Capítulo 7

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Nairobi POV

Miraba perpleja a la persona que me esperaba; mis manos empezaron a sudar y mi respiración se aceleró mientras trataba calmarme. Era Gandía. ¿Qué coño estaba pasando? No entendía nada, y temí por mi vida de nuevo. Igual venía a darme otra mala noticia, aunque ya no me quedaba nadie más que el profesor, así que no supe qué pensar.

La gobernanta me puso una caja con sábanas, toallas y condones en los brazos, acababa de recordar que era un vis a vis íntimo, pero claro estaba que solo íbamos a hablar. Entré en la sala temblorosa, estaba muy asustada por todo lo que nos había hecho ese hombre hasta ahora. Lo único que quería era cargármelo a puños, pero no tenía la fuerza suficiente para meterme en una pelea y además, estaba en a cárcel así que solo empeoraría mi situación y me quitarían mis posibilidades de reducción de condena.

Me senté en la cama esperando a que él dijera algo, pero no lo hizo y nos miramos a los ojos con rabia por unos segundos. Fueron unos segundos en los que en mi cabeza planeé mil maneras de asesinarlo en el sitio. Mil maneras de matar al asesino de mi mejor amigo, al que además no le cayó ningún año de condena, porque el puto inspector a cargo dijo que lo hizo en defensa propia, y que estaba totalmente desarmado. Defensa propia mis ovarios. Desarmado mis ovarios. Él había matado a mi mejor amigo, a quien una vez amé y no se lo iba a perdonar. Entonces respiré hondo y le pregunté:

-¿Y tú qué? ¿Qué quieres?

-Mira, mil leches, esto lo podemos arreglar de varias maneras; tú me matas, te aumentan la condena y no sales de aquí en tu puta vida. O yo te mato y me meten en la cárcel. O no nos matamos y vamos al grano - dijo con su asqueroso acento andaluz. - entonces escúchame. Me manda el profesor para decirte que en una semana va a ingresar un nuevo funcionario, amigo suyo. Él te obligará a ir a declarar, porque va a haber un pequeño accidente dentro de la cárcel, del que serás testigo. Tú solo debes ir con él y en el camino te recogerá tu compañerita.

-¿Quién?

-¿Quién va a ser? Tokio. Ella atracará el convoy y te rescatará, de allí cogeréis el tren de mercancía directa al pueblo al lado del monasterio. El de Italia. En una semana. Te esperan allí el profesor, Lisboa y Marsella. Después el plan sería ir a por los demás atracadores. - en ese instante, comenzó a golpearse la cara contra la pared sin decir ni una sola palabra, hasta que empezó a salir sangre de su cabeza.

Algo extrañada, me acerqué para saber si tenía algo más que decirme, pero él cogió la almohada y se abalanzó encima mío.

-Te dije... que... te mataría. - con todas mis fuerzas empecé a patalear al hombre, a la vez que mis manos intentaban quitar la almohada que me asfixiaría en cuestión de segundos. Poco a poco noté la falta de oxígeno en mis pulmones, lo cual me agobiaba, cerré los ojos para poder ejercer una última y mayor fuerza y echar a Gandía a otro lado. Cogí impulso y con todas mis fuerzas restantes, que eran pocas, le pegué una patada en el bazo. Aún así, esto no fue suficiente y él siguió ahogándome con la almohada.

Cuando ya estaba totalmente desesperada, dejé de intentar escaparme, y asumí mi final. Pero de pronto la gobernanta entró tirando abajo la puerta. Menos mal. Le dio una descarga eléctrica a Gandía y vino a ver si mi corazón seguía latiendo, el cual por poco paró. Me levanté corriendo, pero tuve que volver a sentarme porque una fuerte sensación de mareo me atormentó. La gobernanta me preguntó:

-Ágata, ¿estás bien? - tragué saliva y asentí. Ella, por su parte, creía que le daría una respuesta más desarrollada - pero, ¿a qué esperas para decirme qué ha pasado?

-Gobernanta, que el payo este de repente me quería estrangular después de haberse dado un par de golpes él mismo contra la pared, ¿le parece a usted normal? - me di cuenta de lo barata que sonaba mi explicación, pero solo yo y él sabíamos la verdad. La mujer me miró dudosa.

-Vuelve a tu celda - dijo finalmente.

No podía parar de pensar en todo lo que haría en una semana; escaparme con Tokio, ¿cómo estaría?, ver al profesor, a Lisboa y a Marsella, fugarme de una maldita vez de este infierno en el que estaba atrapada. De pronto, el zumbido volvió a mi cabeza y cuando iba a subir el último peldaño de la escalera, dejé de sentir mis piernas y vi todo negro.

Tokio POV (una semana atrás)

La bienvenida a la banda, o a lo que quedaba de ella, fue agradable. Me vinieron a la cabeza todos los recuerdos vividos hasta ahora, pero era momento de centrarse, porque mis compañeros y compañeras no saldrían por su cuenta de esa. El profesor nos hizo sentarnos a todos de nuevo, y se le veía feliz de poder volver a impartir otra de sus maravillosas lecciones.

-La primera persona a la que rescataremos será Nairobi. Y, ¿que creéis que usaremos para ello? - levanté la mano, suponiendo la respuesta - ¿Tokio?

-Pues al desgraciado ese - respondí con una mirada de desaprobación.

-Exacto, porque él es nuestra mayor arma. Él puede entrar a la cárcel sin levantar sospechas. Nadie ha denunciado su desaparición, así que enviaremos a Gandía a tener un vis a vis íntimo con Nairobi, y así ella podrá estar al corriente del plan.

-Pero... ¿nosotros cómo fiarnos de él? - preguntó inquieto Marsella.

-Pues esa es la parte más divertida; están en la cárcel, al mínimo indicio de violencia lo sacarán de ahí. Gandía, tú, por tu parte, le dirás a Nairobi lo que haga falta porque habrá un agente fuera de la cárcel escuchando todo lo que dices por un micrófono.

Gandía, que se encontraba atado a la silla al fondo del aula, asintió con impotencia. Me moría de ganas de joderle la vida a ese tío, había roto lo que quedaba de mi familia y además casi se había salido con la suya. El odio era mutuo.

A los tres días de inspeccionar un poco más a fondo el plan, todos marchamos hacia España en el último tren de carga.  El profesor explicó cómo el plan consistía en traer de vuelta primero a Nairobi, ya que era la cárcel con menos seguridad de todas. Una vez estuviera aquí, todo sería más llevadero para todos. Su gracia y su alegría cambiaban el ambiente indudablemente, a su lado todo parecía más fácil.

En España, nos alojaríamos en un furgón que el profesor había guardado debajo de un puente. Ese hombre había previsto todo.

Entre rejas ~ NairobixSarayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora