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Los diseños de la puerta frente a Hanna la distrajeron lo suficiente como para poder tranquilizarse, el olor a caoba le recordaba los años en que vacacionaba con su familia completa en las afueras de la ciudad, en aquel rancho que la volvía más humana. Volvió a suspirar. No se oía ruido alguno tras aquel pedazo de madera, pero aún así debía intentarlo; tocó con la yema de sus dedos el alto relieve de éstos encantandose de su sensación, mordió sus labios fuertemente tratando de ocultar todas aquellas sensaciones que tenía y las que podrían surgir estando una vez dentro, trato de calmarse completamente. Dos toques fueron suficientes para que el eco de sus zapatos resonaran tras esa puerta, el sonido se acercó a ella y en menos de un suspiro más las puertas se abrieron. El semblante de la mujer que tenía enfrente aún era duro, pero aquello más parecía su carácter y su propia personalidad .

__ ¿Si?.

Sus brazos cruzados y su cuerpo apoyado en el humbral de su oficina le daba aquel poder del cual se jactaba siempre. Hanna recorrió con la mirada el cuerpo de su profesora tratando de que su expresión corporal le diera algún indicio de lo que estaba por enfrentar, su vestido dejaba al descubierto parte de sus muslos y el cabello desaliñado le daban un aire de mortalidad; a la única conclusión que pudo llegar con esa impresión y esa faceta era que Cristine D'Angelo poseía las piernas más hermosas que haya visto en su vida.

__ Me gustaría conversar con usted.

La joven había dado el primer paso.

__ Adelante.

Sus caderas volvieron a contornearse de lado a lado alejándose de la agente y el intenso perfume una vez dentro la mareó un poco distrayendola; aquella oficina era la más pulcra que había visto en su vida. El escritorio estaba muy bien posicionado casi en medio de la habitación, dos estandes a cada lado lo acompañaban repletos de carpetas con rotulaciones de diferentes años, una pequeña alfombra griega era lo único que decoraba el piso y dos sillones cerca a la puerta terminaban por darle un toque hogareño. Hanna dudó si sentarse en aquellos muebles de cuero marrón extremadamente cómodos o en la silla de metal frente al escritorio la cual desalineaba con todo allí dentro.

Cristine tomó el lugar detrás de la única mesa en aquel espacio dejando a enterder la posición que debía tomar la menor, sentir el frío metal en sus posaderas.

La pelirroja no se había alejado de la puerta en esos cortos segundos de inspección, al entender su posición cogió la perilla con intención de cerrar la puerta pero un carraspeo por parte de la otra persona a espaldas suyas, la detuvo en su accionar.

__ Déjela abierta.

Apenas esbozó una sonrisa concordándo de que aquella era la mejor opción. Tomó asiento.

__ La escucho señorita Donatelli.

__ Bueno - realmente no sabía como empezar. Miró sus manos sobre la mesa y jugó por milisegundos con sus dedos, la idea de disculparse por algo que creía injusto la desanimaba - soy consciente del error que cometí.

__ Ya ¿y?.

En verdad aquella profesora se tomaba demasiadas atribuciones del supuesto poder que creía o poseía, y del cual Hanna empezaba a ser consciente.

__ Es mi primer día y no quiero tener problema alguno mucho menos con alguna docente, no fue mi intención faltarle el respeto simplemente actué sin pensar en las consecuencias. No volverá a suceder.

__ No debería actuar sin pensar.

Aquella frase fué muy cínica de su parte, y la joven no fue la única que lo pensó.

__ Ya me he disculpado, si no es mucho pedir me gustaría que empecemos nuevamente y olvidemos este mal entendido. Quisiera llevar el curso con tranquilidad.

__ En primer lugar, no te has disculpado, simplemente me has explicado tu incompetencia para poder controlarte; en segundo, yo no soy de las mujeres que olvida y si quieres llevar mi curso como es debido eso dependerá de cuan capaz eres.

Se levantó de su asiento para tomar una carpeta del estande, no observó a su alumna en ningún momento hasta estar nuevamente sentada frente a ella con unas hojas en sus manos.

__ Me tomé la molestia de leer su historial.

La agente palideció ante aquel comentario y es que cabía la posibilidad de que la mujer que tenía en frente fuera capaz de descubir su secreto.

La docente abrió un pequeño cajón del escritorio de madera sosteniendo en sus manos unos anteojos de montura gruesa con forma rectangular, se los puso con delicadeza volviendo a ojear las hojas en sus manos. Hanna era consciente de lo hermosa que ya era aquella profesora, pero verla en una faceta intelectual y recatada prendió sus entrañas. La joven admiraba la belleza en cualquier aspecto posible siendo éste en personas o en objetos, pero teniendo a esa mujer en frente se percató de algo de lo cual ignoraba completamente; Hanna Lombardi sentía atracción hacia las mujeres.

__ Estudió el pregrado en una universidad Nacional de Grecia terminando la carrera con muy buenas calificaciones, tomó un curso de literatura antigua en el mismo país y ahora la tenemos aquí por el doctorado - la observó tras las gafas.

__ No sabía que cualquiera podía tener acceso a una información tan personal - su voz era gruesa y su semblante duro.

__ Es que, yo no soy "cualquiera" señorita Donatelli.

__ No quise decir eso - sus mejillas enrrojecieron avergonzandola más, mientras que en el rostro de la profesora aparecía una sonrisa producto de la actitud de su alumna - ¿que más sabe?.

__ ¿Debería saber más? - quitó sus anteojos y su mirada traspasaba a la de la joven sentada frente a ella, la desarmaba completamente - lo extraño aquí es que no cualquiera entra a mi clase, muchos de los compañeros con quien comparte carpetas tienen una maestría o mínimo un par de cursos antes de entrar al doctorado. Usted apenas tomó un curso insignificante saliendo de la universidad y ahora la tengo frente a mi clase; debería preguntarme ¿como sucedió?

Hanna no sabía que responder, aquello salía del plan y del protocolo planeado; y en parte, era su culpa.

__ Le demostraré que merezco estar en su clase - recordó el primer encuentro que tuvo en el museo y como aquellos ojos verdes la observaban deseosa, debía utilizar todo medio posible para que la operación salga según lo planeado - prometo que volverá a verme como lo hizo aquella noche en la exposición de las obras de arte antigua - se paró y caminó hacia la puerta - disculpeme por lo sucedido el día de hoy... y, yo tampoco soy una mujer que olvida. Permiso.

Salió por la puerta aún abierta de su oficina y casi corrió hasta la salida. Estaba más embarrada de lo que pensaba.

Cristine por su parte aún observaba el espacio vacío frente a ella como en una especie de transe, era consciente de los muchos errores que había cometido y de los posibles que podía cometer teniendo tremenda tentación que era la señorita Donatelli, no podía permitirselo, aquello jamás podía ni debía suceder. Volvió a ordenar los documentos y caminó lentamente cerrando la puerta de su oficina con llave, necesitaba descanzar; se despojó de sus zapatos y se tiró con poca delicadesa en el sillón con su libro favorito en mano, Becquer debía volver a enamorarla. Aún con la sensación de que algo no encajaba rondeandole por la cabeza, se quedó profundamente dormida abrazada de aquel manojo de papeles impresos con frases que eran consideradas las mas bellas del mundo.

Aquel día era el principio de todo, pero ninguna de las dos mujeres lo sabía concretamente.

















Lamento la demora pero es que mis clases ya empezaron y la verdad me consume mucho tiempo. Espero esten bien todas!!

Trataré de actualizar lo más pronto pueda. Besos ❤

Mirando al CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora