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A la hora del almuerzo del domingo no pude quedarme tranquila, no dejaba de mover la pierna y de mirar el reloj a cada minuto. Mi mamá también estaba preocupada, pero sabía disimularlo mucho más que yo, se entretenía cortando la madera en la maquina tarareando la canción que escuchaba a través de sus audífonos. En mi caso no podía concentrarme, no le estaba prestando mucha atención a los botes de pintura y abría los incorrectos, también tomaba los pinceles que ya no servían y debían ir a la basura o los que tenían un uso específico.

Solté un suspiro frustrada que mi mamá no escucho. Deje de ver el reloj y ordene mi mesa de trabajo para comenzar a pintar un pequeño escaparate de 20 cm de alto y 10 cm de ancho, con espacio en las dos pequeñas puertas del frente donde iba a colocar una pequeña lamina de vidrio con una flor también hecha del mismo material que había hecho el día anterior. Era la orden de una persona anónima y que iría a buscarlo el martes.

Un par de horas después de que me había perdido entre la pintura y el pequeño escaparate, sentí a mi madre hablar por el otro lado del taller con un cliente y allí note que era mediodía.

Explote.

Mi padre no había llegado aún y era extremadamente extraño. Él siempre llegaba a la misma hora, siempre. Siempre estaba allí cuando el taller abría, aunque en ocasiones llegaba tan cansado que dormía un par de horas antes de bajar...pero estaba en casa.

Me quite el delantal después de cerrar las pinturas y dejar el pequeño escaparate en un sitio específico para que se secara sin que nada le pasara. Me lave las manos y me dirigí a la entrada que me llevaría a las escaleras.

– ¿A dónde vas? –me dijo mamá entrando de nuevo al taller con una caja de zapatos entre sus manos. –mira, el vecino me pidió que le arregláramos esto, ¿Es una buena noticia, no?

En su rostro pude notar el brillo de emoción. Además de la señora Diana, la dueña de Gruñón y Tontín, no había otro vecino que nos hablara, así que si alguno vino, aunque sea solo por trabajo...era un gran paso.

Le di una pequeña sonrisa.

–Supongo que sí. – mire las escaleras a mi izquierda y luego a mi mamá de nuevo, esta vez tenía una mirada un poco más seria, tanto así que algo me dijo que ella estaba consciente de lo que cruzaba por mi cabeza. – ¿Te importa si me recuesto unas horas? Es que me duele algo la cabeza.

Su rostro, con maquillaje un poco fuerte, cambio drásticamente, pasando de un estoy esperando que digas una tontería a ¿Qué dijiste?

– ¿Por eso tienes esa cara? No es porque quieras ir a buscar a tu padre, ¿Verdad? Sabes que eso no se puede hacer y es una pérdida de tiempo.

Negué lentamente y me lleve una mano al cuello, fingiendo cansancio y dolor.

Ella sonrío con ternura esta vez y me dio una señal con la cabeza.

–Anda, está bien.

Subí las escaleras lentamente, pero cuando estuve en mi habitación corrí para tomar mi bolso y mi sueter. Me sentí como una adolescente mientras colocaba una almohada tapada con la sabana como si fuera yo en la cama, pero no podía quedarme quieta y esperando como si nada.

Era definitivo, iría al sitio de trabajo de papá aunque mamá se negará y papá me lo haya prohibido.

Abrí la ventana y vi el árbol del jardín de la señora Diana a unos centímetros del alfeizar. Cerré la cortina y luego salte al árbol con cuidado para no hacerme daño o hacer demasiado ruido mientras me deslizaba para llegar al suelo.

Sin poder evitarlo, recordé la última vez que lo hice, que me escape de casa: Jungkook me había estado esperando abajo para tomarme de la cintura antes de llegar al final, me beso y luego salimos corriendo al bosque en medio de la noche tomados de la mano y luego, en algún punto, me subí a su espalda mientras reíamos.

Bajo la luna (Saga Paranormal #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora