Turbulencia 2;; Showho.

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El cabello perfectamente peinado hacia un lado le sentaba de maravilla, ni hablar de la costura delicada y limpia de su sencillo traje, el cual envolvía con suavidad el robusto cuerpo del moreno; la mejor vista. Hyunwoo se veía precioso.


Como siempre.


El día de hoy quemó en el calendario por meses, siendo una fecha que Hoseok desearía omitir por siempre. O al menos su parte egoísta—y enamorada—lo deseaba así. No lo culpaba, su corazón latió desembocado y bombeó sangre con rapidez sin siquiera consultarle antes, y cuando el pálido notó el nerviosismo en su sistema al ver al moreno, y descubrió que había caído por él: ya era muy tarde. Se había enamorado de Hyunwoo, tantos años juntos y Hoseok nunca pensó que el picor de sus dedos al rozar con diversión el ceño fruncido del moreno al estresarse no era común, él era sólo un hombre más, con un corazón flojo, y muchas lágrimas por liberar.


Tras un silencio casi ensordecedor, las pesadas puertas se cerraron.


Pensé que no vendrías, hyung.—le comentó Jooheon, al situarse a su lado en la banca.


No me perdería esto por nada, soy su mejor amigo.—respondió con una sonrisa tensa, y las palabras hirvieron en su boca; mejor amigo...


Sonaba tan incorrecto.


Con pisadas melifluas, aquella hermosa y delicada mujer de porcelana avanzó entre ellos. El delgado velo cubriendo su pálido y fino rostro, y la larga cola de su vestido blanco acarició con parsimonia las tablas frías del suelo de la catedral. Hoseok le miró con sus opacos y ojos tintados de oliva y le sonrió con ternura real.


Dolió.


El moreno con manos trémulas la recibió en el altar, tomó sus manos delgadas y tibias y las besó bajo el escrutinio de las personas presentes. El sacerdote unió sus manos y las envolvió con las propias, el calor azotó a Hyunwoo y se estremeció en silencio.


Hoseok lloraba, en silencio también.


Lo supo cuando sus ojos azules recorrieron velozmente el salón en busca de valor para continuar y comentar sus votos y le consiguió con la mirada baja y las mejillas húmedas.


Dolió.


Aquella mujer sonriente y con un cariño acogedor en su mirada, soltó sus votos mientras le miraba.


Aquel brillo en sus ojos no lo aturdía como el de los luceros verdes del pelinegro...


Hyunwoo sintió como las nauseas le invadían y Hoseok sintió su garganta quemar por no ser libre de llorar lo mucho que dolía, pero, era él, y no podía faltar a su día especial.


Son Hyunwoo.—musitó el sacerdote, incitándolo a continuar con la ceremonia.


Sus ojos llorosos no enfocaron muy bien a la pequeña multitud que le miraba, expectantes por el momento crucial. Pero sólo lo distinguió a él, con su traje azul cerúleo, sus mejillas carmesí y su fino y sedoso cabello oscuro desparramado estratégicamente para brindarle un sutil toque seductor.


Su piel tersa y clara resaltaba entre tanta vestimenta formal y oscura.


Hyunwoo...—susurró la chica sólo para él.


Pero Hyunwoo sólo existía para observar al pelinegro que apretaba sus propias manos y miraba fijamente sus zapatos. Siempre vivió para él.


Sus ojos profundos como el océano mismo sólo estaban en Hoseok.


Su madre soltó un "no estés nervioso, hijo, díselo" a tan sólo un par de metros de distancia y él lo vio. Logró observar el miedo y el dolor en los ojos verdes del pelinegro, cuando por primera vez éste le miró a través de sus espesas pestañas. Sus miradas danzaron armoniosamente como sí fuese la primera vez. 


"No estés nervioso", la voz de su madre retumbó en su cabeza y el volvió su mirada hacia la chica frente a él.


No podía dar vuelta atrás.

No más.


Perdóname.—le dijo, y con un beso en su mejilla, bajó del altar.


Caminó hacia las bancas con precisión y se topó con la mirada aturdida del pelinegro, pero no le importó y tiró de él, llevándolo consigo hacia el exterior de aquella catedral.


¿Qué mierda haces, Hyunwoo?

Sólo estoy haciendo lo que debí hacer desde un principio.


Hoseok se sintió mareado y perdido.


¿Qué dices?

Yo quiero que sólo tú seas quien pise conmigo el altar.


Y sin más, el calor abrumador de los labios del moreno envolvieron los contrarios, y lo besó allí. En donde todos miraban con distintos pensamientos penetrando sus confusas mentes. Donde su madre y padre sonreían y la mujer que previamente estuvo en el altar les deseaba una vida plena y feliz.


No le importó, y le amó más de lo que ya lo hacía. Pero ahora, no se refugiaba bajo la etiqueta pesada y sofocante de un mejor amigo.



Guárdalo. » MONSTA X.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora