Rubius observó con preocupación las nubes grises que rodeaban Karmaland.
Desde hace días el cielo se había cerrado y no permitía que el sol calentara la tierra. Llovía constantemente, hacía frío y viento, caían relámpagos, las calles se llenaban de niebla por la tarde; ni siquiera por la noche tenían tregua pues el mal clima se intensifica.
Por una parte esto ayudó a que el pueblo se controlara, la mayoría se quedaba en casa y no salían hasta que la lluvia parara. Ni siquiera dejaban a los niños jugar en los charcos de agua cuando la lluvia era tenue.
La seguridad y la vigilancia disminuyeron, al contrario, ahora que los recursos escaseaban los guerreros se mantenían alerta todo el tiempo. Debían cuidar a los indefensos, proteger las bodegas que tenían las reservas del pueblo guardadas especialmente para momentos de crisis. Los protectores de Karmaland marchaban todo el tiempo por las calles del pueblo muy atentos por sí algún ladronzuelo se aprovechaba de la niebla para hacer de las suyas.
Llevaban los últimos cinco días así, más o menos desde que Auron y Luzu se marcharon.
Pensar en sus amigos le recordó las últimas visiones que había tenido.
Cada noche se despertaba temblando y gritando por las extrañas imágenes que recibía mientas dormía. Contaba hasta diez un millón de veces tratando de convencerse a sí mismo de que todo era un sueño, pero sabía muy bien que no era así. Porque Rubius ya no podía soñar, había perdido esa capacidad desde que se convirtió en el mensajero de los dioses; ahora servía como recipiente de visiones y profesias, sus deidades le mostraban cosas mientras dormía y él simplemente no podía olvidarlas aunque lo intentara con todas sus fuerzas.El problema no eran los mensajes -o no la mayoría del tiempo-, el verdadero problema era la energía emocional con la que venían. El sentimiento se exageraba en sus sueños; eran imágenes saturadas con sonidos subiendo y bajando de volúmen, gritos repentinos, suspenso, la emoción negativa o positiva le provocaban descargas eléctricas nada bonitas.
Sí estaba viendo una cosa que a cualquiera le provocaría ansiedad pues normal que él despertara teniendo un ataque de pánico. ¿Por qué los dioses no podían enviarle un video-casete o un pergamino contando lo que querían? No lo sabía.
Recordó la última cosa que los dioses le mostraron: imágenes cortadas de Auron y Luzu amarrados en el rincón de una cueva, Raulito llorando, un hombre siendo atravesado por dos flechas, una capa. Desgraciadamente no tiene forma de saber a ciencia cierta sí era pasado o futuro, sólo los dioses le pueden dar ese último dato.
Pero Ellos no le hablaban desde que Mangel y Lolito se fueron del pueblo.Otro problema era que no tiene autorizado revelarle a sus compañeros lo que ve, a menos de que sus deidades le den permiso.
Cuando se trata de su oficio la única persona capaz de entenderlo y escucharlo es Merlon, pero estos últimos días llenos de pesadillas no se atrevía a contactar al anciano. El hombre mayor ya tiene suficiente con sus asuntos del pueblo.Suspiró luego de quitarse el sudor de la frente. Se levantó del pasto sacudiendo sus ropas. Arregló las mangas de la sotana hasta los codos, caminó hasta la cruz gigante de cuarzo que está en medio de la colina mientras se alzaba la falda de la túnica y una vez en frente de ella levantó los brazos hacia el cielo con vehemencia.
— ¡Dioses! —respiró profundo y cerró los ojos. El olor a las plantas mojadas por la lluvia e inciensos llegó rápidamente a sus fosas nasales—, Karmaland sufre. Por favor, ¡Rogamos por misericordia! Dadme una señal, algo para consolar los corazones afligidos de mi gente. ¡Os lo imploro!
Rezó un par de cosas más, luego mantuvo sus ojos cerrados con fuerza y la mandíbula apretada, los brazos le temblaban y el viento frío le entumecía el rostro.
ESTÁS LEYENDO
Single Dad [LuzuPlay]
FanfictionProblema número uno: Lolito se fue de Karmaland para explorar el mundo junto a Mangel y esto tiene de mal humor a Auron. Problema número dos: Luzu está enfadado porque Auron fue grosero y ningún intento de disculpa fue bien recibido. Problema número...