◦ 𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚄𝚗𝚘 ◦

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Capítulo Uno
La mejor faceta

     La residencia Fernández se encontraba a las afueras de una ciudad conocida como Karmaland

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     La residencia Fernández se encontraba a las afueras de una ciudad conocida como Karmaland. Dentro de ese hogar, se encontraba un chico de 17 años, casi 18, que solo soñaba con salir de esa casa. Él era Manuel Fernández, o simplemente conocido como Lolito. O el que veía por la ventana anhelando su libertad que nunca había tenido.

Maldita sea...—pensaba mirando como las gotas caían por el ventanal.

Odiaba esa casa, odiaba a sus padres, odiaba todo lo que fuera posible.

¿Podías odiar a alguien con tu misma sangre?

La puerta de su habitación se abrió, de la puerta apareció Margaret, las pocas personas que lo complacían al contarle del exterior, ella siempre que podía le llevaba Karmas de oro y de plata, y lógicamente él los guardaba con mucho cariño y discreción.

—Hola, señor, ¿como amaneció esta mañana tormentosa?—Lolito soltó un gruñido.—Pues parece que mal, ¿se puede saber por qué?

Lolito se pensó mucho en la respuesta.

—No me gusta el clima.

—¿La lluvia?—Lolito asintió.—Es maravillosa, ¿por que no sales al jardín a disfrutarla?—la chica se ganó otro gruñido de parte del menor.—¿Por que no te gusta tu casa? Eres extraño, Manuel.—de nuevo el gruñido.—¿Por que no simplemente te vas?

—Me encontrarían al segundo día...—pero en el fondo, Lolito sabía que ni se molestarían en buscarlo.

—Es posible, disfrute a su familia, señor.—se despidió Margaret.

Lolito suspiro, odiaba cuando le decían eso. Es que cuando Manuel decía que su familia era irritante era irritante. Siempre que podían joder al menor del hogar lo hacían haciendo sentir mal a Lolito. Tal vez Margaret esa vez tenía razón. Tal vez podía escapar. Tenía puntos que lo favorecían, parecía mayor de edad y tenía algo de dinero pero también tenía sus desventajas, y eso era: No tener lujos, perderse, que le llegara a pasar algo.

Pasaron las horas, horas donde se la pasó pensando una vía de escape segura y estudiando las calles de Karmaland con un mapa del suburbano.

—¡Manuel! ¡BAJA A COMER!—grito Lizabeth, por suerte no le llamo por un apodo ridículo, "bicho" o "bichito" en honor a que las cosas raras que decía, qué hacía, que pensaba y como era, tanto física como mentalmente.

Susurro un "Ya voy" para si mismo, tenía que obligarse a hacer cosas que no quería. Así que salió, ya vestido y peinado. Tomó asiento solo concentrado mirando su plato.

—¿Hoy que hicieron?—preguntó su viejo padre sin demostrar demasiado interés, nadie tenía interés en crear una platica, todos estaban metidos en sus pensamientos.

—Nada.—contestó el trío a excepción de Lolito, su padre se había encargado ya de que su hijo no hiciera nada.

Recordaba años atrás cuando apenas era un crío, un indefenso e inocente niño de nueve años de edad. Ni ahí era feliz, en ese entonces se le permitía hacer más cosas que ahora, antes se le permitía por lo menos salir al supermercado, o a visitar a los abuelos pero desde que estos fallecieron dejó de salir.

—¿Y tu, Manuel?

La voz, esa jodida tranquilidad que su padre asustó a Lolito, el jamás le preguntaba por su día, era una regla que existía en su relación desde hace años. El chico de los pelos naranjas quería gritarle a que venía eso.

—Lo de siempre...—contestó dándole un mordisco a su comida.—Ya sabes, leer, estudiar, comer...—...aburrirse como ostra... completo en su mente, seguro que si lo decía, se ganaría un bofetón, no sería el primero ni el último.—Hacer algo de ejercicio.

—Curioso, nunca te veo en el gym.

—Porque nunca me gustó trabajar con las máquinas, prefiero sentadillas, lagartijas, abdominales...—vio el rostro de su madre y de sus hermanas que intentaban contener una burla para Manuel.—lo clásico.

—¿Clásico, eh?—preguntó en tono burlón su padre.

¿Cómo conservar la poca paciencia que los dioses le habían dado? Era imposible, sabía que en el punto donde todos explotarán de coraje, burla, resentimiento y más, sería una guerra que nadie podría parar. Todos tenían mil cosas que decirse.

—Si, me encanta el ejercicio "clásico"—contesto frívolamente.—¿Y tu que hiciste, padre?

—Nada interesante, salí por ahí.

En la boca de sus hermanas se pudo percibir como decían un "UHHH" cosa que molesto un poco a Lolito. Estaba ardiendo, ambos hombres ardían de furia pero no era notorio para ni uno de los dos, a simple vista era una plática fría de padre a hijo.

—¿A donde?—era la única vez que la tormenta provocada por su padre se calmaba, ahora solo tenía la intención de curiosear sabiendo que era del mundo exterior.

—A Karmaland.

Las cuatro de cinco personas abrieron la boca sorprendidas. ¿Cuando había sido eso? Se preguntaban las mujeres que mientras en la mente de Lolito todo pasaba. Quería saber cómo era Karmaland, que hacían, que comían, como interactúan.

—¡¿Como son?!—pregunto levantándose de su asiento.

Sus familiares soltaron una carcajada. Muerto de vergüenza, Lolito se levantó indignado y dolido. No quería volver a compartir una cena con ellos. Esa fue la única vez que Lolito había llorado en tanto tiempo. Ya no podía, estaba harto de no poder salir, de sentirse como un mierda. Tomó asiento en su cama.

Tenía que salir cuanto antes de ahí mejor.

Tenía que salir cuanto antes de ahí mejor

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〘𝚆𝚎𝚒𝚛𝚍𝚘║𝙻𝚞𝚣𝚒𝚝𝚘〙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora