XV

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Para cuando Emilio llegó, el olor de comida caliente lo recibió.

Frunció el ceño cuando noto que la casa estaba limpia, no había ningún sirviente ahí para ellos. Caminó hacia el comedor y se topó con unas manos y brazos abrazándolo desde atrás, su cuerpo se tensó; ¿Qué buscaría ahora?

– Joaquín ¿A qué se debe esto? – se lo quito de encima y se giró para ver a su esposo con una camiseta entallada y un pantalón ajustado.

– Hola amor – Joaquín se acerco y le quitó el saco, luego la corbata – Preparé carne de cerdo. Seguí la receta de internet y estuve a punto de quemar la carne – rió bajo y beso rápido los labios de su esposo.

– No voy a firmarte el puto divorcio – gruñó mirándolo a los ojos.

– No quiero eso – Joaquín le tomo ambas manos y se lo llevó hacia la silla – Quiero que estés conmigo, que comamos juntos, debes estar cansado.

Emilio sentía su cuerpo rígido, le costaba contenerse para no gritarle, golpearlo o decir alguna mierda por el estilo.

– ¿Entonces que quieres? – Emilio sentía que en algún momento su marido iba a clavarle una espina, otra después de lo de Andrés.

– ¿Me dejas darte de comer? – Joaquín se sentó en su regazo y apoyo su cabeza en el hombro de su esposo.

Emilio llevo su mano a la mandíbula de Joaquín y lo tomo duramente.

– Si estás jugando conmigo voy a matarte – gruñó y Joaquín recordó que era un hombre herido, acaricio la mano que le sostenía y sonrió como pudo.

– Te dije que eres mi único amante desde la noche en Los Ángeles – Joaquín beso su palma – Eres mío y yo soy tuyo Emilio.

Joaquín se acomodó y corto un poco de carne para llevarlo a la boca de Emilio.

– Abre la boca, prueba lo que hice para ti.

– No quiero.

Joaquín lo miro a los ojos, era un niño en el cuerpo de un hombre, necesitaba amor, un amor verdadero.

– Bien, lo comeré yo – Joaco sonrió y se llevó un trozo a la boca – Le coloque picante y salsa.. no lo sé, es un sabor rico – Joaquín volvió a comer y jadeo de gusto.

Cuando giró la cabeza, Emilio estaba lamiéndose los labios, Joaco le acercó un trozo y rozó suavemente sus labios.

– Solo un trozo..

– No..

– Tú estómago hace ruido – Joaquín rió y beso su mejilla – Por favor..

Emilio gruñó y abrió la boca de mala gana.

– Quiero hacerte el amor.. esta noche – susurró Joaquín – Se que crees que no existe diferencia alguna, pero la hay y quiero demostrartelo

Emilio miró hacia el plato, sin decir nada, sin hacer gesto alguno, sin querer decir o hacer nada.

– ¿Me dejarías?

El silencio se apoderó de todo, Joaquín notó que poco a poco (mientras pasaban las horas) Emilio bajaba la guardia.

– Las odio... Odio tus palabras – susurró Emilio y Joaquín lo abrazó como pudo.

– Yo te amo. Amo tus palabras y te amo a ti.

Cuando Joaquín elevó su rostro, unos labios finos chocaron con los de el.

Emilio intento tomar el beso apasionado, duro, carnal, pero Joaquín apoyo su mano en su pecho antes de subirla a su mejilla para seguir el beso lento, suave, despacio.

Demás fue para ambos que unos minutos después estuvieran en la habitación matrimonial. Joaquín sacándole la ropa suavemente, acariciando cada centímetro de piel expuesta, Emilio lo miraba con miedo; atento a cualquier cosa ¿Por qué Joaquín no lo notó antes?

– Te amo, déjame amarte.. – susurró a Emilio y entonces la mano temblorosa de Emilio se levantó, la mano del brazo reconstruido – Te amo – acaricio aquel brazo, luego el otro.

Emilio sintió que una pared se rompió en mil pedazos mientras que Joaquin besaba su brazo y cuello.

– Joaquín..– intento gruñir su nombre sin éxito.

– Déjame amarte – murmuró y le tomo la mano para llevarlo a la cama y sentarlo.

Emilio le quitó la camiseta primero, luego (después de un rato) desabrochó su pantalón.

Por primera vez Joaquín fue acostado suavemente en aquella cama donde había pasado noches enteras llorando y sintiéndose solo, pero ahora no. Ahora estaba acostado suavemente, sintiendo el peso sobre el, disfrutando de aquellos besos en su cuello; acariciando su espalda.

– Amor.. – jadeo al sentirlo dentro suyo, después de varios segundos de haber sido preparado.

Joaquín susurró suavemente en el oído de Emilio:

– Hazme el amor, hagamos el amor, yo no voy a herirte nunca.

Fueron minutos y minutos transformados en horas que Joaquín fue embestido, besado, tocado y amado.

– Emilio – gimió, moviendo sus caderas con las contrarias.

– Ah.. – la voz de su marido salía ronca, baja – Joaquín..

Aquellos cuerpos se amaron por un tiempo indeterminable y, cuando llegaron al orgasmo, Emilio escondió su rostro en el cuello de Joaquín.

Emilio estaba llorando, pero esta vez estaba Joaquín a su lado, abrazándolo, sosteniéndolo entre sus brazos.

– No te merecías nada de eso – murmuró Joaquín, sus ojos estaban llorosos.

Mátame LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora