La entrega

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Se había propuesto hablar con Milo apenas fuera posible pero la verdad es que no esperaba que la situación se diera al atravesar su casa. Bastante entrada en horas ya, la madrugada en Grecia no se había hecho esperar. Y si bien no había planeado hacerlo, no podía negar que se sentía feliz de que el escorpiano le hubiera interceptado el paso. Suficiente tiempo habían ya esperado. Al igual que él, no quería perder un minuto más.

Se le derretía el corazón de sólo pensar en la expresión que éste tenía cuando lo recibió. Asustado por su reacción, se había limitado a mantener una distancia que bien podría haber matado a ambos. Odiaba creer que él mismo era el culpable de haberle inspirado ese miedo, Milo no quería cometer el más mínimo error y le habría gustado decirle que no podría hacerlo ni aunque quisiera. Pero no. Merecía más que eso, merecía una genuina declaración. Se la había ganado y él pensaba dársela, más no quería que fuera apresurada ni necesariamente fácil de pronunciar. Le abriría su corazón, se lo regalaría, pero a su debido tiempo y con la parsimonia que bien sabía que Milo merecía.

Una vez en su habitación, se dio el privilegio de recorrerla con la mirada antes de pronunciar palabra. A decir verdad, estaba bastante ordenada. Tanto su casa como su guardián se veían bien, mucho mejor que lo que recordaba haber visto antes de partir. Había esperado encontrarse algo peor pero, al parecer, el griego había cumplido su promesa y con creces. Apenas éste cerró la puerta detrás suyo, ocupó en silencio los pies de su cama. Nervioso, intentaba ocultar lo difícil que se le hacía la situación pero no le salía ni un poco. Tenía el aspecto de estar a la espera de un parte médico para nada alentador. No sin esfuerzo, ahogó la sonrisa que comenzaba a querer asomar a sus labios, se apoyó en el escritorio y lo miró con tranquilidad.

- No me has respondido como has estado - comentó.

- No sé qué decirte, Camus.. - admitió su amigo.

- ¿La verdad?

- Tú sabes la verdad.

- Quizás.. - respondió manteniendo la calma. - Pero me gustaría escucharla de ti.

Desconcertado, el escorpiano pestañeó varias veces antes de responder.

- Estuve mal. ¿Qué más podría decirte? Fueron días demasiado largos y tú.. - dudó por un instante pero continuó. - Tú tardaste demasiado..

Notablemente temeroso por la respuesta que él pudiera darle, era evidente que el griego estaba eligiendo las palabras a medida que las iba pronunciando. Detenerse a pensar antes de hablar no era algo a lo que estuviera acostumbrado, por lo que se notaba el esfuerzo que estaba poniendo en ello.

- Lo intenté, Cam. Intenté cumplir mi promesa pero cada día fue una maldita tortura.

Poco a poco, Milo volvía a ser Milo y es justo lo que él buscaba. No quería que fuera cuidadoso con sus palabras, meticuloso con su tono de voz o con no caer en la exageración. Por el contrario, lo quería como era cuando transmitía su opinión, impulsivo, pasional y sí, a veces exagerado también.

- ¡Ya no sabía qué diablos hacer para que el tiempo transcurriera más rápido! Te odié por no cumplir tu parte del trato y me castigué por ser tan egoísta al mismo tiempo. Yo.. - la calma fue regresando a su cuerpo. Abrupto, el tono de su voz bajó y sus ojos volvieron a verse tristes. - Yo te extrañé.. Te extrañé demasiado, tanto que no podía pensar en otra cosa que no fuera en tu regreso..

En silencio, dejó que el griego escupiera todo lo que llevaba dentro. Una vez que él lo hiciera, sería su turno.

- En cuándo vendrías.. En qué me dirías.. - lo miró suplicante. Abierto como un libro, Milo no tenía el menor problema en sacar a relucir sus sentimientos. Así había sido siempre y eso le encantaba, pues esa transparencia era justamente algo de lo que él carecía. - Y ahora que te tengo enfrente, deseo mantener la poca fe que me ha permitido seguir pero.. - titubeó. - Pero también tengo miedo. Tengo miedo de callar y de dejarte hablar, pues temo que lo que vayas a decir acabe por destruirme..

Revolución (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora