One

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Lo primero que hizo Iri cuando aquella luz multicolor los encerró, fue abrazarce fuertemente de su hermano, temiendo que él desapareciera de su alcance al igual que sucedió con su madre.

Astigar no se opuso, ya que estaba igual que ella, temerosos y con ganas de derramar las lágrimas que seguía reteniendo, para poder demostrarle a aquel Dios que los había salvado que podían ser fuertes.

Para demostrarle a su difunta madre que eran fuertes.

La luz multicolor se fue extinguiendo poco a poco, revelando un enorme y hermosos paisaje para los ojos de los últimos Vüllcanos.

En frente de ellos, a lo lejos, se observaba el gran y hermoso castillo de oro de Asgard, que quedaba maravilloso con el cielo anaranjado y azulado que lo acompañaba hasta el anochecer.

La sorpresa en ellos no tardó mucho en llegar a sus rostros, siendo observados de reojo por Thor, que sonreía ante aquella reacción.
Pero eso no evitaba que la curiosidad sobre ellos se fuera fácilmente.

-Trajiste acompañantes, Thor- habló una voz gruesa a sus espaldas, haciendo que el par de gemelos ahogaran un pequeño grito y voltearan con miedo.

Un hombre asgardiano, grande y de piel morena, con sus ojos color ámbar brillante y cubierto por unasarmaduras doradas, los observaba desde unos escalones de distancia, teniendo en sus ojos curiosidad y serenidad, sosteniendo firmemente una espada de punta afilada enterrada en una plataforma.

Iri y Astigar compartieron una mirada confusa, aún con el miedo y el nerviosismo en sus cuerpos infantiles.

-Así es, Heimdall. Son los sobrevivientes de Vüllcán- Thor voltea a ver a los niños, los cuales bajaron sus cabezas, tratando de evitar el dolor que se instaló en sus pechos nuevamente.

El rubio los observó con pena, dejando de lado su orgullo de Dios del Trueno.

-Hey- se acercó a los gemelos, agachándose a su altura -van a estar bien, aquí estarán a salvo.

El castaño lo miró con tristeza, apretando la mano de su hermana gemela, la cual soltó una única lágrima que resbaló por su mejilla. Ahí fue cuando Thor le prestó atención.

Ella reflejaba dolor, un dolor profundo que sería difícil de sanar según los pensamientos del rubio. El cual limpió la mejilla de la castaña de reflejos rubios.

Thor se despidió de Heimdall para volver a retomar su camino, aunque solo caminó unos centímetros al ver qué los gemelos Hellarsottir no lo seguían.

-¿Qué tienen?

-Mi hermana no quiere ir, señor Thor- respondió Astigar en voz baja, mirando con preocupación a Iri, la cual solo observaba sus pies descalzos y mugrientos.

El Dios retomó su camino hacia los niños, agachándose y mirando específicamente a la niña, todo esto bajo la atenta mirada de Heimdall.

-¿Estás bien?- preguntó aún sabiendo que era una pregunta tonta.

Iri solo atinó a rodear el cuello del rubio y abrazarce de él, sorprendiendo a su hermano y a Thor.

Thor le acarició su espalda, que era cubierta por la tela de su vestido blanco, roto y sucio.

-Todo va a estar bien, van a estar bien-murmuraba esta vez acariciando suavemente su cabello, sintiendo las lágrimas de Iri bajar por sus mejillas y golpear contra su armadura.

-¿Y si no es así?- el rubio se separó delicadamente de la pequeña, mirándola a sus ojos, los cuales no tenían su brillo infantil que todos los de su edad tenían.

-Prometo no separarme de ti, ni de tu hermano- habló decidido, sintiendo algo nuevo crecer en su pecho.

-¿Lo prometes?- Thor sonrió con ternura ante su pregunta, sonrisa que no pasó desapercibida por el guardián del puente.

-Lo prometo, pequeña- se levantó sonriente, tomando de un rápido movimiento a los gemelos y sentándolos en cada hombro, escuchando su grito de sorpresa.

Comenzó a caminar, escuchando las risas infantiles de aquellos niños, sobrevivientes de un planeta entero.
A veces se movía de un lado a otro, fingiendo que los iba a dejar caer, a lo que Iri y Astigar sonreían y reían sin cesar, lo cual era música para los oídos del príncipe asgardiano.

El atardecer se estaba haciendo presente conforme se iban acercando al castillo, haciendo que Iri tragara grueso y sintiendo sus ojos pesar debido a la falta de sueño.

Cuando Thor los bajó, sintió un peso todavía, por lo que dirigió su mirada a su hombro, viendo a la pequeña reposando su cabeza en su hombro durmiendo, con la respiración calmada y teniendo la nariz rosada debido a sus lágrimas anteriormente.

Astigar se apresuró a tomarla en sus brazos, siendo él el más fuerte de ambos con tan solo sus 9 años.

-Señor Thor, Iri está muy cansada- el castaño se sentó en el suelo de la entrada del castillo, poniendo la cabeza de su hermana en sus piernas, acariciando su cabello lentamente.

-Dime solo Thor, Astigar-el nombrado asintió, sin apartar la vista de su hermana -te preocupas mucho por tu hermana.

-Soy 4 minutos mayor que ella- ante aquella respuesta, soltó una risa divertida, haciendo al niño sonreír por igual.

-Los llevaré a una habitación, tal vez mañana puedan conocer al Padre de Todo- el asgardiano tomó el pequeño cuerpo de Iri entre sus grandes y fuertes brazos y la cargó estilo princesa.

Comenzó a caminar al interior del castillo, con el pequeño Hellarsottir pisándole los talones, el cual miraba la estructura maravillado.

No tenía palabras para poder describir toda su bella y riqueza, lleno de estatuas y guerreros con brillantes armaduras de hierro y oro, los cuales no dejaban de ver a aquél trío de personas con curiosidad.

Al pasar un par de pasillos inmensos y largos se detuvieron frente a una enorme puerta, la cuál tenía detalles y relieves que quedaban hermosos con el oro con el que estaba hecho.

Thor empujó la puerta con su costado derecho, entrando al interior de la habitación.

Era grande, con una cama matrimonial en el centro cubierta con sábanas blancas y con detalles azules, planteados y dorados.
Había un enorme armario de madera a unos cuantos centímetros, justo a su lado había una puerta que conduciría al cuarto de baño, y algunos pasos más al costado de la cama, de encontraba una puerta de cristal, que era tapado por las cortinas color ámbar.

Y por último, al lado de la puerta de entrada, había un tocador de madera oscura, mientras que a su lado habitaban un espejo de cuerpo completo de bordes de plata y una cortina gruesa donde se podían cambiar la ropa.

-estoy en la puerta de al lado por si necesitan algo- Astigar dejó de admirar la habitación para concentrarse en las palabras del rubio.

-Muchas gracias, Thor- el castaño se acercó a la gran cama, acostándose al lado de su hermana, quién dormía profunda y tranquilamente.

Thor salió por la puerta, y antes de cerrar por completo le dió una última mirada a los gemelos, ambos dormidos entre las sábanas blancas asgardianas.

Y después, terminó por cerrar la puerta, sintiendo un nuevo sentimiento crecer en su pecho, y el cual no sabía que significaba.

Y con aquello rondando por su mente, entró a su habitación, pensando en aquella sensación y, especialmente, en los gemelos, Iri y Astigar Hellarsottir...

La hija de Thor #marvelawardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora