Capítulo 40

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Lamento mucho la tardanza, pero estoy enferma. No sé si es covid otra vez, rezo porque no, pero de igual manera me siento muy débil. Ayer me realizaron el hisopado para ver si es positivo o no y no me dio tiempo a nada. Estoy bien, por suerte soy la única en mi familia, y mis padres y mis abuelos están todos vacunados, pero nunca se sabe.

Disfruten mucho porque quedan solo 2 capítulos antes del epílogo :)

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Era consciente en parte de que la gente me miraba. Estaba claro que algo me había pasado pues caminaba de forma temblorosa y la mirada perdida, pero procuro no llamar tanto la atención mientras me acerco a la taquilla de boletos. Eran pasadas las 12 de la noche y para mi mala fortuna no estaba segura si los trenes seguían saliendo. Tenía puesto mi uniforme del instituto y, por una suerte del destino, tenía mi dinero encima además de mi celular. Tuve que apagarlo, porque no dejaba de sonar y vibrar. Todavía me planteaba seriamente en descararlo por algún lado, pero por las dudas de que todo salga mal lo retengo un poco más.

—Un boleto de ida, por favor —le digo en un murmullo a la chica que está del otro lado. Ella me mira fijamente y luego repara en el logo de mi chaqueta. Empujo bruscamente el dinero hacia ella y con voz dura exclamo—. Rápido.

Por su mirada, sé que la he ofendido y me sonrojo. Me cubro la cara con el pelo para que no vea mi vergüenza y mi pena por hablarle así. Seguro está pensando que todos los niños ricos eran así y estaba acostumbrada ya a que todos sean maleducados. Ella me entrega el billete con una mueca de asco y tartamudeo un agradecimiento mientras me apresuro a huir.

Las manos me temblaban como unas condenadas mientras me dejo caer en el banco, esperando a que anuncien la salida de mi tren. Me encojo en mí misma, del frio y del miedo, también para pasar desapercibida. Los agentes de policía que comúnmente caminan por los andenes, se detienen frente a mí y comienzan a conversar entre ellos. Me entra un subidón de miedo al ver lo cerca que están y como uno de ellos se me queda viendo.  Me saco los anteojos para limpiar mi cara y me levanto para ir a buscar mi anden, aunque sé que ni siquiera lo han anunciado. No podía correr el riesgo de que me descubran y me entregaran otra vez a mi padre.

15 minutos después estoy dentro del tren, sentada en el cómodo y caliente camarote y sola. Me entran ganas de llorar desenfrenadamente y, mirando el ya oscuro paisaje, suelto algunas tratando de, por lo menos, mitigar el ardiente dolor que crecía de apoco en mi pecho. Me arrodillo en el asiento y me concentro en mi respiración, mientras escondo mi cara entre mis brazos.

Mi madre… murió por una complicación en su útero, ¿Qué tipo de cáncer? ¿Endometriosis? ¿Qué otras enfermedades había y no sabía? Miles de posibles problemas se me cruzan en la cabeza y todos indican siempre a mí, ¿Mi madre murió para tenerme a mí? ¿o por tenerme? ¿la enfermedad empezó cuando nací o después?

¿La madre de Logan tiene algo que ver?

Dios, estaba a punto de desmayarme y estaba en una situación de riesgo dentro de un tren vacío y sin ningún profesional que me aconseje. No tenía a Phoebe, no tenía mis pastillas… no lo tenía a Aaron. Estaba consciente de que el estaría preocupado por mí, lo note en sus ojos antes de salir corriendo. Charles también. Pero estaba decidida y no había vuelta atrás.

Después de 50 minutos de viaje, donde me esfuerzo al máximo en no desmayarme, por fin el tren para. Antes de bajar, dejo mi teléfono en asiento, sin mirar dos veces, me bajo y comienzo a caminar hacia mi destino. Me lleva alrededor de otros 15 minutos de caminata llegar y, cuando tengo la enorme construcción frente a mí, me entra la desesperación.

No sabía la dirección.

Había un par de chicos afuera fumando, lo que creo que es, mariguana y cuando reparan que me les quedo viendo, se hace el silencio. Con las piernas temblorosas, decido ponerme en marcha y olvidar el plan de preguntarles por la dirección.

Todas las veces que nunca me amasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora