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  Amaneció el jueves con un ambiente raro. El silencio era más abrumador que de costumbre, su padre había salido mucho antes de casa y su madrastra se movía de un lado para otro con mala cara.

  Haruka se sentó a la mesa sintiendo la mirada de ella en su persona. Sin embargo, cuando Kento bajó las escaleras trotando la sonrisa de la mujer apareció en seguida.

  — Buenos días, cielo ¿sabes qué lo que hablamos ayer si lo podemos hacer? Se lo he comentado y está de acuerdo.

  — Bien ¿se lo has dicho a Haruka?

  — Aún no.

  — Yo se lo cuento — Hablaban como si él no estuviera a unos metros de ellos. Kento se apoyó de medio lado en la mesa haciendo que su madre no viera la cara de Haruka — Nos vamos de vacaciones, si se pueden llamar así. Salimos mañana por la tarde.

  — Supongo que si no me entero hasta el último minuto da igual ¿verdad? — Se hizo a un lado para que la mujer supiera que ese comentario iba hacia ella — Lo sabéis todos, pero si Kento no me dice nada... ¿dónde es?

  La pregunta era para su hijo, pero la mujer dio unos pasos hacia él.

  — No hagas una escena de todo. Lo he hablado con tu padre esta mañana así que no he tenido tiempo.

  — Ah, que pena que en la media hora que llevo aquí sentado no hayas podido decirlo.

  — Bueno, yo te contaré los detalles — Pidió él al ver que su madre estaba dispuesta a continuar con el intercambio de quejas, le hizo un gesto para que se fuera y aunque fue raro así lo hizo. Apoyó los codos en el mármol para quedar a la altura de su cara — Antes de nada. Buenos días, oso — Le dio un beso que hizo que Haruka se olvidara de la conversación anterior — No es nada en especial, un viaje a casa de mi abuela al campo.

  — A penas la recuerdo, solo la vi en la boda. Es una lástima que no se pueda aprovechar bien el viaje.

  — No te entiendo.

  — No ir como el hermanastro — Puso una mano sobre la de Kento — Sino que me presentaras oficialmente a tu abuela como tu novio.

  Kento sonrió medio avergonzado bajando la cabeza.

  — Sería estupendo, pero ni siquiera lo saben nuestros padres.

  — ¿A cuánto está de aquí?

  — Cuatro horas.

  — Perfecto — Comentó irónico — Nos pasaremos nuestro primer día especial en el coche con nuestros padres y luego en casa con tu abuela.

  — Creo que te gustará este detalle — Se acercó a su oído — Tenemos que dormir en la misma habitación, solo hay esa.

  — ¿Cuándo has dicho que salimos? — Bromeó a lo que Kento respondió con una carcajada.

  — ¿Ahora si quieres ir?

   Haruka lo atrajo hasta él sentándole en sus piernas mientras rodeaba su cintura.

  — Iría de todas formas, pero no iré tan a regañadientes.

   — Puede volver en cualquier momento.

   — Creerá que te estoy amenazando.

   — Necesito desayunar, me rugen las tripas

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  Haruka se encontraba medio recostado contra la ventanilla en el asiento trasero, los brazos cruzados y los ojos cerrados. Durante toda la mañana ella hizo que Kento estuviera de arriba abajo y cuando éste trataba de escapar para ir con él, ella le retenía de nuevo.

  Cuando por fin el coche se detuvo Kento no hizo por despertarlo, sin embargo, paró a su padrastro cuando hizo el amago de acercarse.

  — Déjalo un poco más, yo me encargo, así puede ayudarme con las maletas. Ve mejor con mi madre.

  Esperó a que se alejaran lo suficiente antes de arrastrarse por el asiento. Le dio un leve golpe en el hombro, pero fue en vano.

  — Amor — Notó como sus mejillas se calentaban pues nunca le había llamado así con anterioridad. El contrario abrió un ojo en su dirección.

— ¿Hemos llegado? — Se sorprendió al verlo tan cerca — ¿Dónde están?

  — Saludando a mi abuela. He prometido que me ayudarás con el equipaje — Intentó incorporarse, pero la mano de Kento en su pecho le frenó — Espera, no hemos pasado ni un momento juntos y no sé cuando estaremos de nuevo solos.

  Haruka sonrió captando sus intenciones, pasó una mano por su cuello hasta llegar a su nuca.

  — Yo también te he echado de menos — Tiró de él sin fuerza para besarle, de repente Haruka le echó hacia atrás ante la mirada confusa de su novio — Viene tu madre.

  Se volvió para abrir la puerta, pero viendo que Kento no movió ni un músculo se giró nuevamente para robarle un rápido beso.

  Dentro la casa era bastante antigua con la decoración propia de una casa tradicional japonesa. El salón era oscuro, debido a la madera que recubría todas sus paredes, y alargado conectando una puerta a la cocina en el otro extremo. En mitad de la casa se abría un patio interior sin tejado, la parte que más fascinó a Haruka.

  Tras presentar sus respetos y agradeciendo ante la mujer fueron a la que sería su habitación por los próximos días. La estancia era amplia con una cama en cada lado.

  — ¿Dónde sueles dormir? — Preguntó Haruka al entrar.

  — Izquierda.

  Después de instalarse, Kento enganchó la correa a Fros, el perro que compartían, antes de buscar a su novio.

  — ¿Vienes a pasear? Hay un bosque más adelante y apenas hay vecinos.

  Al salir camino al bosque, Haruka sintió la mirada fría y desconfiada de unos viejos ojos. Tal vez su madrastra no era la única de la que debía tener cuidado.

AMOR ESCONDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora