Epílogo

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Saray POV

-Lo sentimos profundamente, señora Vargas - anunció la doctora.

Yo, con el corazón partido en mil pedazos, asentí y saqué el teléfono para llamar a Estrella y Axel. No sabía ni cómo decírselo, después de treinta años cuidándolos sería difícil, al no ser nunca la primera en decir la primera palabra. Ella era siempre la que daba el primer paso.

-¿Estrella, cariño? - mis ojos se inundaron de lágrimas y me vi incapaz de seguir hablando, eso le debió de dar información suficiente para entender.

-Voy para allí - dijo refiriéndose al hospital.

Mi pequeña, o ya no tanto, Estrella tenía treinta años. Estaba hecha toda una mujer, mientras que las arrugas ya empezaban a consumirme a mí. Axel, su hermano, tenía treinta y siete años. También lo llamé cuando reuní el valor suficiente. Pero todo aquello era demasiado para mí; cuando me aferraba a alguien siempre intentaba recuperarlo a toda costa, pero ¿quién era yo para hacerle frente a la muerte? Nadie. Absolutamente nadie.

Llegaron mis dos hijos por fin al hospital. El chico, quien era más sensible, se acercó a mí con los brazos abiertos para envolverme en ellos. Estrella espera,a con un gesto agridulce al lado, cruzada de brazos. Los tres sabíamos que lo importante era aguantar juntos el duelo que venía entonces.

-Mamá... ¿has... has estado con ella? - preguntó Estrella tras soltarse del largo abrazo colectivo, con la voz rota.

-Hasta el final, Estrellita, hasta el final - le contesté -. Os quiero mucho, ya lo sabéis, ¿no?

Ellos contestaron volviendo a abrazarme y tratando de aliviar la tristeza con amor. La persona que tanto había luchado por nosotros se había ido por una maldita enfermedad contra la que no pudimos haber hecho nada de nada.

-Nos vamos - ordené cuando se me ocurrió una maravillosa idea. Saqué el móvil e hice una compra para dentro de dos horas. Nos íbamos al monasterio. -. Axel, haz el equipaje, por favor.

-Voy - dijo él marchándose hacia el coche.

-Estrella... Tú ve a encargar unas flores a la floristería. - la chica asintió y se fue.

Yo entré por última vez en la habitación en la que, hasta hace pocos minutos, mi mujer seguía viva. Ahora solo quedaba un cuerpo, y nada de su espíritu.

-¿Lo incineramos? - preguntó un enfermero entrando a la sala.

-Sí, por favor...

Se llevaron la camilla y yo compré los billetes para ir en avión a Italia.

Las próximas horas fueron duras, aunque no lo suficiente para acabar con nosotros. Estuvimos en silencio durante el viaje y cuando llegamos estábamos tan exhaustos que no creímos poder andar un solo paso más. Pero todo cambió cuando vimos a Raquel y el profesor tumbados en el claustro del monasterio. Se levantaron cuando nos vieron en lágrimas y vinieron a abrazarnos, suponiendo lo que había pasado.

-Lo... Lo siento - dijo el profesor. El tiempo había pasado para él también, y aunque preservaba su aspecto intelectual, ya no era el mismo.

Pusimos las flores en el jardín y yo me arrodillé. Los demás mantuvieron una distancia, como si temieran que en cualquier momento me fuera a derrumbar.

-Adiós, Nairobi - pronuncié por último, mirando a la urna con sus restos y las preciosas flores.

Luego, fui a uno de los muchos pilares del edificio, y con todas mis fuerzas, casi cogiendo carrerilla, me estampé contra él, llevándome con mi amada.

Flashback en Cruz del Sur

-¿Entonces no te quieres morir? - preguntó Ágata desde el otro lado de la pared de los cuartos de aislamiento.

-Solo cuando tú te mueras.

Fin del flashback.

Fin de la historia

Entre rejas ~ NairobixSarayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora