Capítulo 4

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Llorar fue posiblemente lo mejor que podía haber hecho porque enseguida se encontró sollozando en los brazos de Alex, le arrullaba en griego mientras le acariciaba el pelo. Cuando los sollozos empezaron a remitir, la mujer condujo a Kara al pequeño cuarto de baño.

- Todo va salir bien, pequeña - dijo Alex cuando se marchaba - Ya lo verá.

El agua caliente y el jabón actuaron como una terapia curativa y Kara se sentía casi humana cuando volvió a entrar en el dormitorio, envuelta en una toalla grande miró a su alrededor pero su ropa sucia parecía haber desaparecido, no quería volver a ponérsela pero aparte de una muda de ropa interior que llevaba en la bolsa de viaje no tenía nada más. Y difícilmente podría volver a Kavala en una toalla.

Entonces vio que sobre la cama había extendido un hermoso vestido de algodón blanco con una falda larga y un cuello de barco rodeado de flores. Oyó un ruido en la puerta y se volvió.

- Ah, Alex- se detuvo sin hablar, cuando Lena entró en la habitación. Tragó saliva y se llevó instintivamente la mano al nudo que aseguraba la toalla en su sitio.

Dijo fríamente:

- Salga de aquí... Ahora mismo o gritaré para que venga Alex.

- Pues va a necesitar unos buenos pulmones. Alex está ocupada en la cocina - dejó encima de la mesita que había junto a la cama un cuenco que llevaba en la mano.

- Y yo he venido en misión piadosa déjeme ver su pie.

- Mi pie está bien.

- ¿Quiere tener una infección? - su tono era inflexible - Y pasar el resto de sus vacaciones en un hospital, siéntese.

- Usted tiene respuesta para todo, supongo que habrá estudiado medicina entre baile y baile.

Lena esbozó una sonrisa.

- No, δεσποινίς, hice un curso de primeros auxilios.

Se arrodilló frente a ella y alzó su pie suavemente para examinarlo. Sus dedos eran suaves y frescos y Kara sintió un extraño escalofrío en la espalda. Lena miró hacia arriba.

- ¿Le hago daño?

- No - Kara se mordió el labio tratando de parecer tranquila pero no era fácil el olor que emanaba de Lena parecía llenar su conciencia, hasta tal punto que se encontró aspirando intensamente aquella ligera fragancia a jabón y ropa limpia.

Sintió que bajo la toalla le ardía la piel, como una súbita excitación sintió sus pezones erectos rozado la tela rugosa... <Oh, Rao ¿Qué estoy haciendo? >

- Mire no hace falta que haga esto, puedo arreglarme las sola, de verdad.

- ¿No le gusta que la toquen?

- Nunca lo he pensado.

- Piénselo ahora. ¿Le gusta estar en brazos de su amante?

- Claro - dijo ella, y se alegró de que Lena tuviera la cabeza agachada y no pudiera ver en sus ojos que estaba mintiendo.

Había desinfectante en el cuenco que había llevado consigo y Kara intentó no retroceder cuando le rozó la ampolla.

- ¿Qué es eso? - pregunto cuando Lena destapó un pequeño frasco de un ungüento de color verde pálido.

- Está hecho de hierbas, ayudará a que cicatrice la herida.

- Gracias. Ya me duele menos.

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