CAP XI

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A pesar de encontrarse a salvo, aunque sólo sea temporalmente, en casa de Shuichi, su cabeza no paraba de martirizarle con todas las cosas que pensaba que controlaba y luego habían acabado Saliendo mal. Pese a su esfuerzo y todo el trabajo que había hecho acercándose a esa pelirroja, no había conseguido absolutamente nada con esa regresión y ahora sentía más culpa que nunca.

Había tenido una oportunidad para arreglarlo todo y no la había sabido gastar bien. Había fallado.
Les había fallado.

“Tranquilo, lo solucionaremos. Encontraremos la manera.” Le animó su compañero ofreciéndole agua. “Bebe un poco, te irá bien.”

“Gracias.” Dijo aceptando el baso para beber todo su contenido.

Akai cogió el mando para encender el televisor y después, se asomó por la ventana para observar disimuladamente entre la cortina. “Las patrullas no paran de peinar la ciudad buscándote sin descanso.” Le dijo sin dejar de mirar al exterior.

“Lo sé, pero yo no he hecho nada.” Contestó el detective bien serio a la vez que veía aparecer su cara en todos los periódicos. “Estaba muerto cuando llegué.”

“Lo sé, Kudo.” Contestó su compañero convencido.

Estaba muy enfadado. Después de todo el esfuerzo que había implicado para salvarle la vida a su mejor amigo, no había servido de nada. Y ella, también seguía muerta.

Se sentía impotente. No había cambiado absolutamente nada y posiblemente había gastado la única oportunidad de poder hacer algo al respecto. Se sacudió la cabeza mientras intentaba buscar una salida a todo eso.

“Había quedado con él y cuando aparecí estaba muerto.” Le explicó a su compañero. “Alguien robó un cuchillo de mi casa con mis huellas y le apuñaló. Pero yo no fui, no le haría nunca algo así a mi mejor amigo.” Dijo con rabia y tristeza. “Era como mi hermano, Akai.”

“A mi no tienes que darme explicaciones. Se que no has sido tú.” Le dijo Shuichi mientras se apartaba de la ventana y volvía al sofá para sentarse.

Kudo se sorprendió ante su confianza. “¿Por qué eres el único que no piensa que soy un asesino?”

El moreno le miro después de encenderse un cigarrillo. “Tú no lo harías.” Dijo bien seguro. “Esto no encaja contigo.”

“Gracias por creerme.” Contestó sinceramente, sintiendo un leve alivio en su pecho.

“La policía no tardará en reclamar mi presencia, después de todo, somos compañeros de trabajo así que querrán utilizarme de anzuelo para capturarte. Debemos pensar algo rápido.” Le dijo mientras observaba las noticias.

“Estoy relacionado en muchos crímenes, al igual que Hattori, puede tratarse de cualquier persona.” Dijo intentando recordar algo concluyente. “Heiji quería enseñarme algo del caso de Shiho. Tiene que haber algo en él que nosotros no hemos visto.”

“Tienes razón.” Shuichi suspiró, se levantó para dirigirse a una estantería llena de libros y sacó uno en particular. “En este libro aparecen los casos más extraños e importantes de los últimos quince años y tú, apareces colaborando en muchos de ellos.” Dijo hojeándolo hasta parar en una hoja en particular. “Aún así, sólo eras un adolescente cuando Shiho murió.” Dijo observando su foto. “Fue triste que falleciese el día del festival de las muñecas.”

“¿El día del festival?” Preguntó Kudo extrañado.

“Sí, el tres de Marzo.” Dijo Akai ofreciéndole el libro para que lo comprobase.

La información del libro había cambiado. Shiho había llegado a cumplir diecisiete años. Aunque no había podido salvarlos, si que había cambiado el pasado con sus actos, aunque solo se tratase de un cambio leve.

“¿Y si empezamos a buscar relaciones con otros secuestros que han sucedido por la zona?” Le propuso Akai a la vez que sacaba un par de libros. “También puedo mirar de conseguir una copia de la información que tenía la policía para ese caso.”

“Estuve estudiando a los sospechosos de los secuestros de hace diez años, pero yo no encontré nada extraño en ellos.” Dijo recordando. “Aún así, creo que toda información es bienvenida.”

El trabajo era caótico y apenas tenían un camino por el que empezar a tirar.

Si tan solo pudiese volver al pasado, sería todo mucho más fácil. No se dejaría vencer esa vez. Lo iba a encerrar y le haría pagar todo el daño causado.

La situación actual era una mierda.

<●>

El apartamento de Akai, no había podido ser un escondite muy duradero. La policía empezaba a pisarle los pies y con las pocas cosas que tenía a su defesa, se iba a ir directo al calabozo aún siendo completamente inocente.

Había encontrado un puente bastante apartado y solitario y ambos estaban sentado abajo mientras descansaban y pensaban que podían hacer a partir de ahora. Cualquier sitio en el que estaba más tiempo del debido, dejada de ser seguro para él y su alrededor. Debía seguir moviéndose si no quería ser descubierto.

Se empezaba a sentir cómo un criminal, aún sin serlo. No podía entrar en bucle y bloquearse ahora. Él no se rendía, nunca.

“Voy a tener que dejar de ayudarte.” Le dijo Akai un poco serio. “La policía ha empezado a seguirme y sospechar de mis ausencias. Si seguimos así te encontrarán antes de que puedas descubrir algo importante.” Le intentó explicar.

Kudo asintió. “Estoy muy agradecido por todo lo que has hecho, eres un buen amigo.” Le dijo con honestidad.

“¡Policía!”

Ambos se sobresaltaron al momento y giraron sus cabezas a ambos lados al ver cómo la policía empezaba a rodearles.

“¡Shinichi Kudo, no se mueva!¡Está detenido!” Le chilló uno a la vez que se acercaba corriendo.

“¡¿Qué?!” Contestó él levantándose apresuradamente e intentando librarse de ellos.

Akai se intentó poner por delante y entorpecer a unos cuantos agentes. “¡Corre Kudo!¡Tienes que huir!” Le chilló.

“¡¿Qué crees que haces, Akai?!” Contestó un agente apartándole a un lado.

“¡Dejadle!” Chillo Kudo acercándose a él.

Y las esposas atraparon sus muñecas.
“Shinichi Kudo, quedas arrestado por el asesinato en primer grado del agente Heiji Hattori.” Le dijo el inspector.

Definitivamente, se había acabado.

Suspiró en modo de rendición y se dejó arrastrar fuera del puente mientras la lluvia mojaba su ropa, sin importarle lo más mínimo. Le había vuelto a ganar.

Sabía que era alguien conocido. Había conseguido indagar lo suficiente cómo para encontrar un patrón que le llevase a él. Y sabía que estaba cerca, tan cerca que casi podía oler el hedor de la sangre de sus manos. Era cómo un perro de caza al localizar su presa. Pero no había conseguido desenmascararlo. ¿Cómo podía ser tan escurridizo?

Sus pies se acercaron al coche patrulla, dónde la gente del barrio y los mas curiosos, empezaban a aparecer para enterarse de los sucesos.

Y en ese preciso instante, la lluvia paró ante sus ojos a la misma vez en que alzó la mirada y pudo ver esos oscuros ojos, mirándole fijamente con una sonrisa de victoria.

La presa se había presentado frente al él, con la mirada alta y otra victoria dentro de su bolsillo. El paraguas tapaba gran parte de su rostro, pero no le hacía falta nada más para saber que ese anónimo estaba detrás de todo esto. Podía sentirlo.

Tenía que hacer algo. Eso no podía acabar así, sin más.

No podía dejar que lo arrestasen cuando el verdadero asesino estaba a escasos metros de ellos, desapareciendo entre la multitud.

La impotencia empezó a acelerase por sus venas y los nervios por la situación se hicieron con él. Cerró los puños con fuerza y apretó los dientes a la vez que frenó el paso.

“Camina.” Dijo un agente.

“No.” Contestó firme.

Tenía que volver, tenía que regresar.

Por favor, sólo una vez más. Una única oportunidad.

“¡Tengo que regresar!” Chilló a pleno pulmón mientras empujaba a los agentes.

Y sus ojos se quedaron oscuros por unos segundos.

¿Se había desmayado?

Parpadeó varias veces antes de acostumbrarse a la luz y miró hacia su alrededor para comprobar que no había ningún agente cerca.

Y sus ojos pararon cuando se toparon con su pelo.

“¿Sabes? Me alegro de haber tenido el valor de venir aquí.” Le mostrándole una pequeña sonrisa.

“Shiho…” Contestó sorprendido de verla.

Estaba viva, había podido regresar.

Y esta vez, iba a acabar con ese criminal.

Bajo la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora