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El vapor expulsado por la regadera empañaba todos los espejos de aquella habitación humeda; ver recorrer la espuma por su cuerpo desnudo mientras reposaba sus manos en la pared era una imagen celestial, simplemente Cristine D'Angelo era una diosa de la sensualidad, aquello emanaba por cada poro de su cuerpo aunque ni de eso se percatara.

Siempre se caracterizó por no dejar nada a medias ERA TODO O NADA, así que la simple idea de solo ser una trabajadora de museo reconociendo obras de arte antigua, quedó desechada; se convirtió en la mejor de su campo y la única especialistas en literatura antigua del país. Muchos admiraban su tenacidad y otros criticaban el logro de éstos, se sabía muy bien que el inicio de una carrera como la suya no era muy bien remunerada; llegar hasta donde estaba era producto de constantes capacitaciones, cursos, maestrías y enseñanzas en el extranjero que cualquier persona de clase media no podría darse el lujo de recibir, y era verdad. Cristine era hija de una de las familias más ricas del estado, su hermano mayor, Hal, era el heredero próstimo de las mayores transnacionales que la familia manejaba en el extranjero. Su padre siempre esperó más de ella, que siguiera la tradición familiar y escogiera una carrera de finanzas, pero aquello, no estaba en los planes de Cristine; fue la oveja negra de la familia.

Su audi negro era bien conocido en la facultad ya que casi nadie podía darse el lujo de tener tan costoso transporte, a excepción de aquella ojiverde que camina deprisa por los pasadizos de la facultad de letras haciendo sonar su ya tan distintivo eco de sus tacones al tocar el suelo. Su fragancia era capaz de filtrarse por los salones y su mera presencia desarmaba al más tenaz de sus alumnos, era altanera, pedante, caprichosa y extremadamente bella; una combinación muy peligrosa. Nunca se le vió con alguna relación los tres años que ejercía como docente, pero era bien sabido que pretendientes no le faltaban. Demasiado reservada respecto a su vida personal, la única que conocía detalles era Alexa, su ex-compañera de universidad, y hasta ahora; mejor amiga.

__ ¿Ya viste al nuevo especialista en armas precolombinas?

Se conocía muy bien la reputación de su amiga, y lo fácil que era en cuestiones si terminar con las piernas abiertas se trataba; aquello le incomodaba demasiado y muchas veces se preguntaba como podía seguir a su lado, como podía siquiera llamarla amiga.

__ No, ni me interesa - bebió de aquel café amargo que llenaba su vaso de cartón.

__ A veces me resulta difícil de imaginarte a ti, en pleno - volvió a beber de aquel café siguiendo sus pasos, aquellos temas solo eran suyos y no tenía que discutirlo con nadie más.

Su asiática amiga aún seguía contando los detalles de su último encuentro pero Cristine ya había dejado de escucharla, apresuraba su paso para llegar cuanto antes al salón donde le tocaba dictar; dejó de prestarle atención desde el momento que escucho de sus labios la palabra sexo por ello no reaccionó cuando trató de avisarle de su estrepitoso choque hasta cuando ya su bebida se encontraba desparramada en el suelo y pequeñas gotas oscuras decoraban su atuendo. Enfureció. Alexa había dejado de pronunciar palabra alguna para observar perpleja la escena mientras retrocedía dos pasos, el hermoso rostro de Cristine se estropeó con aquellas lineas que intensificaban su enojo.

__ Por dios, disculpeme - una joven, extremadamente joven señorita se excusó; sus dedos tocaron la tela de la docente con la ingenua intención de corregir su torpeza. Grave error.

__ No me toques - quitó su mano con un movimiento poco gentil.

__ Disculpeme porfavor, no me fijé que usted estaba tan cerca.

Las personas sutílmente se aglomeraron a su alrededor sin quedarse estáticas, conocían muy bien la reputación de aquella docente a diferencia de la joven de primer año que aún seguía frente a ella.

__ Para la próxima podrías caminar como gente y fijarte bien a quien tienes delante, tal parece que esas espantosas gafas no hacen bien su trabajo.

Aún aquella señorita seguía perpleja por sus palabras situada frente a ella, aún seguía en el suelo el charco de café con el folder que a la muchacha se le había caído.

__ Cristine, ya es suficiente - la mirada que la ojiverde lanzó a su amiga era capaz de matar a cualquiera - señorita, retírese y llame al de limpieza para que se encargue de esto.

Todavía no había acabado con aquella mocosa y las palabras aún las tenía aglomeradas en la garganta, trató de detenerla cuando ésta casi corrió por los pasillos huyendo de su falta de coordinación; pero lo que ni su amiga consiguió lo hizo otra mujer que observaba la escena con un gesto dubitativo, la reconoció de inmediato, aquellos ojos, aquel cabello eran difíciles de olvidar. Sus pasos eran gráciles y sensuales cuando se acercó hasta ella, menos de un metro las separaba, aún con la mirada fija en la ojiverde recogió de aquel folder que la muchacha había olvidado y aún sin separar ese contacto, desapareció entre la multitud ya presente.

__ Cristine.

__ ¡¿Que quieres?!

__ No me hables así, yo no soy una de tus alumnitas - puso los ojos en blanco ante aquel comentario - tienes que controlarte, no es nada ético lo que estas haciendo.

__ Me tiró el café encima.

Aquel par de amigas ya se habían retirado de la escena para poder platicar tranquilamente sin ser juzgadas por miradas curiosas.

__ Solo han sido una gotitas.

Cristine agradeció que su amiga no se haya percatado del pequeño intercambio de miradas que sostuvo con la pelirroja, trataba de diferenciar si aquello verdaderamente pasó o fue producto de su cólera acumulada.

__ Estoy retrasada, luego hablamos - y sin esperar respuesta alguna, siguió su camino.

Se encontraba delante del umbral con la puerta aún cerrada del salón al cual le tocaba dictar mientras trataba de borrar aquellas invisibles gotas de café que se esparcían en su vestido, su enojo había desaparecido y no sabía muy bien la razón. Eso no era normal en ella.

Sus pasos resonaron en aquella aula cuyos asientos estaban acomodados como si de un auditorio se tratase. Sin aún mirar a los alumnos sentados allí dejó su bolso colgando de la silla y se apresuró en sacar un plumón y escribir el nombre de la materia que impartiría. Le gustaba dictar a alumnos de doctorado que buscaban especialización ya que el trato con ello era más profesional, no eran los adolescentes de dieciocho o veinte años de pregado ni tampoco eran colegas que peleaban por tener la razón. Eran personas centradas en lo que querían y de mente abierta.

__ Buen día con todos, soy Cristine D'Angelo y...

Antes de poder seguir con la presentación su mirada se clavó en una señorita que la observaba con los ojos muy bien abiertos y sosteniendo su mentón en la mano, su cabellera roja la convertían en un punto que todos llegarían a posar, sin emanar palabra alguna; llamaba la atención. Apenas sonrió de lado aún con ese semblante de superioridad. La recordaba muy bien pero su nombre, ya lo había olvidado.

__ Y les impartiré el curso de literatura antigual. Los que vengan por Boticelli, vienen por mi.

Muchos sonrieron ante aquel comentario pero aquella joven aun seguía con ese semblante dubitativo, era sorprendente que aún aquella muchacha la observara tan fijamente, normalmente las personas agachaban la mirada ante su presencia; pero esa pelirroja seguía en la misma posición detallando cada espacio del entorno de su ahora profesora. Una ligera molestia se posó en ella y la evidencia eran aquellas lineas en su frente que la volvían más peligrosa.

La muchacha seguía retandola y el enojo de aquella ojiverde crecía cada vez más.

Mirando al CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora