Me la encontré en una mesa apartada de la cafetería a la cual solía ir cada día aunque fuese un rato, con mi música, los deberes y mil pensamientos recorriendo mi cabeza, estaba en la cola detrás mío, y al girarme la vi, no medía más de metro sesenta, iba con el pelo puesto descuidadamente hacia un lado, una camiseta de un grupo, las uñas cortas y con el pintauñas desgastado, en sus manos con las venas marcadas por su piel suave y de porcelana, unos pantalones vaqueros apretados y unas convers desatadas. Pidió un café con leche en un vaso para llevar, pero se sentó en el patio trasero de la cafetería, encendió un cigarro, lo puso en su boca, y se podía ver lo cuidadosamente colocado que estaba entre sus dedos, dándole caladas largas hasta llegar a desgastarlo, desaparecer, como parecía que quería hacer ella en su mirada, que era tan indescifrable como clara, una mezcla rara, como quería que fuesen nuestras almas. Sacó un libro, y empezó a leer, no pude ver el título, pero estaba convencida de que tendría buen gusto, a ratos apuntaba algo en unas hojas que tenía encima de la mesa, y luego volvía a su lectura.
Su melena larga y despeinada le sentaba genial con sus ojeras, las cuales mostraban esas noches en vela entre sus pensamientos y sus escritos en los que parecía que se pasaba todas las horas sumida.
Estuve mirándole de vez en cuando, mientras sorbía su café, miraba al libro, cogía el cigarro, y le daba una larga calada, desgastándolo lentamente, de vez en cuando apuntaba cosas sueltas en sus hojas, pero tendrían algún sentido en su mente, tan aparentemente enrevesada. Cuando empezó a hacerse de noche, recogió las cosas y se fue, como si nunca hubiese existido, y yo, cinco minutos después, salí de la cafetería con la música a todo volumen intentando no pensar en la comisura de sus labios levemente manchada del café que se estaba tomando.
Intenté no pensar en ella, me puse a leer, escribir, pero todo tenía una extraña conexión hacia ella, entonces, intenté dormir, pero esa fue una de mis noches de insomnio, en las que pensamientos infinitos recorren mi mente y no paran de repetirse sin pausa, así que decidí hacer algo productivo, me puse los pantalones de deporte, una camiseta de tirantes, cogí mis cascos y la música, y salí a correr, estuve desde las cuatro hasta las seis dando vueltas por mi pequeño pueblo, hasta que decidí irme a casa, ducharme e intentar descansar. Conseguí dormirme un par de horas, al despertarme a las ocho, me puse un conjunto simple de cosas que cogí del armario y salí con mi mochila.
Me senté en el banco de un parque, frente a unos patos y niños dándoles pan y mirándolos felizmente. Estuve durante horas, perdí la cuenta, hasta que mis tripas me avisaron de que era hora de comer, volví a casa y me preparé mi ensalada, hecha solo de lechuga y vinagre. Pasé a ordenador lo escrito, leí un poco y me decidí por ir a la cafetería con la ilusión ciega de volver a encontrarme a la misteriosa chica con estilo descuidado que tan loca me había dejado.
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Ella. [parte 1]
RomanceElla, la conoció en una cafetería, y no se dio cuenta, pero iba a cambiar su vida poco a poco, e iba a convertir todo en algo raro, diferente.