Capítulo 4

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Cuando Juliana alzó la vista la castaña seguía, al igual que ella, tirada en el suelo.

Reconoció de inmediato a la que horas atrás había llamado "princesita".

Su mirada ardida, la misma que habría apreciado por un fugaz instante, la miraba fijamente con el ceño fruncido.

Aquella mirada era de un azul celestino muy intenso, un azul muy extraño a su parecer. Y parecía estarle gritando desaforadamente a pesar de que se trataba solo de una mirada bravucona, así como conocía otras tantas cosas que, muy posiblemente, estaban a punto de suceder.

—¡Y tenías que ser precisamente tú! —reclamó Valentina al ponerse de pie y sacudirse su falda.

—Fue un accidente. —respondió Juliana con total serenidad. —A menos que esperases que fuese alguien más. Cosa que, en verdad considero poco probable.

Como imitando a la rubia, Juliana se pone de pie, pero solo intenta seguir adelante su camino. No tiene interés alguno en extender una charla que no había, siquiera, empezado.

La expresión de Valentina no podía ser la más altanera ni la más agobiante. La nueva acababa de hacerla a un lado y eso había sido demasiado.

—¿Esta cualquiera quién se cree que es? —Se preguntó al perderla completamente de vista.

Miró la hora en su móvil y se percató que tenía un par de llamadas perdidas de Lucho. No le prestó atención a lo último. Solo devolvió el móvil a su bolsillo y cambió el curso original de sus pasos.

Aprovecharía el tan fortuito primer encuentro para aclaraar ciertas cosas.

Juliana, mientras, revisaba su mochila esperando tener todas sus cosas en orden y sobre todo completas. Luego se dedicó entonces a dar marcha atrás y reanudar una vez más su camino a casa. Pero algo, bueno, alguien en realidad, se interpuso malintencionadamente entre ella y la puerta.

La rubia no lucia para nada amigable, tal cual la hora del receso. Se le aproximó con un caminar pesado, como si sus zapatos llevasen suelas de plomo o algo parecido.

Entonces, cuando estuvo cerca, la tomó de los hombros y guardó silencio por un instante.

Como no había tenido previa oportunidad de estar cara a cara con Valentina, apenas ahora venía a notar que el color de sus ojos no era el que creía haber visto, sino uno más claro, más brillante.

—Quiero que entiendas una cosa, niña nueva.

—Déjame adivinar... —interrumpe Juliana con una sonrisa irreverente en el rostro. —Eres la más popular, la más bella, con tu cabello perfecto, tu cuerpo perfecto, tus ojos hermosos bla bla blá. Quieres que me aleje de tus chicos y tu séquito, ajá. Tú eres la reina, y yo soy nadie.

Luego tiró de su hombro para que Valentina le quitara las manos de encima, se hizo a un
lado y caminó muy naturalmente hacia la puerta mientras alargaba más aquel discurso de probables respuestas, porque ya las había escuchado todas.

Aún en el pasillo, estando a solas, siguió hablando solo hasta cruzar el lobby y poner un pie fuera del edificio. Valentina no podía creer lo que acababa de experimentar.

No podía creer tampoco lo tan distinto e improbable que resultó ser aquella fulana.

Su plan de desacreditarla ganó entonces un peso descomunal. Era, sin duda alguna, una rival única y también una amenaza terrible.

Reinado [Juliantina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora