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__ Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi, apodado Sandro Botticelli nació en Florencia el primero de marzo de 1445 y muere el 17 de mayo de 1510 con 65 años de edad en Florencia, Italia.

Las cortinas de aquel espacio habían cubierto los ventanales impidiendo que algún rayo de luz moleste la presentación de aquella profesora que se situaba a un lado de la enorme pantalla movil que reproducía las imágenes del retroproyector. Sus movimientos gráciles y sensuales le daban un toque controlador y posesivo frente a sus estudiantes, los ojos de éstos estaban anonadados intercalando sus miradas hacia las imágenes y hacia la docente, las cuales se asemejaban a una hermosa película antigua.

__ La reputación póstuma del artista disminuyó notablemente en los siglos siguientes, pero fue recuperada a finales del siglo XIX; desde entonces, su obra se ha considerado exponente máximo de la gracia lineal de la pintura del primer Renacimiento. El nacimiento de Venus y La primavera - dejando posar por más tiempo del necesario la imagen de una mujer en una concha de mar, aquello traía un doble sentido - son, actualmente, dos de las obras maestras florentinas más conocidas. Se expusieron por primera vez en la galería de los Uffizi en Florencia por los años 1815.

Su mirada, de vez en cuando, se posaba en la de una jovencita que mantenía los ojos abiertos siguiendo el corriente de la presentación. Deseaba que admirara a la mujer que explicaba de ellas, sin embargo sus ojos brillaban observando las imagenes inanimadas. Aquello la ofuscó un poco, quería ser notada.

__ Botticelli creó el tipo florentino de mujer; pelirroja, de tez blanca, ojos claros y aquella inocencia que era capaz de plasmarse incluso en un cuadro. Una mujer perfecta.

La sonrisa en el rostro de la joven llamó su atención, no era el gesto en el cual cabía implícito que compartía la definición de la profesora; era un gesto de burla, de desinterés y evidentemente de contrariedad contra su persona.

Caminó lentamente con aquel movimiento de caderas propio de ella y que hacía babear a quien tenía en frente, apretó un botón escondido en la parte superior de la puerta haciendo que las cortinas se corrieran y provocando murmullos de sus estudiantes (era tan plácido tenerla a oscuras). Regresó a su escritorio posicionandose frente a éste y apoyó ligeramente su cuerpo mientras cruzaba los brazos, su vestido negro se adherió más dejando a la musa de Botticelli en el olvido.

__ Usted señorita.

Sin necesidad de señalarla un cuarto de centenar de pares de ojos siguieron la mirada de la docente, quedando plasmadas en una pelirroja que se entrenía con el libro en sus manos, ajena a las miradas acusadoras de todos allí. Nadie se atrevía a interponerse, pues la actitud de la profesora era recia y dura.

__ Hey - un joven con exagerados percing llamó su atención e inmediatamente lo catalogó como posible sospechoso, su atuendo no cabía con lo estandar de aquella universidad. Lo observó - adelante - susurró.

Sus ojos verdes artificiales al fin chocaron con unos verdes naturales que estaban entrecerrados observandola.

__ ¿Si?

__ Veo que al fin nos honra con su atención ¿señorita?

__ Donatelli, Mía Donatelli.

__ Señorita Donatelli. Preguntaba si tiene algún aporte respecto al tema que acabo de hablar, respecto a la definición de una mujer perfecta.

Quería quitarle esa sonrisa de superioridad de la cara, quería llevarle la contraria; pero las palabras de su padre resonaron en su cabeza "no llames la atención".

__ Ninguna - apenas sonrió dado por hecho el fin de la pregunta.

Los pares de ojos aún la observaban incrédulos, era mal visto que los estudiantes de doctorado sean incapaces de responder alguna pregunta del profesor, sobre todo de aquella profesora. Lo mínimo que podían hacer si no era opinar lo contrario era aportar algo más para quedar con un CI promedio. Claro que aquello Hanna no conocía, ella solo dominaba todo respecto a emboscadas, armas y motos lineales.

Mirando al CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora