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  Al día siguiente su padre preparó una pequeña salida al pueblo. Por suerte los únicos invitados eran ellos dos y Kento. Desde que llegaron apenas pasó tiempo con su hijo, siempre había algo que arreglar o reparar en la vieja casa.

  En el trayecto en coche, ya que la casa estaba apartada del pueblo, Haruka iba bromeando con su padre sintiéndose realmente relajado. Kento le observaba desde atrás con una sonrisa de felicidad.

  — Os invito a desayunar — Comentó el padre cuando paró el coche.

  Entraron en una modesta pastelería que olía de maravilla. Haruka se pidió un café descafeinado, el único que su padre le permitía beber, sin embargo, Kento no tenía esos privilegios por ser menor aunque ambos tenían la misma edad. Su padrastro pidió uno igual para él sabiendo lo que le gustaba, con la condición de que fuera un secreto.

  — Creo que Kento deberá ser nuestro guía. Sólo he estado aquí una vez y fue unos meses antes de la boda para conocer a tu abuela.

  — No hay mucho que ver. Podemos ir al mirador que está justo en la parte alta, las vistas son fantásticas.

  — ¿Calles empinadas? — Soltó fingiendo estar alarmado — Soy un hombre viejo.

  — Ni siquiera tienes cincuenta, papá. Te empujaremos si vemos que te caes cuesta abajo.

  — Me quedo más tranquilo. Por cierto, guía Kento ¿nos contarás tus veranos en estas tierras?

  Haruka miró expectante al chico, nunca había oído cosas de su pasado sin contar las mismas historias que repetía su madre de cuando era un recién nacido. Kento bajó la cabeza avergonzado, odiaba ser el centro de las miradas.

  Las calles, como se esperaba, eran empinadas y el calor de agosto no ayudaba en absoluto. Su padre se detenía cada cinco pasos para saludar a algún vecino y le contaba quienes eran. Algunas mujeres se acercaban a Kento para elogiar lo que había crecido y lo guapo que estaba. En una de esas ocasiones Haruka soltó una carcajada que intentó disimular como un ataque de tos, Kento le fulminó con la mirada.

  Ya en el mirador, un semicírculo hecho con una pequeña muralla de piedra, Kento aspiró todo el aire que pudo, olía a tomillo. Las vistas eran inmejorables, las casas descendían en cascadas desde ese punto de vista, que desembocaban en el gran parque más abajo. Con disimulo, Haruka colocó sus manos en la muralla mientras con el meñique rozaba la mano de Kento.

  — ¿Te gusta? — Le preguntó sonriente.

  — ¿La vista de delante o la que tengo al lado?

  — Baja la voz, tu padre está detrás.

  — ¿Y? Hay un árbol milenario a tu lado.

  — Cállate — Refutó casi sonrojado.

  Por la noche el padre descansaba en el porche con los pies sobre una silla. Haruka tras la cena se había quedado nuevamente solo por lo que salió a hacerle compañía. Tras una conversación banal se armó de valor.

  — Papá quiero decirte algo — Su padre le contempló esperando — Tengo novio.

  El hombre alzó una ceja sin poder creerlo viendo como su hijo apartaba la mirada listo para una palabra de desprecio.

  — ¿Novio? Vaya ¿Desde cuándo?

  — Una semana — Su padre parecía estar haciendo cuentas.

  — ¿Tae?

  — No, no es él — Se apresuró a negar.

  — Me parece un buen chico — Haruka no pudo evitar reír aliviado.

  — ¿No te molesta el hecho de que mi pareja sea un chico? — Su padre se acercó palmeando la rodilla de su hijo.

  — Me da igual quien sea tu pareja siempre y cuando vea esa felicidad en tus ojos. Dime que no es un ladrón ni un delincuente — Bromeó.

  — De hecho lo conoces, pero no lo hemos hecho oficial por su madre, no le caigo muy bien.

  — Ya conoces a su madre — Musitó sorprendido — ¿Qué clase de mujer es esa que no le caes bien? Su hijo tiene una suerte de oro por estar contigo — Se quedó pensativo un momento — Yo conozco al chico ¿Sami?

  Haruka negó.

  — Te diré quien es si me prometes que no cambiarás tu relación ni con su madre ni con él.

  — ¿Qué tengo que ver yo con esa mujer?

  — Mucho. Promete que guardarás el secreto.

  — Cuenta conmigo.

  Hubo unos segundos de silencio.

  — Mi novio es Kento.

  El hombre abrió los ojos tanto que casi se le llenaron de lágrimas.

  — ¿Por eso no me dejó despertarte cuando llegamos? Era una excusa para estar a solas contigo — Haruka estalló en carcajadas.

  — ¿Eso es lo único que te preocupa?

  — ¿Qué quieres que diga? Quiero a Kento casi tanto como a ti, me alegro por vosotros. Esta tarde cuando os veía charlar pensaba, mira que bien se llevan, por qué su madre no ve eso — Entrecerró los ojos como si estuviera examinando a su hijo — Como me la habéis colado.

  Ambos compartieron un instante de risas.

  — Papá.

  — ¿Sí?

  — Siempre he sabido que podía confiar en ti, pero esto que estás haciendo es muy importante para mí. Gracias.

  — Ante todo eres mi hijo, eres mi vida hagas lo que hagas y seas como seas.

  Tras un emotivo abrazo, Haruka entró buscando a su novio. Le encontró sentado en el patio interior junto a su primo.

  — ¿Y esa sonrisa? — Le dijo cuando éste se sentó a su lado, Kaeru jugaba con el perro a unos pasos.

  — No he podido evitarlo, le he contado a mi padre lo nuestro.

  Kento le miró aterrado, se apartó de él llamando la atención de Kaeru.

  — ¿Estás loco? Ahora lo sabrá mi madre.

  — Claro que no, ha prometido no hacerlo. Está contento de que seas tú.

  — Has sido un poco irresponsable — La sonrisa de Haruka se borró de un plumazo, de inmediato Kento se sintió mal por tratarle así. Puso una mano en su pierna mientras le daba un beso en la mejilla — Perdona. Sé lo que significa para ti todo esto.

  — No te preocupes — Respondió tan cabizbajo que hasta Kaeru se sintió mal por él.

  — Haruka no te sientas mal — Tocó ligeramente su hombro — Entiende la reacción de Kento. Os dejo para que habléis.

  — No hace falta, me voy a dormir.

  Yacía tumbado en su cama de espaldas a la puerta, de repente notó un peso tras él y un brazo rodear su costado. Kento depositó un beso en el lateral de su cuello.

  — ¿Puedo quedarme un rato contigo? — Haruka asintió — ¿Puedes mirarme?

  Se dio la vuelta para abrazarle tras cruzar una mirada, escondió su cara en el cuello de Kento.

  — Yo también estoy contento de que tu padre nos acepte, será un suegro estupendo.

  Notó como Haruka sonreía contra su piel para después apretar el abrazo.

  — Díselo mañana a él.

AMOR ESCONDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora