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Mi mamá no había querido ponerse de pie en todo el día, no quiso desayunar o almorzar, ni ponerse su ropa coqueta o maquillarse.

–Siempre lo hacía para él. Le gustaba mi forma de vestir y que siempre lo recibiera de buena gana. – dijo llorando con la cara contra la almohada mientras le acariciaba el cabello castaño igual que el mío, solo que el de ella no tenía ondas, era completamente liso. – quiero que venga, me abrace y me diga que es una de sus estúpidas bromas, como la que hizo cuando fuimos a la playa por primera vez, ¿Lo recuerdas? Fingió que le había mordido algo en el pie y grito como un exagerado para luego reírse en nuestras caras. Al momento me enfurecí, pero amaba esa locura que tenía.

Me mordí el interior de la mejilla. Por supuesto que me acordaba, recordaba mi primera vez sintiendo la arena y el mar entre los dedos de mis pies junto a la brisa salada chocando en mi cara. Además había sido la primera vez que usaba un traje de baño y recuerdo lo orgullosa que se veía mi mamá al verme con uno de color verde y muy extravagante, mi papá fue todo lo contrario y no dejaba de ver a los hombres de la playa advirtiéndoles con la mirada que no se acercaran, incluso recuerdo que dijo: –Debimos traer a tu novio para que te protegiera... ¡No! ¡¿Qué acabo de decir?! Jungkook a pesar de ser muy caballeroso seguro te vería con otros ojos. Mejor quédate a mi lado, así te cuidare de cualquier baboso.

Sentí de nuevo el picar en mis ojos. Eso fue cuando solo tenía quince años, cuando apenas había empezado mi relación con Jungkook. En aquel entonces jamás se me hubiera ocurrido que mi vida pudiera cambiar tanto. Apreté los ojos para dejar de pensar en eso y me recogí el cabello mientras veía mi vestido amarillo de camarera.

Mi mamá miro hacia la mesa de noche donde había una foto de nosotros tres, la tomo y la presiono contra su pecho para volver a llorar boca bajo.

–Quiero estar sola.

Sonreí de manera suave aunque no estuviera viéndome. La entendía, yo también necesitaba tiempo a solas.

Le di un beso en la cabeza.

–Te quiero mucho, mamá. –le dije con honestidad. – Volveré más tarde, iré a trabajar.

A pesar que ese día no habíamos abierto el taller por obvias razones, no podía faltar a mi otro trabajo. Sin mi papá, ahora ese trabajo era el único que podía mantenernos y mi mamá no quería tocar el dinero que papá gano por la caza de animales para irnos. Le prometí que no lo tocaría...al menos que ninguna pueda más con la situación.

En el momento que me aleje de ella levanto la cabeza como un resorte y vi sus ojos hinchados por tanto llorar y de dormir prácticamente nada, lo sabía porque ambas habíamos dormido en la misma cama, pero no habíamos logrado pegar el ojo ni siquiera unos minutos.

–Prométeme que volverás.

Le di un corto abrazo.

–Lo prometo.

Estaba destrozada y tenía tantas ganas de llorar igual que mamá, ganas de patalear y maldecir a la vida por lo injusta que era. Mi padre era la persona más buena que existía y no merecía morir por estar matando animales para sobrevivir, existían personas que hacían cosas peores y vivían más años de lo que cualquiera pensaría.

–La vida nunca es justa, por eso debes olvidarte de las reglas del bien y el mal que están tan estereotipadas o morirás con resentimiento. – eso fue lo que me dijo una de mis compañeras de celda hace años cuando le conté lo que me había pasado.

Tenía razón, por eso me estaba controlando y tratar de no romperme, mucho menos en frente de mamá, debía ser su pilar o quien sabe cómo reaccionaría. Además, si ambas caíamos en el abismo del dolor sería más difícil de salir y el pueblo no daba tregua, nadie nos ayudaría porque nadie sabía lo que había pasado y teníamos prohibido decir algo al respecto de su muerte por el contrato. Quizás las mujeres del pueblo se darán cuenta de que algo raro pasa cuando no lo vean y cuando empiecen los chismes...debíamos quedarnos calladas.

Bajo la luna (Saga Paranormal #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora