Capítulo 16

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Cuando Harry despertó, los rayos del sol ya se filtraban por debajo de las cortinas. Louis dormía a su lado, acurrucado sobre sí mismo. Notaba el aroma de su piel, delicioso y suave, y su respiración lenta era lo más relajante que había oído nunca. Se giró con cuidado para no hacerse daño y lo rodeó con un brazo, hundiendo la nariz en el pelo sedoso de su nuca y extendiendo la palma de la mano sobre la ligera redondez de su vientre. Su lobo tarareaba satisfecho en el fondo de su pecho; cachorro, pensaba inconscientemente una y otra vez.

Harry cerró los ojos, sonriendo. Su omega dormía desnudo y sin preocupaciones a su lado, y su cuello olía sano y reconfortante, y su bebé crecía rápido en su interior, desafiando las diminutas dimensiones del cuerpo de Louis. Su bebé. Su hija.

Fue consciente de repente de la sonrisa idiota que le atravesaba la cara, pero ya no podía pararla. Su mente estaba llena de risas de bebé, de biberones, de carritos diminutos y de mantas suaves para envolver a su niña, de una mecedora de madera pulida, de Louis en la mecedora con su bebé en brazos...

Iban a necesitar casi todo el dinero que había sobrado de cancelar el contrato. Y a Harry no podría importarle menos. ¿Qué era el dinero en comparación con el asombroso milagro bajo la palma de su mano? Trabajaría de nuevo. Trabajaría más. Trabajaría lo que hiciera falta.

Sus pensamientos se ensombrecieron despacio al ver el teléfono sobre la mesita de Louis. Había gente que sí ponía precio a ese milagro. Había gente capaz de ponerle precio a todo; gente demasiado cercana.

No le había dejado a Louis coger ni una sola de las llamadas de su padre. Él tampoco había respondido a ninguna más, pero el tema seguía flotando entre ellos, translúcido, emborronando la alegría en la que vivían. Harry casi sacudió la cabeza, disgustado. Estaba harto de Louis siendo miserable por culpa del dinero. Estaba harto de gente intentando vender a Louis. Estaba harto de gente insistiendo en que Louis le pertenecía.

Miró el reloj de su propia mesita. Eran las nueve y media; se levantó, agradeciendo distraídamente que Louis no se hubiese levantado temprano con náuseas, y lo cubrió mejor con las mantas antes de salir de la habitación.

Empezaba a prepararle el desayuno cuando oyó la melodía que había llegado a odiar. Apagó la cocina y se apresuró al dormitorio, donde un Louis ya despierto y con cara de preocupación sostenía su teléfono sentado en la cama.

“Haz...”

“Yo contesto” lo interrumpió con suavidad, besándolo en la sien. Louis le dejó coger el teléfono, pero se acurrucó contra su costado sano para oír lo que decían. Harry respiró hondo varias veces antes de descolgar.

“Quiero que deje de llamar” advirtió antes de que pudiera decir nada “Voy a llamar a la policía y voy a cambiar este número. Pero me da igual. Quiero que deje de...”

“Harry”

No era el padre de Louis. Era su madre, y estaba llorando.

“¿S-Señora T...?”

“No tengo mucho tiempo. Necesito que me traigas los papeles de Louis. Lo necesito todo. No has cobrado el cheque.”

Harry parpadeó, demasiado confundido como para reaccionar.

“N-No lo necesité” balbuceó al final, pero ella ya estaba empezando a hablar otra vez.

“Necesito los papeles de vuelta. No los encuentra y está empezando a sospechar de mí. Por favor, Harry. Los n...”

“S-Se los llevaré” los dedos de Louis se aferraban a él con fuerza. “No se preocupe. Se los llevaré, tranquilícese, por favor. ¿Se encuentra bien? ¿Su marido...?”

Ahora quiero ver cómo respiras para miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora