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Con el esfuerzo suficiente Luzu consiguió la llave que Lana utilizó para cerrar la puerta. Salió a la barra del bar y le pidió a la pelirroja una tetera de té más tres tazas. Ella se la dió a regañadientes, al parecer no confiaba mucho en los forasteros. O en ellos.

Volvió a la oficina y dejó las cosas en el escritorio. Raulito ya estaba más calmado, pero la chica aún se veía mal.

Les tomó más de media hora que ella dejara de llorar. Aunque Auron tampoco fue de mucha ayuda en la situación; seguía sentado en su silla apoyando el codo derecho en el reposabrazos. Tenía la mano en la frente y miraba la lapicera en el escritorio, procesando la información y reconstruyendo los hechos con los pocos fragmentos que recordaba.

Sirvió las tazas de té y se las extendió a cada uno en silencio. Lana miró la suya por un rato y luego la tomó, agradeció en voz baja.

Dio pequeños sorbos, después de un rato se inclinó sobre el escritorio con la taza entre las manos, lista para hablar.

— ¿Cómo? —Auron se atrevió a preguntar. No alzó la vista para verla, estaba consternado.

— Mónica rompió las reglas de los dioses. Nuestra diosa Perséfone la condenó por su desobediencia.

° ° °

Mónica comenzó a preocuparse cuando notó cambios en su cuerpo. Tenía mucha fatiga por las mañanas, sentía náuseas repentinas mientras trabajaba, algunos alimentos le daban asco y la comida que alguna vez le disgustó se volvió su preferida. Sus hermanas también le comentaron que su estado de humor se volvió impredecible.

Algo mucho peor: su periodo no llegaba.

Mónica —su hermana Kristina le llamó al otro lado de la puerta. La azabache se limpió la boca y sacó la cabeza del retrete, sí sigues así voy a tener que llamar al médico.

¡No, no! ¡Estoy bien! Sólo dame- —se dobló de nuevo por las náuseas pero no vomitó. Respiró con fuerza e hizo el intento de levantarse. Kristina abrió la puerta y la encontró sentada en el piso. Se acercó para ayudarle y le sobó la espalda.

Moni, estás asustándome. ¿No estarás...?

Ella negó rápidamente la suposición de su hermana. El pánico le revolvió el estómago, ambas temían lo peor.

Claro que no, eso no.

Kristina le miró preocupada. Ni siquiera Mónica hablaba con seguridad, pero le dio la razón para calmar a la mayor.

Tienes razón. Has estado comiendo mal últimamente, trabajas demasiado y no descansas. Debes tomarte unas vacaciones.

- - -

Cuando las náuseas desaparecieron y su vientre empezó a hincharse, las pesadillas se hicieron presentes. Escuchaba trompetas desafinadas, coros de ángeles que cantaban con fuerza y enojados, llantos desesperados y las risas de un bebé. Escuchar todo junto era como escuchar la orquesta más horrorosa del mundo.
Despertaba sudando, temblando y llorando; no entendía cómo algo tan simple activaba todos sus sentidos y la ponía en alerta. Algo en su agitado corazón le decía que así sonaría el fin del mundo.

Al noveno día su sueño cambió. Esta vez no hubo ruido, podía verse parada en una plataforma hecha de oro que se sostenía por las nubes del cielo.
Frente a ella había tres tronos. En el del centro estaba sentada una mujer hermosa, cabello envuelto en un moño elegante, vestía con túnicas blancas y no llevaba joyería. En los otros asientos estaban dos hombres rubios, pero no llamaban tanto la atención como ella.

Single Dad [LuzuPlay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora