Llegó al Santuario pasada la medianoche. Si bien era de su preferencia viajar a esa hora, ese día se le había hecho mucho más tarde que de costumbre. Había querido quedarse con los niños hasta que éstos se durmieran, cosa sumamente difícil de hacer cada vez que él partía. Sabiendo que no lo verían por algunos días, sus discípulos se resistían al poder del sueño tanto como sus ojos se los permitieran. Esta fue la primer razón de su tardanza. La segunda, que el corresponsal del Santuario en Rusia (el mismo que había llevado a ambos niños a su encuentro y bajo quien quedaba su cuidado mientras él no estuviera) se había retrasado.
Subió los peldaños de las doce casas en completo silencio, pues sus guardianes debían estar ya descansando. Sabía porque así lo sentía, por otro lado, que en Escorpio su propietario no hacía lo mismo que el resto. Podía sentir su energía despierta allí esperándolo. Milo siempre lo recibía, no importaba la hora en la que él llegara. Desde que eran amigos así había sido e incluso mucho antes también. Una fugaz sonrisa llegó a su rostro para perderse casi al instante en sus labios. Ahora que había pensado en su amigo, era inevitable para él pensar también en cómo éste se encontraba. Hacía al menos tres meses que lo notaba diferente, más callado, mucho más callado. Sabía que algo le estaba pasando, aunque no tuviera la menor idea de lo que eso pudiera ser. En varias oportunidades había, sin ser obvio, intentado que éste se abriera pero al notar que el griego no lo hacía, había resuelto dejarlo en paz con lo que sea que estuviera cargando. Era demasiado respetuoso como para ir en contra de los deseos de Milo. Jamás le hubiera insistido. Cuando estuviera listo, sabía que sería la primer persona a quien el griego buscaría. No obstante ésto, no podía negar que se encontraba algo preocupado.
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Nervioso por el encuentro, no podía más que andar y desandar sus pasos una y otra vez. Se sentaba en las escalinatas de su entrada, se paraba. Ingresaba, volvía a salir. Por nada del mundo no recibiría a su mejor amigo, aún cuando tuviera que aguantarse toda la amargura que le provocaría verlo y no tenerlo, pues sabía, también, que la felicidad que sentiría por su regreso sería inmensa.
Un largo mes había pasado desde que lo vio por última vez, mes en el que se había tomado el tiempo para pensar en lo que haría. Animado por Mu tanto como por Afrodita, había resuelto que al fin confesaria al francés lo que le había estado ocultando. No sabía cómo pero lo haría, pues ya no lo soportaba. Los días se habían vuelto un infierno. El enorme dolor que sentía le corría las entrañas y por mucho miedo que tuviese a su reacción, ya no tenía opción. De seguir así su silencio lo mataría. En todo eso meditaba hasta que sintió, luego de largo rato, abandonar la casa de Libra al dueño de sus pensamientos. En cuestión de minutos, Camus estaría allí.
- Bienvenido, amigo mío.. - lo saludó con la calidez de siempre, más muriéndose por dentro al haberse obligado a pronunciar aquellas palabras. Había decidido esperarlo sentado en la entrada ya que así le pareció que era la posición en la que menos se le notaban los nervios, aunque ahora pensaba que tal posición no existía. A flor de piel, podía sentir cómo poco a poco estos comenzaban a dominarlo.
- Hola, Milo - de pie frente a él, el francés lo miró con el mismo cariño. Como siempre, lo veía simplemente hermoso.
¿Cómo era posible que un ser como aquel fuera real? ¿No le habían enseñado de chico acaso que la perfección no existía? Con qué ganas les habría presentado a su amigo a los tantos tutores que en un pasado tuvo. Qué equivocados estaban. Correspondió su mirada, así como la sonrisa, esa siempre tímida pero bellísima, que el acuariano tenía. Y en cuestión de un segundo, la garganta se le cerró. No pudo siquiera emitir una palabra, los azules ojos de su amigo le habían arrebatado aquel sentido. Con la sonrisa aún en sus labios, éste se le sentó al lado. No lejos sino cerca, muy cerca. Tanto que no quedaba casi espacio entre uno y otro. Al igual que él, Camus también lo había extrañado.
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Revolución (MiloxCamus)
FanfictionEsta es la historia de cómo Milo se ve completamente sorprendido por el santo de Acuario que, hasta entonces, tenía órdenes de vivir en Siberia, muy lejos del Santuario de Athena. Sin tener ninguna experiencia previa con la que comparar, Milo tendr...