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Observar su cabello irreconocible tras el espejo dió como resultado que una insípida lágrima resbalara por su mejilla, aquella mujer que se reflejaba no era Hanna Lombardi. Caminó aun descalsa por el amplio piso de madera de su nuevo departamento, pasando por aquellas cajas de mudanza que quedaban como perfectos obstáculos, aún no había ordenado nada, aún su cabeza martillaba por los chupitos tomados con su compañero; pero aún así, odio a su padre un momento por haberla obligado a pintar su larga cabellera castaña, lo odió por quitarle el único distintivo que la asemejaba a su madre.

Se sentó a piernas cruzadas frente a la segunda caja mas importante de todas las desparramadas allí, la que contenía su nuevo nombre, su nuevo pasado, su nueva identidad. Ojeo como cada noche desde hace casi un año las cualidades de Mía Donatelli, sus gustos, su personalidad tan callada y misteriosa; debía ser aquella alumna que todos reconocían y de quien se podía confiar, bella, tranquila y con aquel toque inocente que nada se parecía a la realidad. Bufó.

En menos de media hora debía estar en la dependencia y despedirse de aquel lugar, estaba programado que la investigación y posterior captura de la viuda no debía pasar de los ocho meses, pero de aquello poco se sabía. El professor más que acercarlos a la verdadera mano tras los peores ilícitos de bandas organizadas había desmoroñado todo; lo único que se conocía a ciencia cierta era que la viuda y tal vez, el professor eran las cabezas detrás de las mayores extorciones a funcionarios del gobierno y de los secuestros a éstos, que cada vez se hacían más continuos; uno que otro caso de posesión de drogas o proxenetismo estaban asociados pero no era el mayor cargo, incluso se los catalogaba de terroristas. La joven se recostó en el piso con todos los papeles a su alrededor, los cuales se acompañaban con infinidad de fotos reconociendo a algunos miembros de la banda, cerro sus ojos tratando de imaginar como sería el rostro de la viuda y como aquel personaje estaba tan asociado a la vida de su padre, su carrera había girado en torno a ésta, en torno a su al fin captura; y ahora, la hija también estaba tras sus pasos. De tal palo, tal astilla.

El sonido tintineante de su celular la despertó de su ensoñación, era su compañero. Dejó pequeñas gotas en el suelo al levantase producto de su reciente hazaña, teñir su cabello.

Contestó.

__ ¡¿Donde carajos estás?!

__ Revisando la última información del caso - disfrutaba sacar de quisio a aquel hombre de mirada café.

__ ¡¿Que nueva información?! No se sabe nada del caso más allá de lo que ya tenemos. Mierda Hanna, en menos de veinte minutos tu padre va a estar cagandonos ¡es mejor que aparezca tu trasero, ahora!

__ ¡Voy! Joder, que intensa estás - y antes de escuchar su respuesta, colgó.

Dejó de lado los pantalones camuflados con las botas de escalar que tanto le gustaba usar, su armario había cambiado por completo. Quien la viera obviamente no la reconocería, esta vez sería una señorita en toda la expresión de la palabra.

Montó de aquella moto lineal que consideraba como de la familia y condujo hasta la dependecia.

__ Disculpe señorita ¿A quien busca?

__ Ja ja ja, muy gracioso Gutierrez - acomodó de su bebé en una esquina y estiro del vestido negro holgado que llevaba.

Decir que llamó la atención sería injusto para describir lo que causó la oficial, todos los agentes quedaron boquiabiertos ante su presencia; nada quedaba de la agente Lombardi poco femenina que caminaba por la dependencia hechando maldiciones, o cuando en los momentos de ocio bailaba desenfrenadamente con una cerveza en mano. Aquella mujer que tenían en frente era UNA MUJER y aquello incomodó demasiado a la oficial.

Mirando al CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora