Capítulo 14

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Louis todavía estaba sollozando de dolor cuando el timbre de la casa sonó. Bajó a tumbos las escaleras, aferrado al pasamanos; no confiaba en sus propias piernas. Abrió la puerta tragándose un gemido, pero no era Harry quien estaba en el umbral. Ni tampoco Zayn.

Era un alfa enorme, alto y de hombros anchos, con la cabeza rasurada y la tez rosada y bulbosa, rematada en enormes gafas de sol que le daban un aspecto amenazante. Estaba trajeado y llevaba un grueso maletín de cuero negro.

“Estoy buscando al omega de Harry Styles” su voz era profunda y rasposa; el omega dentro de él quería hacerse una bola en un rincón y llamar a su alfa. Louis tragó saliva. Se llevó una mano al pecho, notando una nueva punzada.

“S-Soy yo” consiguió tartamudear, sintiéndose palidecer. Pero el hombre le tendió el maletín y se marchó sin más, sin decir ni una sola palabra. Louis se quedó parado en el marco de la puerta, todavía sosteniendo el maletín, que era más pesado de lo que parecía. Oyó el motor de un coche, el  ruido se desvaneció poco a poco, y luego, nada. La oscuridad, el frío. El dolor.

Louis cerró la puerta de nuevo y se acurrucó allí mismo, en el suelo. Necesitaba que dejase de dolerle el pecho, que parase ese frío atroz en la marca de su cuello. Necesitaba entender qué estaba pasando, y por encima de todo necesitaba a Harry, la respiración suave de su alfa y el olor tranquilizador de su pecho. Notaba el peso de su teléfono móvil en el bolsillo, y el tacto suave y frío del cuero del maletín. Lo abrió con dedos temblorosos; estaba repleto de billetes. El omega parpadeó, más desconcertado que nunca, pero antes de que pudiera siquiera pensar en nada el dolor lo golpeó otra vez; se hizo una bola, gimiendo en agonía, y un sonido agudo se escapó de entre sus labios sin su permiso. Intentó coger aire, pero al soltarlo produjo el mismo sonido, y las lágrimas se deslizaron de nuevo por sus mejillas. Su omega llamaba a Harry, desesperado, y no lo encontraba.

Siguió llamándolo un buen rato, hasta que nubes negras le cerraron la visión y la oscuridad se lo tragó.

Despertó en un coche en movimiento. El dolor en su pecho seguía ahí; respiró hondo, y una cuchillada invisible le hizo dar un respingo.

“Ya vamos, Lou. Ya estamos llegando”

Era la voz de Zayn. Parpadeó, y sólo entonces se dio cuenta de que estaba tumbado en los asientos traseros. Su mejor amigo estaba sentado en el asiento del copiloto, y lo miraba con los ojos hinchados llenos de ansiedad mientras Liam conducía con rapidez.

“Harry” croó con esfuerzo; notaba el sabor metálico de la sangre en la boca.

“Ya vamos, Lou” dijo Liam en voz alta.

“¿Dónde está? ¿Qué ha pasado, está bien?” se levantó con cuidado. “Me duele mucho. Me duele el pecho, tengo frío dentro. Tengo frío en la marca de Harry, Li, estoy…”

“Tranquilo. Tranquilízate, necesito que respires hondo, ¿vale? Pase lo que pase, tienes que respirar hondo”

“Dime qué le ha pasado a Harry. Un hombre… había un hombre que me ha dado…”

“Lou, Harry está en el hospital, pero se va a poner bien, ¿vale? Vamos a llevarte con él, tienes que tranquilizarte. No es bueno para el bebé”

“¿Ha tenido un accidente? ¿Por qué…?”

Liam evitó su mirada en el retrovisor, centrándose en la carretera.

“Será mejor que te lo cuente él.”

Dos enfermeras se lanzaron sobre él en cuanto entró en el hospital franqueado por Liam y Zayn. Las dos eran omegas, y las dos parecían hondamente preocupadas por hacer que se sentara, bebiera algo amargo y caliente y respirara hondo mientras contaban en voz alta para él.

Ahora quiero ver cómo respiras para miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora