VIII

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Joaquín había dado quinientas vueltas en su habitación.

No quería las manos de Emilio sobre su cuerpo. Sólo quería las de Andrés, pero su cabeza hacia un excelente trabajo recordandole el maldito vídeo que su marido tenía en su ordenador.

Emilio se había ido temprano, después de haberlo amenazado. Ahora sólo quedaba una hora para que llegará y Joaquín no había hecho nada más que caminar en su habitación individual, la que tomó para él.

¿Porqué le hacia aquello? ¡Justo ahora quería tomarlo después de años de haberlo cambiado por zorras!

– Oh por dios... – susurró bajó al momento de haber pensado aquello.

Miró el reloj y faltaban cuarenta minutos para las once de la noche. ¿Acaso valía la pena? ¿Acaso valía la pena desnudarse y dejarlo entrar en su cuerpo? ¡El gemir su nombre era un maldito insul...!

Joaquín chasqueó sus dedos cuando sus ojos fueron atrapados por su celular.

Emilio quería un hombre marioneta ¿no? Uno que solo lo recibiera pero que no sea un problema con los sentimientos, uno que sólo fuera su muñeco pero que siempre lo alabara, así que, ¿Qué sería lo peor para un hombre así?

Joaquín río y caminó hasta su clóset para tomar un pantalón de cuero y una camisa con la espalda transparente (Andrés había elogiado su espalda la penúltima vez). Se dirigió a la ducha y se quitó todo.

Se ducho, se colocó aceite hidratante después de secarse, se arregló lo suficientemente decente y sexy para los ojos de Emilio recordándose que para aquel hombre era solo un trofeo que mostrar con ego y orgullo.

Cuando el reloj marcó las once y la puerta de entrada se abrió, Joaquín saltó a la cama y se acomodó en medio de está, esperando que su cabello tuviera sus rizos despeinados lo necesario para causar la imagen que quería.

En el momento en que la puerta de la habitación se abrió, Joaquín se lamió los labios y sonrío divertido.

– Que bueno que volviste, estaba esperándote.

Emilio ubicó sus ojos sobre su marido y, costosamente, tuvo que aceptar que su garganta se secó tan o más que un jodido desierto: piernas torneadas, muslos fuertes, aquella camisa acariciaba su pecho casi de manera sexosa, y se estaba sintiéndose duró.

–¿Esperándome? – Emilio elevó una ceja y se quitó su corbata lentamente antes de quitarse su saco.

– Solo a tí bebé – Joaquín río divertido, alejándose de la cama para acercarse a él – Por lo que veo estás ansioso...y mucho – el menor llevó su mano hacia la entrepierna de Emilio y masajeó.

Eso fue todo.

Emilio lo tomó de la cintura y lo pegó hacia su cuerpo. Sus bocas se pegaron más rápido de lo que Joaquín quiso aceptar y sus brazos pasaron por el cuello del mayor. Dio un salto y Emilio lo sostuvo de los muslos para tirarlo a la cama y colocarse sobre él.

Un jadeo fue arrancado de la garganta del menor cuando Emilio literalmente rompió la camisa que Joaquín se había puesto. Emilio no estaba para ser dulce.

Aquellos labios finos atraparon sus pezones. Mordiendo, chupando, lamiendo.

– Joder, joder – gimió Joaquín, arqueándose hacia su boca y enredo sus dedos en los pequeños rizos de su mayor, que ahora que se da cuenta, los cortó.

Emilio mordió un poco más fuerte el pezón que tenía en su boca para cuando se ubicó entre sus piernas y comenzó a frotar sus miembros que estaban endureciéndose más de lo que ambos querían reconocer.

– Tu pantalón me molesta – gruñó Emilio antes de desprenderlo y empezar a jalarlo para tenerlo fuera en menos de diez segundos.

Fue cuando Emilio se dejó caer un poco por el momento.

Joaquín desnudo.

Joaquín en la misma cama jadeando con los ojos cerrados.

Joaquín deseándolo.

Joaquín era sexy.. y detuvo sus pensamientos allí.

Se quitó la ropa al ritmo que su pulso latía: rápido, necesitaba sentirse tan adentro de Joaquín que este último lloraría de dolor, porque no merecía otra cosa. Joaquín Bondoni lo había desafiado.

Cuando llevó su mano hacia su miembro, las caderas de Joaquín fueron arrastradas por la cama. Joaquín estaba ansioso, era toda la respuesta para aquellos ojos cerrados y labios mordidos tan excitantemente.

Fue entonces que entró por primera vez a aquel cuerpo, un jadeo suave y sus manos recorriendo todo su pecho hizo a Emilio enfurecerse, enfurecerse por lo "puta" que era y no exclusivamente por escuchar un "Emilio espera, es mi primera vez... Duele"

Emilio gruñó y lo embistió fuerte, arrastrando aquel cuerpo por la cama. Lo embistió otra vez estando tan adentro.

– Sí, oh sí... – gimió Joaquín, clavando las uñas en su espalda – Más rápido, más... No me rompo.

Aquello descolocó a Emilio, lo hizo de tal manera que Joaquín gimió fuerte al sentir a Emilio lo suficientemente adentro para entender esa frase de "sentía que me iba a partir a la mitad". Las embestidas fueron más rápidas, unas nalgadas que dejaron la zona rojiza, aquellos labios mordiendo y marcando su piel.

Y cuando tocó su punto, Joaquín llegó a llorar de placer.

La cama golpeó bastantes veces la pared mientras que Joaquín gemía alto, sentía su boca ser violada por la de Emilio y, cuando el orgasmo los golpeó, Joaquín decidió derribar un poco aquel ego.

– Andrés... – gimió mientras se corría y Emilio solo pudo apretar los puños fuertemente.

Joaquín sonrió en medio de las nubes de placer: eso era el inicio.

Mátame LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora