CAP V

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Anualmente la escuela celebraba un campeonato entre alumnos de distancia con patines de línea. Mi deporte siempre había sido el futbol, el cual no había rival que pudiese vencerme, así que nunca me había interesado en ganar ese tipo de competiciones.

Ese año le tocaba competir contra su rival en el césped,  Hamada. Era un gran deportista aunque sus puntos fuertes en el deporte eran distintos a los suyos.

“¡Vamos Hamada, vas a ganar!” Se escuchaba de fondo a sus admiradoras.

A diferencia de él, Hamada era muy bueno con las mujeres. Sabía siempre que contestaciones dar y cómo hacer que casi todas fueran tras su espalda.

Kudo se ató los patines con tranquilidad, apenas le daba importancia a esto, no cómo su rival, que quería ganar todo a lo que concursaba.

“Hamada es muy bueno en esto.” Dijo Sonoko, que estaba sentada a su lado mientras contemplaba a su contrincante patinar con plena naturalidad por la pista.

“Kudo es él mejor.” Dijo firme Ran, sentada a su otro lado.

“No me importa esta carrera, solo voy a salir a patinar un poco.” Dijo bien tranquilo.

Fffffiiiíiiiiiuuuuuuuuuu

El silbato del profesor indicó que los participantes debían colocarse a sus posiciones.

Su mirada se cruzó con la de Shiho, que estaba a un lado de la pista, cerca de él y distante a los otros grupos de gente.

“¿Vas a ganar?” Le preguntó con una media sonrisa.

“Haré lo mejor que pueda.” Le contestó sonriéndole de vuelta.

“Entonces buena suerte.” Le contestó con una media sonrisa.

“¡En vuestras marcas!” Alzó la voz el profesor.

Piiiiiiip

La carrera empezó segundos después. Que Shiho le hubiese mandado ánimos le entraron ganas de esforzarse más en la carrera, así que empezó a patinar con todas sus ganas, logrando pasar a su rival con un poco de ventaja.

Hamada era un profesional en el Hokey y su futuro era ganar la liga.
Ese pensamiento le hizo repensarse el querer ganarle o no. Su futura carrera profesional no tenía que ver con los deportes, en cambio la de su compañero, sí. Así que decidió reducir el ritmo a ultima hora.

Dándole esa ventaja para ganar la carrera.

Todos aclamaron a Hamada por haber ganado y él se dirigió a Sonoko y a Ran, que le recibieron con ánimos.
Sus ojos buscaron a Shiho por la zona, pero hasta la hora de las clases no volvió a verla.

Estaba más distante y seria con él.
Tubo que correr entre cambio de aula para alcanzarla y que no se escurriese entre las escaleras.

“Shiho espera.” Le llamó mientras seguía.

Ella continuó su camino ignorándolo y él apareció a su lado pocos pasos después.

“Hamada es muy rápido.” Dijo intentando excusar su derrota.

“Ya.” Dijo ella irónicamente y seria.

“¿Cuándo es tu cumpleaños Miyano?” Le preguntó cambiando de tema sin más, intentando cambiar su cara seria.

Shiho continuó ignorándolo.

“¿Qué te pasa?” Preguntó él extrañado.

Ella paró en seco al llegar a la plata y se giró para mirarle por primera vez a los ojos, decepcionada.

“Me dijiste que no ibas a fingir conmigo.”

Él se quedó asombrado y arrepentido. “ Lo siento, al final he pensado que era mejor dejarle ganar.”

“Ya. No importa.” Volvió a decir ella con indiferencia. “Los dos somos unos mentirosos y unos farsantes.” Dijo apretando los puños y saliendo por la puerta principal.

Kudo se quedó en el mismo sitio, sintiéndose impotente.

“¿Kudo?” Preguntó Ran, que acaba de aparecer junto a Sonoko. “Pensábamos que ya te habías ido. ¿Vuelves con nosotras?”

Shinichi, que seguía con la mirada fija a la puerta que había cruzado la pelirroja, se dio media vuelta y volvió a subir las escaleras.

“Ir tirando. Me he dejado algo.” Se excusó.

Se dirigió a la sala de profesores, que por suerte estaba vacía y empezó a rebuscar entre las cosas de su tutor. Tenía que descubrir cuando era su cumpleaños, de la otra manera no podía anticiparse a nada, debía saber cuanto tiempo le quedaba.

Habían demasiadas libretas y apuntes cómo para encontrar algo rápido así que tubo que organizarse para encontrar el cuaderno principal.

Empezó a buscar en los sitios menos accesibles, era un cuaderno de notas, así que no podía estar a la vista. Abrió cajones más bajos y…Bingo.

Lo sacó del cajón y lo puso encima de la mesa y cuando sus yemas se dispusieron a abrirlo, alguien le palpo el hombro.

“¿Qué haces aquí Kudo?” Preguntó una voz adulta.

“Profesor Yashiro…”

Su tutor le había pillado. Empezó a ponerse nervioso y tartamudear buscando una explicación. “Verá, esqu-“

“¿Tiene que ver con Miyano?” Le cortó su tutor.

Era muy intuitivo.

“Sólo quería saber cuando es su cumpleaños.” Le confesó honestamente.

“Ya veo.” Le contestó sonriéndole y sentándose en su escritorio.
“Últimamente he notado de que sois bastante amigos.”

Kudo se sonrojó por ello y negó con la cabeza. “Tanto no, solo es que le dije cuando era el mío y ella no me quiere decir el suyo.” Dijo argumentándose.

El profesor abrió su cuaderno y empezó a rebuscar entre todos los nombres de los alumnos. “Tiene sentido.” Dijo riéndose.

“¿Por qué?”

“Míralo tu mismo.” Le contestó su tutor, entregándole el cuaderno de notas.

Kudo rebuscó entre los nombres hasta dar con el de ella.

Shiho Miyano, dos de marzo.

Cumplía años el mismo día que él. Por eso no había querido decirle nada.

“Muchas gracias.” Le contestó entregándole de nuevo el cuaderno cerrado.

“Dejo a Miyano en tus manos.” Le dijo guiñándole el ojo.

Gaku Yashiro. En esos tiempos debía tener más o menos su edad. Era muy agudo y observador.

Kudo salió corriendo con las dudas aclaradas. Ya sabía cuando era el día X. El uno de Marzo. Ahora solo debía proteger a Miyano hasta que todo esto acabase.

Se dirigió al parque para mirar de alcanzarla, pero para su sorpresa, no se encontraba ahí. Eso sólo hizo que extrañarle así que decidió pasar por su casa para poder tener una conversación con ella. Se había ido tan seria y directa que no se quedaba tranquilo de otra manera.

¡Ding!¡Dong!

Esperó unos minutos sin respuesta alguna del interior. No parecía haber llegado.

Sus ojos empezaron a vagar por la zona, en busca de cualquier señal o pista sobre ella. Rodeó la casa observando hasta que sus pies pisaron unos guantes. Sus guantes.

“¿Qué hacen aquí?” Se preguntó a si mismo en voz alta.

No le costo encontrar su mochila tirada al lado con casi todo el interior desparramado en el suelo y las pisadas en la nieve que desparecían en el interior del cobertizo.

Se heló al verlo.

Corrió hacia la puerta y la abrió con los dedos temblorosos.

Y ahí estaba, tirada y llena de golpes en el suelo.

“¡Shiho!” Dijo casi sin aire, acercándose delicadamente a ella.

“¡Aléjate!¡No me mires!” Ella, que tenía el rostro bajo su flequillo, intentó esconder su cuerpo con los brazos, avergonzada de que llegase a verla en esa condición.

A parte de la ropa interior, sólo llevaba puesta una camiseta muy grande para su tamaño y estaba sucia, rasgada y con sangre de sus heridas.

Kudo se sacó el abrigo rápidamente para ponerlo tras sus hombros pero ella se alejó de él cómo pudo.

“¡No me toques!” Dijo aún asustada.

Él se paró ante sus chillidos, pero volvió a acercarse a ella abarcándole los hombros con la chaqueta e intentando ayudarla a sentarse.

“Estoy aquí, Shiho.” Era lo único que era capaz de decirle.

Ella no pudo contenerse y le agarró le la camisa para estallar a llorar. Esa carga tan pesada acababa sobrepasándole y las fuerzas le flaqueaban.

“Estoy aquí, Shiho.” Volvió a decirle muy cálidamente, acariciándole la espalda para tranquilizarla.

¿Qué había pasado?

“¿Se puede saber que haces?” Apareció una voz femenina por su espalda.

Ella dejó de llorar al momento y se levantó rápidamente.

“¿Ya te has vuelto a meter aquí dentro?” Preguntó con indiferencia la rubia.

Ella era la causante de todo esto.

“Vamos.” Le ordenó tajantemente.

Shiho empezó a caminar a su lado con miedo hasta que Kudo volvió a intervenir.

“¿Se puede saber cómo se ha hecho esas heridas Shiho?” Exigió.

La rubia río y sonrió burlonamente. “Que te lo diga ella misma.” Dijo mandándole una mirada dura a su sobrina.

Shiho no levantó la mirada, sus hombros temblaban y su voz apenas susurraba. “Me caí.”

Se quedó parado y sin habla. No se esperaba que respondiera de esa manera y no era capaz de poder ser capaz de contestar a esa triste mentira que acababa de soltarme Shiho.

Y ella no fue capaz de mírame a la cara.

Bajo la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora