Capítulo 3

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Cuando el Adam, el chofer, me busco en el aeropuerto, no pude esconder mi cara de desilusión.

—Tuvo una junta importante y salió en el primer vuelo a Escocia —me regala una mirada cargada de disculpas.

No tendría que haber guardado esperanzas de que mi padre me vaya a buscar y dar la bienvenida. Habían pasado tres meses y él sabía que hoy volvía a casa. Cada vez era más evidente que no quería verme, y cada vez que hacia algo como esto yo tenía que guardar silencio y no demostrar nada.

Sabía que era una copia de mi madre, sabía que nosotras dos nos parecíamos mucho a tal punto de parecer gemelas, pero eso no justificaba sus actitudes contra mí. Una vez lo escuche hablar con Adam sobre mí, sobre como no podía verme porque le recordaba a mi madre y le dolía. No hable de eso con Phobe, y creo que nunca lo haría tampoco. Mila y Jude fueron los únicos que saben eso y después de hablar de una hora sobre eso entendí que mi padre está superando el duelo a su manera, y tristemente no podía ayudarlo si él no pedía ayuda.

No le respondí a Adam, solo asentí con la cabeza y lo ayude con las maletas. El viaje a casa era corto, en silencio. El ánimo se había ido y me sentía cada vez más cansada, quería llegar y meterme a la cama a dormir y olvidar a mi ausente padre. Pasamos el big ben y también la abadía de Westminster y cuando me quiero dar cuenta el portón enorme de mi casa se abre dejando pasar el auto.

Adam rodea la fuente de mármol para dejarme frente a la escalera de casas, donde Charles me está esperando sonriente. Abro la puerta algo divertida por verlo tan emocionado, y bajo con cuidado.

—Lady Cavendish —hace la reverencia —. Es un placer verla nuevamente.

Importándome poco desobedecer el protocolo, me lanzo a sus brazos y nos fundimos en un apretado abrazo.

Charles me ayuda con las maletas, y antes de que se retire le digo que tengo un regalo para él y Adam. Me agradeció enormemente y me dejo en mi habitación sin antes decir que mandaría a la ama de llaves para ayudarme a desempacar.

Cuando abro la puerta de mi habitación, suelto un suspiro. Nada ha cambiado. Mi cama gigante de blancas sabanas contra la ventana, mi escritorio francés, mi estantería repleta de libros que ocupaba toda la pared y no dejaba espacio, y hasta mi toca discos de color celeste con los vinilos apilados en el suelo. El olor a naranja impregnaba las cuatro paredes de mi cuarto y me alivio al saber que otra vez estaba en mi casa.

Victoria, nuestra ama de llaves, entra a la habitación con una rosa en la mano. Era una mujer mayor de 50 años, con el pelo ya emblanquecido por la edad y las arrugas en la cara mostraban cuanto tiempo de vida llevaba, sus ojos eran siempre dulces y amables con todo el mundo.

—Bienvenida a casa Tessy —dentro de mi habitación no habían esos tontos nombres de protocolo, solo yo y nada más. Ningún título reinaba dentro de aquí.

—Gracias —tomo la rosa antes de abrazarla —. ¿Cómo has estado? ¿Teddy y los niños están bien?

—Afortunadamente —se dirige a mi valija y comienza a abrirla para sacar mi ropa —. Pronto comenzaran la escuela y están algo molestos, no les gusta levantarse temprano.

—Son niños todavía.

—Lo sé, pero tienen que acostumbrarse —se queda viendo los regalos en vueltos y me sonrojo un poco.

—Iba a ser sorpresa —me lamento —. Les compre un regalo a ti y a tu familia.

—Es lo más lindo que alguien pude hacer por nosotros —sus ojos están acuosos y me siento culpable.

—Espero que sean lágrimas de felicidad.

—Son de emoción, creo que son lo mismo —se seca los ojos —. Gracias, Tessy, de parte de todos.

Todas las veces que nunca me amasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora