Capítulo 9

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 -Voy a contactar a un detective. Alguien que sepa lo que hace, para que la encuentre... Y la convenza de que vuelva a casa. Por supuesto, costará mucho dinero, pero eso no es problema. Ya es hora de que vuelva a trabajar. Fui un maldito estúpido por aceptar la jubilación anticipada. 

Se hizo un embarazoso silencio Kara observó las miradas de preocupación intercambiaron sus tíos y se miró las manos, que tenía enlazadas sobre el regazo. Todos los días lo mismo, pensó, planes para hacer dinero, planes para hacer que Rhea volviera. Su padre no hablaba de otra cosa parecía haber perdido todo contacto con la realidad, ignoraba sus dificultades financieras el hecho de que la casa ya no le perteneciera como si sólo fuera problemas temporales.

< ¿Pero quién soy yo para criticarlo? Con la pesadilla que he hecho de mi vida > pensó Kara.

Hacía más de una semana que Lena se había ido y desde entonces, no sabía nada de ella. Estaba asustada, después de que ella se marchara se quedó tumbada en el sofá durante mucho rato, inmóvil y exhausta tras aquel éxtasis salvaje. Nunca había imaginado que fuera capaz de una intensidad de sentimientos tan primitivos. Estaba asombrada por su capacidad para la pasión, era como si hubiera vivido toda su vida conociéndose sólo a medias. Cuando fue capaz de moverse otra vez, y de pensar subió a su habitación se ducho y se puso unos jeans y un jersey ligero. Quemó el vestido roto y los billetes en la cocina y tiró el vino y la comida. Estaba demasiado aturdida para comer. Además aquello le recordaba demasiado a las comidas que habían compartido en Myrtos y no podía soportar el recuerdo de la sencilla felicidad de aquellos días.

Los días pensó, en que se había enamorado...

Y le dieron ganas de llorar al pensar en la inocencia y la ternura de aquel tiempo perdido.

Recordó cómo la abrazaba Lena y cómo se amoldaba ella a su cuerpo, el palpitar del corazón de Lena bajo su mejilla. Su sonrisa, el ansia de sus ojos, su voz aterciopelada cuando le pidió que se casara con ella. Todo, pensó lo que ella había estropeado. Y el sexo, por muy arrebatado que fuera no podía compensar aquello.

- ¿Se ha ido su visita, señorita Kara? - Martha miro a su alrededor como si esperara encontrar a Lena escondida en un rincón - Me quedé de piedra cuando me dijo que era la nueva propietaria y me enseñó los papeles no quería dejarle aquí, pero fue tan persuasiva... no resulta fácil decirle que no alguien como ella ¿pero hice bien?

- Sí, claro - sonrió Kara con una tranquilidad que estaba lejos de sentir - Supongo que pensó que era hora de ver lo que había comprado.

- Y me dijo que el señor Zor-El le va a alquilar la casa y que no tendremos que mudarnos. Qué alivio, señorita Kara estaba tan preocupada...

< Yo también. Y mis preocupaciones todavía no han acabado > pensó Kara sombríamente.

A medida que pasaban los días, se sentía más inquieta, esperando a que sonara el teléfono. Mirando el correo electrónico por si había nuevos mensajes. Pero por la noche era aún peor. Se quedaba despierta durante horas, mirando las sombras anhelando a Lena. Se sentía perdida, como una niña llorando en la oscuridad. Tal vez ella había decidido romper sus lazos y excluirla de su vida de una vez por todas, esa idea la torturaba todo el tiempo. Se decía así misma que lo que le preocupaba era su padre. Porque, si realmente Lena había decidido poner fin a su relación, tal vez no perdonaría las deudas de Zor-El. Pero en el fondo, sabía que no era tan simple. Que estaba usando los problemas de su padre como una barrera, una defensa contra un dolor que podía romperla en pedazos, contra unos sentimientos que no se atrevía a mirar de cerca, por si la destruían.

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