Capítulo 9

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Discutiría con Nayeli un par de veces más en lo que avanzaba la semana. Empezaba a frustrarse más y más puesto que la susodicha princesa se había convertido en un tema de conversación muy recurrente.

Aquello lo había ignorado lo mejor que pudo, pero terminaba siempre por crisparle tremendamente los nervios.

Buscaba distraerse un poco, enfocarse en Lucho, prestarle más atención a las clases de la usual, pero nada podía zafarla de esa necesidad por el conflicto. Tenía ganas de confrontar a la princesa e intentar aplacar un poco su malestar de esa forma.

Era una completa y absurda tontería, ella lo sabia. Pero esa tontería era la que había sostenido toda su vida.

Obviamente, Valentina no era la única chica popular en el instituto. Competía continuamente por aquel título con otras tres chicas que, a diferencia de ella, resaltaban por llevar a cabo actividades fuera de clases.

Valentina, a pesar de ser buena en gimnasia, prefería no practicarla.

Soy demasiado genial como para andar saltando.
Esa era su excusa favorita y a Lucho no le importaba demasiado aquel asunto.

Discutiría con él en los dias más recientes y se alejarían el uno del otro por una breve temporada. Temporada en la que Valentina insistiría en abrazar su egocentrismo infantilista con tremenda intensidad, cosa incomprensible para Nayeli.

—A ti te encanta hacer el papel de terca. —Le reprochaba cada vez que le era posible. Valentina permanecía quieta y en silencio.

En su cabeza la idea original todavía yacia inmadura, sin concretar, pero latente. Quería desacreditar a la nueva, borrarla del mapa y de la boca de todxs y mandarla directo al olvido, justo donde debería estar. Porque así le parecía que debían ser las cosas y no como se les habían presentado.

—No se compara conmigo. —se dijo al dejar caer su móvil en la cama. Seguía a la espera de un mensaje o una llamada que no llegarían nunca.

Lucho seguía sin dar señales de vida y ella no se atrevía a asomar la suya. Se sentía avergonzada por su comportamiento reciente, pero no podía evitarlo.

—Deberías olvidarte ya de eso. —le había dicho Nayeli la noche anterior: —Él es tu chico. No necesitas ser el centro de atención de nadie más.

Para ella aquello tenía bastante sentido. Ya tenía a alguien en su mundo, alguien muy especial. Ya tenía a alguien para quien ella era el centro del universo, alguien que la hacia sentirse completa. ¿Pero en verdad se sentía de esa manera?

Le había costado demasiado ganarse aquella fama, aquella popularidad. Le había costado mucho también zafarse de esa naturaleza egocéntrica suya, pero nada parecía poder darle el empuje lo suficientemente fuerte como para deslindarse de esas necesidades sin sentido.

Nayeli había sido la única en su vida en esforzarse, realmente, por ser su amiga, una de verdad. Y esa era siempre la razón de sus constantes discusiones. Nayeli la apreciaba en serio, y luchaba constantemente contra ese desdén suyo de llamar la atención más de lo debido.

—Podrás ser muy popular y todo eso. —le dijo un poco molesta—; Pero solo nos tienes a Lucho y a mi. ¿Qué otra cosa quieres? Porque no lo entiendo, en serio.

Aquello lo recordaría toda la noche, hundida en un silencio tan incómodo como lo es para ella el sentirse sola. Y sabe que ese es el motivo de su afanada hambre por atención, pero prefiere no hacerlo relucir.

Detesta demostrar que puede ser tan débil como cualquier otra persona, porque no quiere ser como cualquier otra. Quiere ser más que nadie, estar por encima de todos.

Entonces la imagen de Juliana se hace vivida en su cabeza y una punzada le remueve el sueño de repente. En todo aquel tiempo había intentado, de muy mala manera, llamar su atención, llevar a cabo un rotundo acercamiento agresivo.

Nada había funcionado. Llevarla consigo en el pensamiento, siempre había sido lo único con resultados verdaderos.

—Y ahora pierdo el sueño contigo. —se reprocha suspirando pesadamente.

Había perdido por completo la noción de sus intereses, de sus intenciones. Ni siquiera sabía ya lo que haría respecto a la princesa intrusa, mientras se debatía entre pensar nuevamente en Lucho o dejarse llevar por el enojo que Juliana le provocaba. El reloj todavía marcaba las once.

Reinado [Juliantina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora