Capítulo 8

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Capítulo 8: Duda.

━━━━ Y... ¿ACEPTARÁS?

Me encontraba deambulando sin destino por las calles de Salt Lake, pensativa y con mil dudas en mi cabeza, analizando lo ocurrido hace tan solo unos minutos, la inesperada propuesta de esa rara maestra rubia que no me hacía ninguna clase.

¿Cantar frente a todo? Claro que no, no quería cantar frente a nadie ni en esta ni en la siguiente vida, si llegara a pasar seguramente me daría una crisis y me moraría sin más. La angustia sería gigantesca y me paralizaría quedando en vergüenza

Oh no, claro que no, señor.

Además de la timidez que cargo.

No podría cantar así nada más, el sentimiento me cubriría por completo y quedaría al descubierto, eso sería peor que la muerte.

Sacudí mi cabeza violentamente.

Vamos, Sam, no te dejes llevar.

Intenta borrar todo pensamiento sobre esa propuesta, deja la duda, hay que ser firmes, no pienso ni pensaré nunca en unirme ¿no?

Suspiré pesadamente subiendo a mi patineta empezando a rodar por las calles mirando a todo mi alrededor en busca de una pista de la ubicación de mi casa. Ya orientada seguí ya sin pensar en nada más.

Conecté mis audífonos y me dirigí a mi casa.

Ya fuera de esta, saqué mis llaves, abrí la puerta, lancé mis cosas en la entrada y merodeé por la casa buscando a mi papá Andres, sin encontrarlo en la planta baja, subí a su oficina entrando sin avisar, encontrándolo en la computadora, hablando por teléfono.

Caminé como ya acostumbraba hacer hasta frente de su escritorio, sentándome de un salto en el sofá frente a él. Saqué mi móvil y revisé los mensajes, habían de Ricky y Big Red, las únicas personas con las cuales hablaba por mensaje y una de la compañía de teléfonos.

Hice una mueca sin tener intenciones de contestar a ninguno de los dos sintiendo aún en mi la vergüenza de haber sido pillada por ambos cantando. Bloqueé mi teléfono y lo dejé sobre el escritorio con pesadez.

— Okey, adiós, tengo algo que hacer, Robert — se despidió mi padre de su representante en la empresa, el que hablaba por él siempre. Después de uno segundos mi padre corto y dejó su celular en el escritorio, se quitó sus gafas y apoyó sus codos en la mesa, mirándome fijamente con una sonrisa — ¿Que tal la preparatoria?

— Bien... Bueno... Mmmmm... No tanto — susurré recostándome sobre el mueble — Surgió algo.

— ¿Que sucedió?

— Me invitaron a participar en una obra, pero no aceptaré.

— ¿Porqué? — quede en silencio — Hija, cuéntame, sé que no soy un psicólogo o un consejero como Nicolás, pero te puedo escuchar.

— Me da miedo bloquearme en medio de la canción — me enderecé — Amo la música, ustedes lo saben, pero... Mmmmm — dudé y miré hacia su estante vacío — No quiero enfrentarme al pasado, no puedo librar este peso y creo que nunca podré — coloqué mi mano en mi cicatriz y mis ojos se aguaron, lancé una risita triste.

— Cariño, tal vez deberías aceptar la ayuda de nuevos amigos, el teatro, esa obra que dices, te dará amigos nuevos, nuevos motivos de seguir adelante, ellos serán tu presente — alzó su brazo y tomo mi mano por encima del escritorio — Quizás cantar una canción en especifico te ayudará, ya sabes, una canción liberadora, no una que te mantenga ahí, en el pasado.

OVERCOME, Ricky BowenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora