Promesa

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Mintió.

Mintió al decirle cuando fue la primera vez que la vio.

El sabia cuando la vio la primera vez, un recuerdo lejano vino a su mente, era el mes de diciembre cuando capto su efluvio. Garrett se encontraba en pequeño pueblo del estado de Maine. Al no tener donde regresar se la pasaba vagando por los lugares menos turísticos y este pueblo era uno de ellos. Podría decir que incluso fue ayer cuando la vio en la acera con el rostro roto. Ella estaba escondida detrás de una camioneta destartalada, lo que le llamó la atención era aquel efluvio que ella evocaba.

—Hola.

Saludó para dar a conocerse. La pequeña niña solo lo miró con un vacío y algo temerosa respondió.

—H-hola señor.

—Está nevando. Morirás de frio.

La niña le dio una sonrisa tímida para después negar.

—Creo que morir e-es mejor, señor.

¿Esto era una invitación?

— ¿Por qué lo dices? —Preguntó queriendo saber si valía la pena o no matarla.

—Mi mamá esta drogada, y si entro Paul empezara a jugar otra vez. ¡Odio contar!

Garrett había sentido curiosidad al saber qué clase de juego era, un leve viento pasó y la niña se estremeció aún más. ¿Esto era una invitación?

Vio de nuevo la niña y descubrió que tenía hematomas por toda la espalda al igual que las manos.

—Espérame aquí. —demandó. La niña lo miró y asintió abatida. Sus grandes ojos grises querían decirle algo pero lo contuvo.

Garrett tuvo que ir al otro pueblo para alimentarse y conseguir comida para la pequeña e incluso ropa. ¿Era normal lo que estaba haciendo?

Sí, él sabía lo que era pasar hambre y frío.

Cuando regresó notó que la niña ya estaba dormida abrazándose en medio de la intemperie. Él se acercó gentilmente y la movió.

—humana... despierta. —Habló sedosamente.

Tardó como siete minutos en despertarla, esos siete minutos la observó de nuevo para contar cuantos hematomas tenía en la piel y en la cara. La niña abrió sus grandes ojos grises que parecían alegrarse de verlo. Era un extraño sentimiento.

— ¡Regresó! —Comentó la pequeña como no creyendo lo que veía.

—Toma.

Le tendió las cosas que había robado, después sacó la bolsa de comida humana que olía asqueroso para él.

— ¡Gracias!

Dijo la pequeña humana con una sonrisa tan brillante como el sol, había algo en su mirada que a él se le hacía conocido en el campo de batalla, ¿Qué era? Si, ya sabía que brillo era en la cara de la niña; era esperanza. Sintió una calidez que pensó que no necesitaba. Se sintió humano al hacer este acto de caridad.

Vio al humano engullir todo el pavo y limpiarse con la mano los mocos que le estaban escurriendo.

— ¿Cómo te llamas señor? —Preguntó la chiquilla.

—Garrett.

—G-Garrett... que nombre más extraño tienes.

— ¿Tu?

—Shirley. —Lo dijo con orgullo.

—Tu nombre también es extraño.

—Mi abuela me lo dio.

Lowood (Edward Cullen x Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora