XIII

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Joaquín lo vio acostado a su lado, desnudo, relajado; como si no fuera el mismo tipo que mato a su padre unos años antes. Pero eso no era lo realmente importante en esos momentos, no, lo importante era que tenía que trabajarlo para que pudiera ir a un psicólogo, o en esos momentos, a un psiquiatra.

Emilio necesitaba pastillas para controlarse, para calmar sus demonios. Para Joaquín le parecía irónico que una persona tan atractiva, sexy y poderosa también fuera la más enfermiza que conociera en toda su vida.

Se levantó suavemente, fue al baño haciendo el menor ruido posible y entonces se metió al baño. Necesitaba sacarlo de sí, necesitaba borrar sus caricias, los besos de su boca y cuello, incluso de sus sentidos por qué aún lo podía sentir dentro embistiendolo; embistiendolo profundo; manipulandolo.

Cuando terminó su baño, se puso sólo unos bóxers, tomó su celular y salió al balcón. Llamó a Andrés primero.

- ¿Joaco estás bien? Necesito verte - la desesperación en la voz de Andrés era más que evidente.

- Si, estoy bien pero necesito decirte algo. Es para terminar con todo esto y poder ser felices los dos, muy lejos de aquí.

- ¿Vas a terminar con lo nuestro?

- Solo detenerlo, por un tiempo, hasta que pueda arreglar a Emilio.

- ¿Arreglarlo? ¿Aún crees que ese sádico tiene solución?

- Aún tengo esperanza - Joaquín tragó saliva. Había un detalle que Andrés nunca supo: el hecho de que aún seguía enamorado de aquel hombre descarado.

- ¿Y que va a pasar conmigo?

- Estaremos en contacto Andrés, lo prometo - un silencio pasó, dos silencios. Hasta que la voz de Andrés se volvió a escuchar.

- Al menos regresa pronto, estaré mejor sabiendo que estás bien

- Lo prometo - habló Joaquín - ¿Andrés?

- ¿Sí?

- Te amo

- Yo también Joaco, también te amo.

Al cortar la llamada, Joaquín se giró para ver a Emilio dormir en la cama, ese hombre era un jodido misterio, un jodido y completo acertijo.

Tomó de nuevo su celular y mando un mensaje a Alex, hacía cerca de catorce meses que no hablaban pero lo necesitaba. Le mando un mensaje con una simple frase: ¿Conoces a un buen psiquiatra?

- ¿Qué haces ahí? ¿Ya te vas a suicidar por qué te toque? - la voz burlesca de Emilio hizo a Joaquín sentir náuseas.

Caminó hasta el, tirando su celular a un sillón antes de subirse sobre su regazo y besarlo apasionado, mordiendo su labio inferior y lamiendo el mismo.

- Estaba esperando a que mi marido despertará, has sido muy bueno en la cama conmigo en esta hora anterior.

- ¿Qué te traes entre manos? - Emilio acaricio el pecho contrario antes de llevar su mano al cuello blanquecino de su marido y presionar suavemente.

- Nada malo, solo quiero mimarte un poco - Joaquín tomó su mano y beso la palma de la misma - Te dije que se complacer muy bien a mis amantes y ahora solo tengo uno, y ese eres tú.

El celular de Emilio sonó, Joaquín se levantó para alcanzarselo y su marido lo recibió para atender la llamada.

- Señor Márquez... no, lo siento. Decidí que no es material para ti - su risa ronca se hizo escuchar - Leo, vas a casarte con el único heredero García, ese tipo tiene un culo de sueños.

Joaquín solo sonrió y se dedicó a acariciar a Emilio todo lo que la sábana dejaba a su vista.

- Lo siento pero no. Es mío y se acabó, nos vemos Leonardo - cortó Emilio y acomodó su espalda y cabeza en el espaldar de la cama para cerrar los ojos y suspirar por las caricias que le daba su marido.

- Estas jugando con fuego Joaquín, otra vez.

- ¿Y tú me vas a quemar? - el tono de voz de Joaquín sonó bajo, sexy.

- Voy a calcinarte nene.

La alarma de Joaquín se prendió; ya a esta altura no sabía si era metafórico o literal. Aún así debía seguir el juego.

- Entonces seré muy feliz si eres tú.

Emilio le dio la vuelta en la cama y solo lo abrazó.

- Hiciste las cosas bien, ahora es tu recompensa.

Joaquín sintió los brazos de Emilio abrazarlo y soltó una "broma".

- ¿Y si sigo así conseguiré el divorció?

- Jamás te dejaré, jamás Joaquín - Emilio lo abrazó un poco más fuerte.

Joaco solo cerró los ojos y fingió que estaba bien, que estaba tranquilo, que no había problemas.

Durmieron hasta las ocho de la mañana del día siguiente.

Cuando el sol salió, el celular de Joaquín sonó en el sofá donde lo había tirado la noche anterior y este cuando se despertó, se dio cuenta de que estaba acurrucado en los brazos de Emilio, como si buscará un calor que esa persona no le daría nunca.

Elevó su vista y se dedicó a recorrer cada parte de aquel atractivo rostro. En efecto, su marido era un rompe corazones, siempre lo sería; pero las demás amantes nunca conocerán el verdadero rostro de esa persona tan bello como un ángel.

Un ángel caído. Era una buena frase para dedicársela al hombre a su lado.

- ¿Por qué no me ayudas? - susurró bajo, tratando de no ser lo suficientemente ruidoso para despertarlo.

- ¿Por qué siendo como eres no arruina mi enamoramiento por ti, Emilio Osorio?

Mátame LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora