Capítulo 4.

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Capítulo 4.

La luz se colaba por la ventanas sin tapar, no tenía idea cómo había llegado, pero el hecho de estar acostado en su cama con tanta tranquilidad le provocó miedo. ¿Qué había pasado? ¿Por qué le había dejado dormir? ¿Acaso se había dado cuenta Blackhat de su esfuerzo en terminar todos los proyectos de la semana y había decidido dejarlo descansar? Tantas preguntas se amontonaban en su cabeza y solo lograban asustarlo y alterarlo más, finalmente decidió levantarse de su cápsula y averiguar qué había hecho este castigo diferente a los demás.

Al levantarse se dio cuenta que aún conservaba su ropa rota y manchada pero una bolsa nueva se posaba en su cabeza. No le pareció tan raro, su bolsa la cambiaba todos los días, lo que si le era extraño es que no recordaba habérsela cambiado. Por el bien de su mente ignoró el detalle de la bolsa y mejor se enfocó en los daños que tenían tanto su ropa como su cuerpo.

Se decidió por quitarse primero la bolsa que ocultaba su rostro, verificando de antemano que todas las ventanas estuvieran cerradas junto con la puerta, evitando maltratar la bolsa la colocó a su lado, deseaba seguir usándola el resto del día y así no gastar una de su reserva. La bata de laboratorio cayó al piso junto con su playera. Ya ni siquiera portaba sus guantes, quién sabe en qué momento los había perdido. No le importó, tenía un par de repuestos en el laboratorio. Agarró una nueva playera del armario, tenía otros conjuntos de ropa diferentes, pero el que siempre usaba era cómoda y funcional, y no es como que fuera a ir a una gala o algún otro lugar, no había ningún lugar al que ir. Antes de ponerse la playera sacó un pequeño botiquín del fondo de su armario, lentamente puso un poco de alcohol en el algodón y se lo pasó por su abdomen en la herida más grande. Se mordió el brazo para tratar de sofocar su grito, ardía. Ee pensamiento le causó una leve sonrisa, acababa de sufrir una golpiza junto a tortura psicologica más el cansancio por los malos cuidados dados a si mismo, pero le ardía el alcohol para heridas, menudo raro que era.

No lograba entender por qué las heridas de este castigo eran diferentes a las normales, siempre que acababa un castigo y terminaba inconsciente, al despertar su cuerpo se sentía como si estuviera perforado por dentro, como si se le quemaran los órganos o tenía dolores de cabeza terribles durante varios días. Era mejor no pensar y estar agradecido por esa pequeña bendición.

En menos de diez minutos ya tenía el cuerpo vendado donde era necesario o con curitas en las heridas más superficiales, con lentitud se puso la ropa y la bata, lo único que le faltaba era la bolsa. Hacía ya mucho tiempo que no veía su reflejo sin la bolsa estorbando, enseguida sacudió la cabeza como tratando de borrar ese hilo de pensamientos que traen a su mente demasiadas cosas con las que no había necesidad de lidiar. Se puso la bolsa y empezó a andar a paso apresurado al laboratorio, primero iría por lo guantes y después averiguar qué había pasado, ya estaba armando una lista mental de todo lo que haría ese día.

En eso pensaba mientras se desplazaba por la mansión cuando enfrente de él saltó Demencia. Era obvio que su intención era asustarlo, pero tenía que intentarlo mejor, acaba de pasar un verdadero infierno, una mocosa enamoradiza no lo asustaría, no hasta que regresara del shock en el cual se encontraba.

—Nerd, ¿Qué te pasa? ¿Por qué no brincaste y chillaste como ardilla con la cola aplastada como siempre haces? —preguntó con burla siguiendo al científico que ni siquiera se había detenido al verla.

—¿Acaso no tienes a alguien más a quien molestar o es que el jefecito no te ha puesto ninguna misión hoy, Demensa? — le contestó con el mismo tono.

Y así sin más, procedió a ignorarla. No tenía la energía para lidiar con ella, tal vez algún día encontrará un material lo suficientemente fuerte como para mantenerla atada y amordazada, algún día pensó con añoranza.

"Bello rostro"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora