La última hora se había vuelto un tormentoso bucle de minutos imperecederos. El reloj en la pared hacia tik, luego una muy prolongada antes del tac, pero no veía el segundero moverse de lugar.
No pudo evitar sonreir nerviosamente al apartar la mirada del reloj y jurarse a sí misma que aquelllo solo había sido una ilusión, una muy extraña ilusión. Finalmente, la campana anuncia el cierre de la jornada escolar.
Los que le rodean espabilan y desaparecen a velocidades incalculables.
Juliana mientras espera ser la última, solo para evitar el atropello de la manada que se atora en el marco de la puerta al salir. Sonríe al presenciar aquello.
—¿Y qué hay de ti, Juli? —Pregunta Vera palmeándole la espalda.
—¿R-respecto a qué? —evita mirarla para no mostrarse sonrojada y nerviosa una vez mas.
—Es que nos preguntábamos si te gustaría pasar el rato antes de volver a tu casa.
Más sonrojada todavía, levanta la mirada para encontrarse con las de Marcela y Carlota que, a su vez, se vuelven hacia otro lado.
Mira hacia Vera quien la ve espectante con una sonrisa de par en par.
—Suena genial. —le responde finalmente al ponerse de pie. —Pero en verdad tengo muchas cosas que hacer en casa.
—Oh, vale.
—Pues, será otro día, me acabo de mudar y tengo mucho que hacer.
Mientras tanto, en el patio principal, Valentina se ahogaba en ideas y más ideas, buscando, armando, planificando alguna travesura que pudiera hacer incriminar a la chica nueva de aquello y salirse airosa con la suya. Darle mala fama a aquella otra sería la respuesta al recién nacido desinterés de los demás por su persona. Pero no se le ocurría nada.
Nayeli, de buenas a primeras, le advirtió que no hiciera nada estúpido y que, de momento, si se le ocurría de verdad hacer cosa semejante, sería ella la primera en darle la espalda por comportarse como una caprichosa.
—No cuentes conmigo para tus asuntos de diva. —le habría dicho antes de irse y abandonarla por completo en la misma banca acostumbrada.
Valentina estaba tan enfrascada en sus pensamientos que, por primera vez, se había olvidado por completo de Lucho, su novio actual.
Brisaba dulcemente. Sus claros y lacios cabellos castaños se movian ligeramente con cada soplido mientras movía la cabeza de lado a lado. Se hablaba a si misma y lucía casi como una joven demente.
De estar consciente de aquello, tal vez y solo tal vez, se haría desaparecer a si misma de la vergüenza. También estaba la posibilidad de hacerse la tonta y cambiar las tornas a su favor.
Un truco que siempre le había servido para así acrecentar su ego y atraer aún más las miradas, siempre de una manera en la que ella luciera como ingeniosa, como genial.
Pero no encontraba todavía ese algo que pudiera causar ruido, el necesario
Ridiculizarla, o perjudicarla de manera tal que nadie volvería a fijarse en ella. Y de tanto pensar y pensar, como no lo hacia casi nunca, sintió que empezaba a cansarse. Miró la hora en su móvil, tomó su mochila y se marchó como si nada.
En la calle, apenas a cuadra y media del instituto, Juliana caminaba en solitario con la mirada hundida en su empastado color vino. Sea lo que fuese lo que leía, la tenía bastante concentrada, de vez en cuando se arreglaba la falda o el cabello gracias al viento.
Iba tan concentrada que no había caído en cuenta que volvía a casa sin su mochila.
Hace una pausa ante el semáforo, asegurándose si es o no seguro cruzar la calle. Es entonces cuando nota la ligereza de su cuerpo respecto al resto del día. Faltaba algo, algo importarte. Lo sabía bien, pero no terminaba de darse cuenta de ello, hasta que atravesó la calle.
—Agt, ¡No puede ser, Juliana!, ¡Que tonta! —se dijo en voz alta.
Todavia era seguro cruzar la calle. Respiró profundo y dio marcha atrás a sus pisadas, muy a la carrera, esperando poder llegar a tiempo y recuperar sus pertenencias. No estaba tan lejos, así que sería algo poco complicado, o al menos eso esperaba.
Luego de subir las escaleras de la entrada principal, atravesar el enorme lobby y girar a la derecha, hacia el pasillo que la llevaría hasta su salón, tras un ligero descuido de sus reflejos, chocó de frente con alguien que caminaba en el sentido contrario.
Para Juliana, el accidente solo fue cuestión de mala suerte. Valentina, en cambio, lo consideró el primer encuentro.
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Reinado [Juliantina]
Hayran KurguValentina es la reina de la escuela, pero un día todo cambia gracias a una pelinegra recién llegada de Texas, Juliana Valdés, quién sin quererlo la destrona.