Reencuentro

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Era ya demasiado tarde para andar dando vueltas por ahí. La noche había reclamado su lugar en muy corto tiempo, pues se encontraban en invierno. Se había escapado del Santuario luego de haber descendido y comprobado que Camus se encontraba en el Coliseo. De pie junto a quien le pareció era el caballero de Capricornio, la silueta de su amigo, aún a lo lejos, era inconfundible..

Se había sentido un estúpido. Sin saber exactamente qué debía hacer, había escogido alejarse de allí durante horas. No habría podido soportar su indiferencia, no delante de sus compañeros, por lo que no fue sino hasta que creyó que cada uno de ellos se encontraría ya en sus respectivas casas, que emprendió el ascenso a la propia. Con Mu fue con el único que intercambió palabra. Después de todo, era quien le había abierto los ojos y quien, por ende, ya estaba al tanto de su situación.

- No me digas que te has estado ocultando todo el día, Milo.. - cálido, su amigo lo recibió con suma ternura.

En silencio, tan sólo asintió. Si Mu se había dado cuenta de ello, probablemente los demás también.

- Odio verte así.. - el ariano le apoyó una de sus manos en el hombro.

- Es lo que gané por idiota, Mu - afirmó vacío, pues ya no le quedaba ni una sola emoción dentro. - Tenías razón. Siempre tuviste razón.

- Milo..

- Estaré bien - interrumpió al caballero. Sólo quería llegar a Escorpio, el único lugar en donde podía no fingir.

Abandonó Aries lo más rápido que pudo. Agradecía el cariño de sus amigos pero realmente no se sentía mejor con nada de lo que éstos pudieran decirle. Una sola persona tenía ese poder y no era ninguno de ellos. Así pues, el frío de la noche fue la única compañía que tuvo hasta llegar a su casa. Odiaba aquella estación, el invierno siempre le había parecido asqueroso. Hoy, sin embargo, le daba al clima un valor muy diferente. El frío que sentía le recordaba a esa persona que no lo sufría y que, por el contrario, lo disfrutaba. Era parte de él y de quién era. ¿Cómo seguir odiandolo cuando era todo lo que tenía? Lo más cercano a su energía, a su gélido cosmos. Con aquella idea en su cabeza, cerró los ojos con angustia. De pie, no pudo continuar subiendo. Se encontraba a mitad de las escaleras que lo separaban de su hogar, desde allí podía verlo. Con su enorme estructura, Escorpio lo esperaba con sus brazos abiertos. Unos pasos más, sólo unos pasos más y podría entregarse por completo a su dolor. Al llegar al fin a su casa, no obstante, sintió que no estaba solo. Sobresaltado, agudizó sus sentidos. Fue perfectamente capaz de discernir que el visitante, fuera quien fuera, se encontraba en su biblioteca. Estático, tragó saliva al llegar a esa conclusión. Aquello podía salir muy bien o muy mal.

- ¿Cam..? - por mucho antes que hubiera llegado a la conclusión de que se trataba de él, pues quién sino se habría inmiscuido de aquella forma en su hogar, se sorprendió infinitamente al verlo.

Tranquilo, el acuariano se encontraba apoyado en el escritorio detrás suyo y con un libro abierto en las manos. Al ingresar a la habitación, sus ojos abandonaron dichas páginas para posarse esta vez sobre él. Por poco le flaquearon las piernas. Después de tanto tiempo volvía a tener el privilegio de tenerlo en frente, de verlo y que él también lo hiciera. De ser observado por la más hermosa mirada que en su vida había visto. Por todos los dioses, cómo lo había extrañado..

Nervioso, dejó la puerta abierta y se apoyó a un costado de la misma. Pegado a la fría pared, no sabía qué hacer o qué decir.

- ¿Me estabas esperando..? - se animó a preguntar. Hablar con Camus era de lo más natural, ¿por qué ahora le costaba tanto?

- Sí, hace rato. Estaba por irme - le respondió el francés. Le hablaba como siempre, eso lo tranquilizó.

- Lo siento, es que.. - titubeó. - No estuve en el Santuario..

Revolución (MiloxCamus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora