En el seno del tempestuoso Egeo
se ve a Tetis con el abultado vientre [...]
Errar por las ondas en blanca espuma envuelta
y dentro nacida con movimientos delicados y alegres
una doncella con rostro no humano
De céfiros lascivos empujada hasta la orilla
Gira sobre una concha y parece que el cielo goza con ello.
[...]
La diosa aprieta con la diestra la cabellera
con la otra el dulce pomo recubre
[...]
De tres ninfas en el seno fue acogida
y en estrellado vestido envuelta.Sus ojos divagaba frente a aquel enorme cuadro del Nacimiento de Venus de Boticelli, su autor preferido, mientras leía absorta la descripción bajo ella. Cada noche de cada misma fecha, en cada año; era lo mismo. Vestía sus mejores prendas, su rostro no solo se decoraba por esa nube rosa en sus mejillas sino de un color más intenso en sus labios y sus ojos; se convertía en una mujer que todos giraban a ver pero que nadie era capaz de alcanzar, con aquel gesto poco parecido a una sonrisa daba entender que nadie llegaría a su altura, absolutamente nadie.
Esa noche en particular se arregló más de lo inusual, era un momento predilecto, aquella obra que la insitó a seguir en sus momentos de desolación llegaba hasta ella. Aquel rostro pintado década atrás le producía un cosquilleo constante; lo segundo mas hermoso que el cielo, era aquella mujer desnuda que los dioses admiraban.
Un vestido holgado era suficiente para una noche en un museo de cualquier damisela, menos para Cristine D'Angelo; aquella mujer se encontraría con su musa, con su inspiración, aunque ésta estuviese pintada en un lienzo. Deslizó por su cuerpo de aquel vestido rojo que tanto provocaba, sus curvas se enmarcaban cada vez más, sus senos se alineaban a la perfección y sus brazos con parte de sus muslos al desnudo daban ese toque sensual que haría mojar a cualquiera. Sus cabellos ligeramente ondeados y castaños se sujetaban en lo alto, aquel diamante que adornaba su cuello la hacía inalcanzable y aquellos tacones negros la volvían indomable. Critine D'Angelo fácilmente podría competir con aquella musa que admiraba, sus ojos esmeraldas eran capaces de reconocerlo cuando al fin se vió tras el espejo, pero su intelecto le impedía darse cuenta.
Sus manos sujetaron con mas fuerza de aquel champán que sus gráciles dedos sostenían, cualquiera que estuviera cerca a ella podría fácilmente diferenciar sus pupilas dilatadas y la agitación que su cuerpo emanaba cuando observaba fascinada aquella obra de arte; pero nadie era lo suficientemente audaz y observador para notarlo. Bebió de aquel champam para tranquilizarse y lo único que provocó fue que ese cosquilleo que estaba presente en ella desde que salió de su mansión se situara en su bajo vientre. Pensar que un objeto inanimado fuera capaz de descontrolar a alguien suena descabellado pero en ese preciso momento la mujer mas hermosa de aquella galería sentía las consecuencias; nadie más existía a pesar de estar rodeada por medio centenar de personas, solo eran dos mujeres danzando sobre una concha de mar mientras que los dioses del viento y la briza soplaban y desordenaban sus cabellos, fácilmente Cristine podía diferenciar la textura de su piel en su tacto, podía sentir lo que Boticelli sintió al pintarla, era hermosa, es hermosa.
__ El nacimiento de Venus, es bellísima - odió de aquel hombre que interrumpió de su fantasía - ¿viene sola?
Bebió de su segundo champan en esa noche y sin responderle ni dirigirle una cordial mirada, siguió su camino. Al finalizar la exposición volvería a ver a su musa, como despedida.
La galería no solo que componía de célebres pinturas, sus instalaciones en aquel museo también mostraban estatuas de marmol y cerámica, una que otra arma del siglo XVI decoraba cada espacio visitado. Era una lástima que las personas presentes solo puedan observar sin poder llevar alguna reliquia consigo, era una lástima que las familias más ricas de diferentes partes del mundo vinieran solo a ver esa exposición sin poder tener algún recuerdo ya ni que las fotos estaban permitidas.
ESTÁS LEYENDO
Mirando al Cielo
Teen FictionLa vida seguía a pasos agigantados dejando atrás a aquella mujer madura de mirada perdida, los suspiros salían de sus labios con más frecuencia; miraba al cielo tratando de encontrar respuesta a su sufrimiento, a su falta de vida. Hasta que la vió...