso juego de lencería roja y un par de medias negras era lo único que llevaría bajo su largo abrigo.

Tenía todo planeado una botella de champagne en una mano y dos copas en la otra, tocaría a la puerta y cuando el abriera se sorprendería tanto, que en ese momento no podía ni imaginar su cara.
Después de brindar la segunda sorpresa vendría al dejar caer el abrigo y no se un baile sexi o algo así, en esa parte tendría que improvisar.

Tomó su labial rojo y lo uso en sus labios quería resaltar esa parte de su rostro, se veía toda una cazadora lista para saltar sobre su presa, en este caso su prometido.

Hace tres años en un centro comercial un hombre se le acercó para iniciar una conversación, el tema era estúpido, el clima, por esos días el clima había estado de locos, por las mañanas frío con un poco de lluvia, en las tardes sol que no encontrabas dónde resguardarse para no quedar como tostadas, por así decirlo.

La conversación con el se alargó, pero ya no hablaban solo del clima ahora el tema se había vuelto personal, desde un como te llamas hasta tienes novio, pasando claro por el número de teléfono.
Esa fue una pequeña reseña de como conoció a su prometido.

Aquel hombre le había robado el sueño desde el primer día, a pesar de que Leyla su amiga le recordaba con lujo de detalles las consecuencias que siempre le traía el dejarse llevar por un buen trasero, varias decepciones amorosas habían marcado su vida antes de conocer a William, todos esos falsos amores tenían algo en común, buen trasero y abdomen marcado eso era su debilidad.

Tomó sus llaves, eran casi las nueve de la noche, si se daba prisa seguramente llegaría poco después que el, William acostumbraba a llegar poco más de las nueve, su departamento no estaba a más de treinta minutos de ahí, así que haciendo cuentas podría sorprenderlo.

Manejó por las calles de Nueva York, una ciudad muy ajetreada a todas horas del día, necesitabas tener nervios de acero para no enloquecer por el estrés, su amiga Leyla siempre decía que para curar el estrés nada mejor que una copa y una noche de pasión, por lo cual su amiga recurría a visitar los bares en busca de alguna terapia.

Eran las nueve treinta cuando llegó al departamento de William bajó del auto, tomó sus copas y su botella de champagne, acomodó su abrigo y comenzó a caminar hacia el ascensor.
Por fin había llegado, había pensado tocar su puerta para que el acudiera a abrir y así le diera la sorpresa, pero se había decidido por entrar sin avisar. Tomó sus llaves y abrió la puerta, se imaginaba a William descansando en el sofá de su sala, pero no...no estaba ahí, coloco las copas y la botella de champagne sobre la mesa de centro avanzó a la habitación seguramente se encontraba ahí, se quedó inmóvil sujetando el pomo de la puerta... varios ruidos provenían del otro lado de esa puerta, eran sonidos inconfundibles... Gemidos y jadeos. Sería una estúpida si creía que William se encontraba del otro lado dándose placer el solo, solo una imbécil pensaría eso.

Se encontraba debatiendo si debía entrar, soltó el pomo y bajo a la sala, tomó la botella de champagne y camino a la cocina. No quería champagne, necesitaba algo más fuerte cambio la botella por una botella de tequila, regreso a la sala y tomo directamente de la botella, arrojó las copas a la pared, cientos de pequeños fragmentos de cristal se esparcieron por todo el lugar, la intención de Selina era claro, quería que el ruido del cristal rompiéndose alertara a los amantes en la habitación, y tuvo éxito, inmediatamente un hombre alto, de piel morena, cabello castaño y ojos verdes, se encontraba ahí parado frente a ella mirándola con cierto temor y culpa, o tal vez la culpa era algo que Selina quería que el sintiera.

LA CHICA DE LAS MEDIAS NEGRAS(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora